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Foto del escritorArnaldo Delgado

Las flores, Dussel

Hace un par de semanas murió Enrique Domingo Dussel Ambrosini, filósofo, profesor, historiador, un poco argentino, un poco más mexicano; militante, compañero, escritor, un tanto mendocino, y, ante todo, entero pensador latinoamericano, a quien varios debemos el peregrinaje por el camino de la filosofía. Un camino, digámoslo, aparentemente irregular. Un camino ripiado, terroso, que fue sabiendo de cruces, curvas y cuestas enrevesadas. Un camino supuestamente árido, claro, si lo comparamos con la vía pavimentada, con pretensiones de “camino único”, que se fue asfaltando para sí el pensamiento occidental. Pero, a lo largo de casi 70 años de producción intelectual, los cruces, curvas y cuestas fueron allanándose poco a poco, desestabilizando paso a paso la unidireccionalidad reflexiva que, sin tanto cuestionamiento, se había asumido por calco como propio en este sureño lado del mundo.


Pero el ripiado y terroso camino filosófico dusseliano se levanta desde raíces firmes: Latinoamérica y las y los oprimidos como origen y llegada; el sur y las y los excluidos como principio y fin. La proximidad, la exterioridad y la liberación sus semillas; la analéctica, el pluriverso y la transmodernidad sus simientes. He allí su potencia fértil. Dussel propuso como horizonte peregrino un horizonte transmoderno, o, podría decirse, un armazón teórico para dar perspectiva a la superación pluriversal de la modernidad. ¿Por qué? Porque el proyecto histórico de la modernidad, dijo firme Dussel, tiene en sus entrañas los vicios propios de una particularidad que, imponiendo sus términos, se pretende totalidad universal. El centro de Europa y su cultura, por ejemplo, la que, de pronto, de manera colonial y conquistadora, impone su economía, formas políticas, modos de expresión sensible, cultos, ontologías individualistas, etc., como formas indiscutibles e inexorablemente universales.


Pero las totalidades, las universalidades, aun mediante conquistas, colonias y muertes, nunca logran ser absolutas, dijo seguro Dussel. Las totalidades guardan espacios, las universalidades esconden intersticios: la exterioridad. Hay otros modos más allá de la totalidad dominante, hay, en la exterioridad, ser más allá del ser. Es por esto que la vialidad construida por Dussel para el peregrinaje filosófico, a través de sus cerca de 70 libros, 400 artículos e innumerables clases, conferencias y charlas alrededor del mundo, es una vialidad fundamentalmente ética. El respeto irrestricto a la inconmensurable otredad del otro, o de la cultura otra, la que, si fuese medida desde mi mismidad, se vería mutilada en cuanto a lo que su distinción refiere. Es la proximidad del rostro-a-rostro, la de un ellos frente a un nosotros; la de un tú frente a un mí la que, en el fondo, guarda la validez irrenunciable de lo que del otro me es por entero trascendente.


El camino terroso, allanado, germina. El pavimento totalizador se fractura y a partir de sus fisuras aparecen las flores de la creatividad oprimida. Desde las grietas, el más allá de la totalidad del ser; desde las fallas, la creatividad que posibilita la liberación. Con el filósofo, profesor, historiador, un poco argentino, es posible pensar las flores de la sensibilidad otra, aquellas que están más allá de la totalidad sensible moderna que pretende al Arte (con mayúscula) como medida universal de las relaciones sensibles. Con el maestro, compañero, un tanto mendocino y un poco más mexicano, es posible pensar las flores de las economías otras, aquellas que difieren de las economías modernas pavimentadas por la univialidad capitalista. Con el escritor, militante y, ante todo, entero pensador latinoamericano, es posible reflexionar sobre las flores de aquel conocimiento diferente que se erige más allá de la colonial institucionalización racionalista del pensar.


De ello va el avance en el allanamiento y fertilización vial que hasta este 5 de noviembre de 2023, a las 20.30hrs., alcanzó a labrar Enrique Domingo Dussel Ambrosini, sin olvidar, claro está, el avance que antes, en julio, nos dejó su amigo Franz Hinkelammert, o el 2021 Juan Bautista Segales, y antes Bolívar Echeverría, y más atrás Rodolfo Kusch, y muchísimo más allá José Carlos Mariátegui, y tantas y tantos más. Abuelas y abuelos pensadores latinoamericanos que permitieron a nuestra nueva generación que la referencia a aquellos autores europeos que nunca nos pensaron --si bien importante en términos de lectura y estudio-- no sea el punto de partida obligatorio para el peregrinaje filosófico ni tampoco el camino exclusivo cuando de pensarnos se trata.


Nos permitieron situar Latinoamérica y dejar de ser meros comentaristas, cuales sedes académicas regionales de filósofos europeos; articular nuevas categorías de pensamiento y no olvidar nunca que la necesidad de la creación categorial se entrama con la necesidad de movilizar por la transformación liberadora de las y los oprimidos, excluidos y explotados. Las flores que vayan brotando en el camino, de aquí en adelante, están reservadas a tu memoria, Enrique Domingo Dussel Ambrosini.


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