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Foto del escritorCarmen Menares

La rebelión de los públicos II: distancias

La rebelión de los públicos II: Distancias

En su tercer viaje, Gulliver llega a una isla flotante habitada por intelectuales, artistas y científicos que viven de inventar proyectos sin ningún fin práctico, a quienes sus sirvientes cada cierto tiempo los deben despertar con unos sonajeros para que logren comunicarse unos con otros. Hayao Miyazaki en 1986 vuelve sobre la mítica isla flotante de Jonathan Swift en Un castillo en el cielo, y con la sutileza que caracteriza al director, nos muestra que el acorazado castillo en el que se había convertido la isla era en verdad un árbol flotante, que por medio de la frase que la protagonista enuncia como un conjuro: “planta tus raíces en la tierra y vive con el viento”, vuelve a su forma original.

La distancia que media entre arte, ciencia y sociedad es también la gran pregunta que funciona como hipótesis de trabajo en el ámbito de las políticas culturales desde los años sesenta, por eso -en su propia jerga- se habla de participar, acercar, acceder y, actualmente. vincular o colaborar. En esta última fase conocida como gobernanza: “la cultura se abre hacia los agentes y sectores culturales y hacia la ciudadanía (…) a la participación del tercer sector en el diseño y la gestión de los programas culturales”[i]. De ahí que el reto sea crear condiciones y espacios de implicación ciudadana que generen oportunidades reales y favorables para la deliberación y la toma de decisiones[ii].

La apertura hacia esta última fase en el marco del desarrollo del Festival de Teatro de Quilicura se dio el verano de 2022, donde se difunde la iniciativa de conformar un Comité Ciudadano de Programación, en el que postularon por medio de la inscripción a través de un correo cerca de 60 personas, en su mayoría (90%) fueron mujeres. Uno de los aspectos que consideraron al momento de elegir a las participantes fue el territorial, que provinieran de diversos sectores de la comuna para que pudiera estar bien representada, nos relata Mauricio Novoa, director de la Corporación Cultural. En un inicio quienes conformaron el Comité fueron cuatro vecinas de la comuna, no obstante, por problemas personales, una de ellas debió dejar el programa. Actualmente sus integrantes con: Catalina Espinoza, Carmen Tolmos y Julia González.

Durante el proceso, Javier Ibacache -critico de artes escénicas y especialista en públicos culturales- les enseñó en qué fijarse cuando apreciaban las obras: el drama, el hilo conductor, la coherencia, el escenario, los actores, las luces y en los aspectos técnicos, si era posible montarlas en Quilicura. Carmen me cuenta que al principio tenían la aprehensión de no ser especialistas: “nosotras no sabemos tanto de obras y yo le decía: nosotras, ¿vamos a ser críticas? (…) yo soy dueña de casa, no soy experta, pero le puedo dar mi opinión de qué me pareció la obra”.

Julia enfatiza que ha sido crucial las confianzas generadas entre ellas y el equipo ejecutor, lo que les ha permitido construir su perspectiva critica: “nos han dado harta confianza, conversamos y dialogamos…A veces nos cuesta más encontrar las palabras específicas para diagnosticar una obra. Entonces cuando nos dieron la confianza de que diéramos la opinión (…) ahí entendí que no necesitaba decir las cosas con miedo…hasta que en un momento dije: ya vamos a empezar a ser un poquito más críticos y empecé a tomarle el gusto a esta situación y he visto que efectivamente están tomando en cuenta nuestra opinión”.

Este 4 de enero se inauguró el festival, el jueves 5 fui a observar la primera obra programada por el Comité: Temis: “una familia lleva años haciendo crecer un negocio familiar que se caracteriza por proponer prácticas inclusivas y antidiscriminatorios entre sus trabajadores, y ha aumentado considerablemente su riqueza. El prospero momento que viven se verá interrumpido por la llegada de una hermana perdida, criada en un entorno radicalmente distinto al de ellos. La irrupción de esta enigmática hermana pondrá en crisis el concepto de justicia para los integrantes de esta familia, y hará aparecer entre ellos prejuicios y miedos inesperados[iii]”, se lee en el programa de mano.

Estaban nerviosas por cómo iba a reaccionar el público. La primera semana el Festival se desarrolla en Cancha Colonia[iv], estadio del Club de fútbol barrial ubicado en uno de los sectores emblemáticos de la comuna. Mientras el público aplaude de pie al terminar la obra, debo partir para hacer el trayecto de vuelta a mi casa, son cerca de las 23 y alcanzo a tomar la micro de vuelta, la distancia me recuerda lo que las integrantes del Comité siempre me contaban, lo fundamental que era el viaje de vuelta de las salas de teatros -ubicabas fundamentalmente en el centro de Santiago- hacia sus hogares, que les permitía conversar sobre las obras, sus temáticas, personajes, y todos los elementos que las llevaban hacia la reflexión. No logro evitar pensar en que hago el trayecto de vuelta, donde se repite en mi mente uno de los diálogos de la obra cuando chocan dos tipos de afectación de dos de los hermanos, y un tercero señala: “el dolor es como la propiedad, es tú propio dolor, no se puede comparar”. Que me lleva a contrastarlo con las dinámicas sociales del espacio en sí -la Cancha-, y me recuerdan la diferencia entre la red y el enjambre.

El enjambre, a diferencia de la masa clásica, dirá Byung-Chul Han[v], es la suma de individuos aislados por su propia indignación que nunca llegan a conformar un nosotros, caracterizados por tener una conducta automatizada. Distinto a la red, dirá Franco “Bifo” Berardi[vi]: “Una red es una pluralidad de seres orgánicos y artificiales… que realizan acciones gracias a procedimientos que hacen posible su interconexión e interoperación. Si uno no se adapta a tales procedimientos y no sigue las reglas técnicas del juego, no está jugando”. La conducta automatizada del enjambre se debe a que las reglas están integradas al sistema nervioso de los sujetos. Algo muy similar al modo de comunicación de los árboles, siguiendo con la imagen de Miyasaki, que pueden colaborar a través de sus raíces por medio de la interconexión establecida por una red de hongos o micelios[vii], donde los árboles madre -los más antiguos- traspasan sus nutrientes a los jóvenes, pero… también los pueden “hackear”. La cercanía, como las grandes distancias, tienen estas dos caras.


[i] Observatorio Vasco de la Cultura (2016). El factor proximidad en las políticas culturales. Servicio Central de Publicaciones del Gobierno Vasco C/ Donostia-San Sebastián. [ii] Pastor Seller, Enrique (2011). Gobernanza de las políticas de proximidad: análisis de calidad y rendimiento democrático de los Consejos Locales Bienestar (Murcia, España). Revista de Administração Pública - RAP, vol. 45, núm. 2, marzo-abril, 2011, pp. 377-399. [iii] Con Gabriel Cañas, Carlos Donoso, Paulina Giglio, Marcela Salinas, Gabriel Urzúa y Guilherme Sepúlveda. Dramaturgia de Pablo Manzi y dirección de Andreina Olivari y Pablo Manzi. [iv] Emblemas - Cancha Colonia - YouTube [v] Han, Byung-Chul. En el enjambre. Barcelona: Herder Editorial, 2014. [vi] Berardi, Franco. Fenomenología del fin: sensibilidad y mutación conectiva. Ciudad Autónoma de Buenos Aires: Caja Negra, 2017. [vii] Cómo los árboles se comunican entre ellos - Revista Endémico (endemico.org) La fascinante red de comunicación entre árboles que se esconde bajo tus pies | BBC Mundo - YouTube

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