La última cena
Hay una gloriosa deformación en las palabras que hace de la sobremesa sabatina su escenografía sublime. La sensación férrea de lo que ya no fuimos. Esa conciencia norteamericana del tiempo: Broken flowers. American Beauty. Roto y brillante
Un oscuro glamour oculto en el relleno del sostén. Sea el sex appeal que tienen los viejos continentes o el recuento, simplemente, de todas las cirugías a las que nos sometimos para sobrellevar la historia, cicatrices que fueron en pro de la belleza y que ahora son karmas inútiles
Éramos adolescentes y no íbamos a restaurantes, andábamos en las plazas, peinábamos la vereda. ¿Te acuerdas? Con los bolsillos livianos campeábamos libertarios, cuando éramos como Cristo y compartíamos nuestra precaria despensa con los amigos. ¿Te acuerdas cuando partimos el pan en la última cena?
Pero ahora el pan es una instalación de silicona en el museo contemporáneo del mundo. Y cuando intentas masticarlo se te caen los dientes.
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La última cena
poema del libro inédito Pantalla Plana
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