Literatura y fealdad
Literatura y fealdad
Escribe Lichtenberg en sus cuadernos:
"Las personas más sanas, las más apuestas, las mejor constituidas, son las que aceptan cualquier cosa en el mundo. En cuanto la gente empieza a tener defectos, tiene opiniones personales."
Siempre me pregunto ¿Existen más escritores bellos que escritoras bellas? ¿Será que la excesiva belleza atenta indistintamente a ambos sexos contra el foco de una carrera literaria?
Martín Amis, Sam Shepard, Rimbaud, Lord Byron, Kerouac, la lista de escritores guapos es interminable. Sylvia Plath, Clarice Lispector, Anne Sexton de las más famosas escritoras bellas. De ahí el número de escritoras realmente hermosas decrece.
Marina Tsvetáyeva escribe en sus diarios:
"Mi alma es monstruosamente celosa: no me habría soportado bella."
La belleza o la falta de esta, golpea muy distinto a ambos sexos y por ende debe afectar también la elección de una vida creativa.
No es que una mujer excesivamente bella sea tonta (el caso de la aguda inteligencia de Marilyn Monroe es emblemático) es que el hombre crece escuchando que es feo de la boca bromista del compañero de turno y termina asumiendo esta condición como una llave existencial más. Hasta el guapo cree que igualmente participa, por ser hombre, de la fealdad. La fealdad para el hombre es como el alcohol. El que no lo toma es sospechoso. A la mujer no se le puede decir ni en broma que es fea. Se hunde ¿por qué? Por eso ellas han inventado que la fealdad no existe y que el espíritu viene siempre en su rescate. De ahí que la belleza excesiva sea determinante para no ser nadie en el mundo, o en su defecto aceptarlo todo como dice Lichtenberg, y alguien que acepta todo no puede escribir.
Alejandra Pizarnik escribe en sus diarios, como si la fealdad fuese la soga de un ahorcado:
"Creo que mi aspecto físico es una de las razones por las que escribo: tal vez me creo fea y por ello mismo eximida del exiguo rol que toda muchacha soltera debe jugar antes de alcanzar un lugar en el mundo, un marido, una casa, hijos. Pero a veces, mirándome bien, veo lúcidamente que no soy nada fea y que mi cuerpo, aunque no intachable, es muy bello. Pero yo amo tanto la belleza que cualquier aproximación a ella, en tanto no sea su consumación perfecta, me enerva. Y que mi rostro sea interesante no me consuela."