Una tirada sobre el tiempo
En el eje horizontal se desenvuelve la percepción del tiempo y esta tirada de tres cartas pregunta por lo alcanzado y lo que está por venir. Las dos primeras cartas ubican en lo que ya está y la tercera es la tendencia.
La carta del Sol simboliza resurrección y fertilidad en muchas culturas. Su elemento es el fuego, que vehiculiza la fuerza vital y el deseo. En varias tradiciones místicas el sol representa la conciencia, versus la opacidad de lo inconsciente. Es un signo de claridad mental. También refiere a lo que brilla con luz propia e irradia su brillo hacia afuera. Por otra parte, esta carta habla de enfrentar la vida con una confianza y honestidad casi infantil. El riesgo que plantea, porque todo tiene su riesgo, es el de emprender proyectos que estén por encima de nuestras capacidades, sobreestimar nuestra energía y caer en la vanidad y el exhibicionismo.
En el presente este entusiasmo se modula por la figura del Emperador, que es orden, equilibrio y estabilidad. Representa los límites y el ajustarse a los propios los recursos y a las normas sociales. Es una figura institucional, que entiende, cumple y hace cumplir las reglas. Es el signo de consolidación, principio activo de la energía masculina, que prefigura al padre, la autoridad y la protección. Habla también de quien ha conquistado un lugar. En su lado oscuro, advierte sobre caer en el autoritarismo y la rigidez.
La tendencia, era que no, vuelve a lanzarnos a la Rueda de la Fortuna: vienen cambios y se inician nuevos ciclos. Estos cambios son inevitables y operarán más allá de nuestros deseos y voluntad. Son transformaciones que alteran nuestra relación con el entorno y con nosotros mismos. Esta carta obliga a aceptar la incertidumbre y renunciar a la tentación de dirigir la velocidad o la dirección de las cosas.
Hablando de tiempo, mi recomendación en este año que recién comienza, es que quizá sea una buena idea que para el 2023 te propongas leer, o releer si ya lo hiciste, En busca del tiempo perdido.
Aquí os dejo un fragmento:
"Sí, esta idea del Tiempo que yo acababa de formarme decía que ya era hora de ponerme a la obra. Ya era hora, desde luego; pero, y esto justificaba la ansiedad que se había apoderado de mí desde que entré en el salón, cuando las muecas de los rostros me dieron la noción del tiempo perdido, ¿tenía todavía tiempo y me encontraba además en estado de hacerla? El espíritu tiene sus paisajes para cuya contemplación sólo se le da un tiempo. Yo había vivido como un pintor subiendo por un camino que bordea un lago cuya vista le oculta una cortina de roca y de árboles. De pronto, lo divisa por una brecha que le permite verlo entero, y coge los pinceles. Pero se acerca ya la noche y no puede pintar, una noche tras la cual no se levanta el día. Al principio, como yo no había empezado nada, podía estar inquieto, aunque, por mi edad, creyese tener por delante algunos años, pues podía llegarme la hora a los pocos minutos. Había, en efecto, que partir de esto, de que tenía un cuerpo, es decir, que estaba perpetuamente amenazado por un doble peligro, exterior, interior. Además, hablaba así por comodidad de lenguaje, pues el peligro interior, como el de la hemorragia cerebral, es también exterior, puesto que es del cuerpo. Y tener un cuerpo es la gran amenaza para el espíritu, la vida humana y pensante, de la que debemos decir no precisamente que es un milagroso perfeccionamiento de la vida animal y física, sino más bien que es una imperfección, todavía tan rudimentaria como la existencia común de los protozoarios en políperos, como el cuerpo de la ballena, etc., en la organización de la vida espiritual. El cuerpo encierra al espíritu en una fortaleza; pronto la fortaleza queda sitiada por todas partes y el espíritu, al fin, tiene que rendirse".
Marcel Proust
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