Barbarie pensar con otros
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Se encontraron 113 resultados para "silvia veloso"
- La piel es un velo
AMALGAMA No recuerdo si éramos niños o adultos el sol reverberaba en nuestros párpados. Los fonemas clandestinos nacían recién en nuestras bocas y empezábamos a tomarles el gusto. Cantábamos o inventábamos dialectos las pieles en fricción se fundían en un patio de recreo o una mezquita. PLAYA EN MARSELLA Con aire embarazoso, los relegados de la ciudad se apiñan aquí al atardecer; las mujeres con hiyab se aglomeran: quitasoles ante el fulgor de un sol voyerista; tangas tenues y shorts andróginos son contrapuntos a esas telas piadosas. Abro una trinchera en esta arena sobrepoblada. Siendo yo misma una mezcla adúltera de todo busco a mis semejantes en este revoltijo medio cristiano judío laico musulmán medio aceitoso acético vegano futbolero miscelánea Coco Chanel con dardos de raï eléctrico. La silueta de una jubilada secuestra mi vista: ella parece uno de estos lidos aprovechados por la burguesía industrial de Marsella, una de esas construcciones lujosas y con climatización, que enmarcan la costa. Mi mirada hace un travelling por la playa. Bajo los rayos de este sol nocturno: las espaldas cobrizas ceden terreno a las parrilladas furtivas (las prohíben, pero la gente las hace de todas maneras) costillas de cordero, chorizos exudados, el vapor de África conquista palmo a palmo esta orilla civilizada: pedante ribera cuya tentativa es blanquear las manchas migrantes de esta urbe. Náusea tiene, ante la carne quemada sobre la arena. Entre el vaho del enjambre, una niñita, rama del río senegalés, le dice a su amiga: “Vas a ver que aquí a veces el sol se apaga” —es cierto aquí las nubes aparecen y desaparecen y del otro lado del charco el sol calcina sin interrupción un páramo con paréntesis ausentes. Extiendo mi toalla sobre la arena y en el mismo instante, con un gesto idéntico, sé que mi prima despliega su sajada en la ribera opuesta, para su cuarta oración del día; mientras ella reza, mi cuerpo se hunde en la somnolencia. ¿De dónde viene la idea de que las playas vacías son para lamer la pureza clínica de la nada, de Dios y su más allá? Me arrancan del sueño: carcajadas crepitantes, ventoleras —en cada mano una costilla consagrada, abluciones de grasa en las mejillas, una fiesta sacrosanta. Los cuerpos hirviendo tienen regusto a ganado sacrificial: hormiguero híbrido y caótico, euforia en este edén de subsuelo donde se saborea un vergel alterado. SOBRE LA DIRECCIÓN DEL REZO Según el Corán —2:115— si es que todos los puntos cardinales pertenecen a Dios y adondequiera que dirijamos nuestra cara allí se encuentra su rostro ¿entonces, por qué todos oramos en dirección de la Meca? tal vez porque la imagen de estas miles de frentes que saludan hacia el mismo lugar fulgura y borra de golpe todo ego: nuestras frentes se alzan juntas desde el suelo y son como los diminutos puntos de un sol naciente. EL ELEGIDO De Jadiya[1] Viuda en dos ocasiones, los varones se peleaban el tercer lugar a mi lado, en mi lecho de arena. “¡Miren a esta mujer! Su lozanía decae, pero más de un hombre anhela plegar la holgura de su carne bajo los apetitos férreos, zarpazos de sus palmas” así se profería por los muros paganos de la Meca para aludir a Jadiya la Grande. Querían arrancarme de la rama, cosecharme, sacarme de mi vaina con maniobras, enroscarse alrededor de mis fisuras para endulzar el sabor a vértigo que salía del sable de mi boca. En rebosante expansión mercantil, era experta en hacer fructificar los beneficios que me habían sido legados por linaje y casamientos. Ya que podía transformar la arena en las más codiciadas sederías, los hombres me temían como niños que temen el silencio de las casas desmesuradas. Yo era fuente de escándalo entre desconcierto y maravilla, torreón erguido que no tolera admonición; prefiere, en cambio, los cantos que permiten engendrarse afinada, por sí sola, estos cantares que perduran alto en el insomnio de la bóveda celeste. Yo te escogí Mahoma, para ser el tercero a mi lado: poseías la voz humilde, tímida, volátil de una virgen. Lynda Mebtouche es investigadora, actriz y directora teatral, franco argelina. [1]Jadiya fue la primera esposa del profeta Mahoma y la primera mujer de negocios en la historia del islam. Se casó dos veces antes de casarse con Mahoma, quien era quince años menor que ella. Mahoma entró a su servicio y viajó con sus caravanas antes de llegar a ser su marido. No tuvo otras mujeres mientras Jadiya estaba viva.
