Martha Nussbaum: “Debemos seguir luchando contra las barreras a las que se enfrentan todos los seres sintientes para lograr una justicia plena”
En su libro más reciente en castellano, Justicia para los animales, la filósofa estadounidense argumenta y hace un llamado a la responsabilidad hacia seres, individuos, que, nos estamos dando cuenta, comparten con nosotros el deseo de llevar una vida buena: “Creo que cada especie necesita su propio listado de derechos, porque cada forma de vida es diferente”, dice en esta entrevista.
Podría ocurrir, como en una de las novelas del británico P. G. Wodehouse, que una cerda tenga la suerte de ser cuidada como un animal de compañía, con amor, bien alimentada, en un lugar limpio, con tiempo y espacio para ser quién es. O podría ocurrir que Emperatriz, así se llama, “en vez de florecer entre amables personas y el acogedor entorno del castillo de Blandings, y en el dulce mundo de P. G. Wodehouse, donde todos los seres son tratados con amor y humor”, tenga “la mala fortuna de vivir en una granja porcina de Iowa a principios del siglo XXI”. Allí, una vez que queda preñada, la meten en una “jaula de gestación”, del tamaño de su cuerpo, por cuyo piso, hecho de listones de madera, escurren los excrementos. “No puede andar ni girarse, y ni siquiera puede echarse. No hay ningún habilidoso cuidador que la llame ni hable con ella; ni humanos amantes de los puercos que la admiren o la quieran; ni otros cerdos o animales de granja que la saluden. Solo es una cosa, una máquina de gestar”, dice la filósofa estadounidense Martha Nussbaum en Justicia para los animales (Paidós), su libro más reciente en castellano. Emperatriz, en esta historia, no tiene las condiciones para llevar una vida digna. No es libre. Y eso, cree Nussbaum, es injusto.
Lo llaman “enfoque de las capacidades” (EC), es una teoría liberal, y dice que una sociedad solo puede considerarse justa, o “aceptablemente justa”, cuando garantiza a cada ciudadano individual un conjunto básico o mínimo de “capacidades centrales” o “libertades sustantivas”. “Las capacidades son elementos esenciales en la vida de los individuos a los que tienen derecho”, explica Nussbaum, una de las más importantes exponentes de dicho enfoque, y, como tales, conforman algo muy parecido a una lista de derechos fundamentales. Este enfoque concibe a los ciudadanos como “seres conativos”, o sea, seres que “aspiran a tener una vida floreciente diseñada por ellos mismos”. Se trata, pues, de garantizar a las personas, a través de esas capacidades centrales o libertades sustantivas, el poder de florecer.
¿Somos los humanos los únicos seres conativos, los únicos que persiguen fines, una vida buena? No, lo son también el resto de los animales sintientes. ¿Debe considerarse y tratarse a estos, entonces, como sujetos de derechos, como personas, o sea, como ciudadanos, como seres con dignidad y no precio, fines en sí mismos y no meros medios, individuos hacia los que tenemos obligaciones morales? Sí. Y es una responsabilidad de todos asegurarnos de que así sea: no solo respetar a los otros animales, no solo no maltratarlos ni entorpecer su libertad, sino también establecer las políticas y leyes que los cobijen, como a nosotros, bajo ese paraguas que llamamos justicia.
Eso es lo que cree y argumenta Nussbaum con la claridad y distinción que la caracteriza: “El EC se centra en cada animal individual y convierte al individuo —humano o no— en el foco de su interés. La idea general que subyace a ello es que ningún individuo ni grupo de individuos debería usarse como propiedad de otros ni como medio para los fines de otro. Cada individuo es un fin en sí mismo”, escribe la autora. “Los animales sufren serias dificultades en todo el planeta. Los humanos dominamos nuestro mundo por doquier: por tierra por mar y por aire. Ningún animal no humano escapa al dominio impuesto por nuestra especie. La mayor parte del tiempo, ese dominio inflige a los animales daños indebidos, ya sea mediante la bárbara crueldad de la industria cárnica, ya sea mediante la caza furtiva y la deportiva, la destrucción de hábitats, la contaminación del aire y los mares, o mediante la desatención a los animales de compañía a los que la gente tanto cariño profesa”.