- Psicoanálisis del individuo: ¿cómo detener la voracidad?
Silvia Bleichmar ya alertaba en la década de 1990 sobre las promesas incumplidas de la modernidad y sus
- Poesía y verdad
Sobre “Revoluciones” de Juan Manuel Silva Existe una idea todavía muy arraigada en el sentido común - Revoluciones Juan Manuel Silva Ediciones Tadeys 2025
- Rotting in the sun
final, el espectador aprieta cada músculo del cuerpo cada vez que la historia parece ir a correr el velo Impensada la verdad, impensada la confesión, y gratamente impensada la cinta de Sebastián Silva.
- La metempsicosis poética*
Indiapa Minueto ...............Trompanne Gapachacun Tzay Ichisaj Selvapita Uchkunkaj Matria, Antonio Silva Antonio Silva nació en 1970 y murió en 2013 en San Bernardo. En el caso de Silva, es curioso que la relación evidente sea que el cigarro solo podría ser joven si Quizás este sea el origen de la violencia, de la que hablan los libros de Antonio Silva y de la que habla Como Antonio Silva, Sergio Salamanca busca hacer de la duración de sus poemas un tiempo más amplio, porque
- Siempre distinta: Preferiría que me imaginaran sin cabeza, de María José Bilbao
Son cuentos que juegan a la pinta, puesto que cada parte se conecta a la siguiente no por la búsqueda de una resolución o un giro o una revelación, sino más bien para conducir la energía del vagabundeo y la sorpresa, esa electrocución que agazapada espera, casi fumando, a la vuelta de la página. Cuando se trabaja con palabras, más del lado de la lectura que de la escritura —caras de una misma página, siempre distinta—, la perfecta metáfora del dinero se despoja de sentidos y parece literal, manejable. Hablo de dinero por no decir literatura —recordando a Borges y Wallace Stevens— y para no echarle la culpa a nadie. El hábito provoca que se active la función de autocompletar: en términos precisos, la inferencia es la que rellena los espacios ambiguos con info, con data. Contamina, además, lo que se lee y los lectores profesionales acaban pasándose películas similares: qué cosa vendrá a continuación, cuándo se usará todo lo que se ubicó en el comienzo (sería muy gracioso leer la historia del mundo desde el Génesis bajo la premisa de que si se deja un arma encima de una mesa esta se debe usar) y qué será lo que me oculta el narrador o la narradora. Desde luego, hablo del relato moderno, la capa de la torta más cercana a la boca. Pero hay también relatos folklóricos que hablaban de prohibiciones y reglas; historias de quienes sobrevivieron la batalla o los que se hundieron como una nave bajo el nocturno y vinoso mar. El cuento trabaja una sabiduría y un conocimiento, respectivamente, de una acumulación dinámica de astucias y de síntesis, de selección natural. Sergio Chejfec trata esto en el primer ensayo del libro El visitante (Excursiones, 2017) metiendo la voz de la mente, el ensayista, digamos, en un relato, como un personaje más que busca la diferencia entre lo que se sabe y lo que se conoce. Se conocen muchos relatos, pero no se sabe a ciencia cierta qué cosa son. Sin ir tan lejos (Córdoba), Juan Filloy en Gentuza (1991) parodia seriamente a Teofrasto en sus Caracteres y se vale de la silueta del cuento (de extensión breve y una acción central) para desarrollar una sabiduría bastante ladina sobre las personas que más le interesan (o no) En su novela corta (o cuento largo) llamada El habitante y su esperanza , Pablo Neruda escribe a este respecto: “Como ciudadano, soy hombre tranquilo, enemigo de leyes, gobiernos e instituciones establecidas. Tengo repulsión por el burgués, y me gusta la vida de la gente intranquila e insatisfecha, sean estos artistas o criminales”, y lo traigo a colación, simplemente por que fue Neruda quien dijo que Juan Emar —autor de cuentos tan desconocidos que no alcanzamos a saberlos— era nuestro Kafka: ese escritor que gozaba construyendo artificios sobre el conocimiento natural, clásico y judío y las sabidurías desprendidas de la incertidumbre; sus textos no tienen personajes ni acciones que representen la transformación del mundo (y de los personajes y acciones, por añadidura), tampoco giros abruptos o emergencias de relatos que