“Al ser requisito obligado de la justicia política la realización efectiva de unas «capacidades centrales», el EC viene a decir que los animales tienen derecho a que se favorezcan las capacidades que resulten centrales para sus diversas formas de vida, o, al menos, un umbral mínimo de ellas y siempre limitadas por los idénticos derechos razonables de otros individuos”, afirma Nussbaum. “Los derechos son demandas inherentes a la dignidad de cada animal individual que, como tales demandas, «requieren» que se hagan efectivos. Del mismo modo que nos reclamamos unos a otros la oportunidad de vivir, de hablar, de tener buena salud, etcétera, todos los animales también lo hacen”.
Si bien los reconoce como aliados en la lucha por la justicia para los animales, Nussbaum marca diferencias con otras aproximaciones a este asunto, por de pronto con la posición que asienta la defensa de los animales en su mayor o menor parecido con nosotros los humanos; también con los utilitaristas, de Jeremy Bentham a Peter Singer, puesto que, dice, el bien es más que no sentir dolor; y en menor medida con el enfoque kantiano de Christine Korsgaard, pues aunque comparte con ella el reconocimiento de la dignidad animal, se distancia cuando Korsgaard pretende mantener la idea de una singularidad humana frente al resto de los animales.
¿La reflexión y lucha por los derechos y justicia animal puede entenderse como parte de la cada vez mayor ampliación o concreción de la libertad e igualdad (y tal vez fraternidad)?
Sí, pero con precaución. Muchos que apoyan la expansión de los derechos humanos consideran que impulsar los derechos de los animales compite con los derechos humanos y los socava. Creo que es un error: no estamos en una situación de suma cero, porque, por poner solo un ejemplo, acabar con la ganadería industrial es importante para la lucha contra el cambio climático, un gran peligro para los humanos. Y comer carne no es bueno para la salud humana. Y otra cosa: hablas de “expansión cada vez mayor”. Sinceramente, me gustaría ver el mundo de esa manera, pero no es así. Hay avances y retrocesos. Por ejemplo, India, un país que me encanta y en el que he trabajado mucho, se desliza hacia cada vez menos libertad e igualdad.
Varias veces en su libro usted usa expresiones como “relato” o “historia” y, de hecho, comienza el ensayo con varios relatos no sobre animales en general, sino sobre individuos con nombre, algunos reales, otros imaginados. ¿Qué lugar le asigna a la literatura a la hora de pensar (y realizar) la justicia y la democracia?
Los científicos llevan mucho tiempo insistiendo en dar nombres propios a los animales con los que trabajan, para indicar que estas criaturas son seres sensibles individuales, no meras cosas. A veces podemos darnos cuenta de eso fácilmente, pero si vivimos en una cultura que trata a ciertos tipos de animales como meras cosas; la literatura que es respetuosa y empática puede ayudarnos. Creo, por ejemplo, que el cuento “La historia de un caballo” de Tolstoi es uno de los grandes actos de empatía (con un caballo, en este caso). En mi libro recurro a la ficción para retratar a una cerda que vive una vida floreciente, porque no hay cerdos así en la realidad actual.
Desde las guerras que llevan adelante Rusia e Israel, a las políticas contra los migrantes de Estados Unidos y la Unión Europea, pasando por dictaduras como Venezuela y China, en 2024 aún no somos capaces de respetar los derechos humanos, ¿es optimista sobre la posibilidad de que lleguemos a respetar los derechos animales, de que haya justicia para ellos?
Tu pregunta de más arriba sugería que pensabas que había un progreso continuo en materia de derechos humanos, y yo expresé mis dudas al respecto. Tengo dudas, pero debemos seguir luchando enérgicamente contra las barreras a las que se enfrentan todos los seres sintientes para lograr una justicia plena. Grandes reformadores como Nelson Mandela y Martin Luther King, Jr. no se amilanaron ante la adversidad, y los defensores de la justicia animal deberían ser igual de valientes.
Justicia para los animales
Martha C. Nussbaum
Paidós, traducción de Albino Santos Mosquera, 2023, 440 páginas, $25.900 (ebook: $9.500)