descansan bajo el primer estrato de la narración, como ocurre con la superficie de la Tierra y el emerger violento e intempestivo de un contenido profundo. No, este tipo de textos, ajenos a la ley del cuento —como los delincuentes que adoraba Neruda— y de la legibilidad burguesa, renuncian a las conclusiones, fines y finalidades, ampliamente estudiadas por Frank Kermode, y sin rechazar el lugar común del género abrazan la contradicción del ensayo: parten de la duda para explorar cómo se puede exponer un sujeto, ya sea a través de anécdotas, citas, reflexiones, excursos y descripciones, proponiendo una separación entre el tiempo del relato (que parece calmo e inmóvil, como un lago sin cieno) y el tiempo de la historia (nuestro calendario gregoriano, el chino y el judío, sin irnos por las ramas). Algo así ocurre en la saga de Mishima, en la que esta estrategia detiene el curso de las aguas, esa otra forma del tiempo. En esto pensé cuando leí por primera vez los cuentos de María José Bilbao ( Preferiría que me imaginaran sin cabeza , 2022). ¿Hacia dónde van? Poco importa la verdad, pues además de jugar con las expectativas son textos que, como ocurre con los mosaicos, exhiben su participación de una unidad mayor distinta al dibujo que representan como conjunto. Cada cuento ejercita un modo diferente de entender el género, con el único factor común de la traición al conocimiento del mismo. Esto, en realidad, afirma un tipo de saber elusivo, más cercano a la poesía (y la alusión) que al uso del lenguaje para llevar al lector de un punto A a un punto B. Me explico: son cuentos que juegan a la pinta, puesto que cada parte se conecta a la siguiente no por la búsqueda de una resolución o un giro o una revelación, sino más bien para conducir la energía del vagabundeo y la sorpresa, esa electrocución que agazapada espera, casi fumando, a la vuelta de la página. Ojalá Raúl Ruiz hubiese alcanzado a leer este libro, habría sido interesante saber qué pensaría con ese primer cuento, “Rubio en la escalera”, que parece ir en su primera página hacia una confesión, pero al cambiar de página quiebra su dirección hacia un espacio totalmente distinto, el Metro de Santiago y el trabajo rutinario y gris. Leer equivale a introducir nuestra mente en un enjambre de ideas, las abejas de María José Bilbao, esos cuentos extraños, como las canciones de Mr Morale , los relatos de Los mejores días , mosaicos hechos de mosaicos, pixeles, rebaños de imágenes que comparten el humor y el vagabundeo chispeante de ese símbolo ruiciano: la conversación de bar, tan especial en Chile, pero con una genealogía densa y lejana. Desde los apuntes de la Iluminaciones de Rimbaud, las notas de Taberna , de Dalton, los hallazgos de Louis Aragon, la Adagia de Stevens, los sampleos surreales de Ashbery y la sintaxis visual del mismo Ruiz. Si quisiéramos contar la historia de otro modo, podríamos ir con Walter Benjamin a las esquirlas de la Antigüedad que se organizan en el tratado medieval o incluso llegar a los jeroglíficos. Ese “incluso”, por decirlo de otra manera, es lo que dejó “para la historia” mi idea inicial de estos textos, un libro de cuentos tan especial. Preferiría que me imaginaran sin cabeza María José Bilbao Montacerdos, 2022.
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Galería 314 una serie de obras que coinciden en su gran intensidad, contundencia y urgencia: urgencia veloz
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- Pablo
escritas en la música popular, cuadrar el círculo que tantos lamentos le había traído a su camarada Silvio
- Literatura y fealdad
Sylvia Plath, Clarice Lispector, Anne Sexton de las más famosas escritoras bellas. Marina Tsvetáyeva escribe en sus diarios: "Mi alma es monstruosamente celosa: no me habría soportado
- Quelentaro: obra gruesa
Eran pocos: Inti-Illimani, Congreso, Illapu, Quilapayún y Silvio Rodríguez.
- La culpa viste a la moda: Culpa, responsabilidad y cuidado
Por ello, es imperioso ser muy celosos de nuestras categorías, cuidarlas con ternura y no dejarlas abandonadas Sin embargo, Silvia Bleichmar nos advierte sabiamente que “un análisis donde no hay interpelación por