El cuchicheo de las mujeres: genealogía y presente de nuestras insubordinaciones
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El cuchicheo de las mujeres: genealogía y presente de nuestras insubordinaciones



Mujeres en la mira. Violencia simbólica, desobediencia y creación es el título del último libro de Marta Fernández Boccardo. Es un libro para todas, porque todas estamos en la mira. A veces lo sabemos, claro que lo sabemos. Otras no tanto, otras parece que olvidamos. Es que hay que vivir ¿no?, mientras tanto vivimos.


¿Por qué es importante decir que estamos en la mira? Porque a algunas nos matan, a otras nos pegan, a otras nos violan o abusan, a otras nos atacan, a otras nos persiguen, o nos encierran, a otras nos silencian o ignoran. Nos oprimen y subordinan. Voy a detenerme aquí, porque quiero sobretodo contarles acerca del libro que Marta nos escribió y nos dedica. Bueno, a eso ha dedicado y dedica gran parte de su vida. Ella es feminista antes que muchas de nosotras sepamos qué quería decir eso. Y si tengo que presentar a la autora -aquí no hace falta, pero si ustedes no la conocieran- diría además que es una feminista alegre. Conoce y puede desgranar las violencias que padecemos, algunas más que otras, pero conoce también nuestra inagotable potencia desobediente y creadora.


He leído este libro hermoso varias veces, tuve el gusto de acompañarlo en su misma gestación. Sin embargo, me sigue sucediendo, recorro las palabras, las hojas, los capítulos, y el libro hace esa magia, una y otra vez la hace: me enciende. ¿Será que ha surgido del cuchicheo insolente y perseverante de las mujeres, de sus voces incisivas y de sus plumas rebeldes? Eso nos cuenta la autora, que su sensibilidad en la escucha (tan valiosa para les psicologues y psicoanalistas) y el deseo de escribir, se han nutrido de ese cuchicheo. Marta empieza, entonces, poniendo en valor ese registro vital de la experiencia femenina a lo largo de los siglos y los mundos que forman parte de este planeta. El cuchicheo nos pertenece a nosotras, supongo por ambos motivos, por la violencia permanente de los múltiples silencios impuestos, y porque aún en los márgenes y desvanes y sótanos y cocinas y pasillos y páramos de esos silencios nos las ingeniamos para hacer nuestras las palabras, para levantarlas y alzarlas.


También lo hicimos con la palabra escrita con tinta en diarios íntimos, cartas, papelitos guardados en cajones, bolsillos y carteras, en periódicos y libros también. Lo hemos hecho, aún lo hacemos. Creamos las desobedientes tretas del débil, diría parafraseando a Marta y a Josefina Ludmer, que escribió acerca del silencio y de la escritura de Sor Juana Inés de la Cruz, porque la violencia contra las mujeres tiene siglos de vida, la misma edad que tienen las tretas de la resistencia y el descaro y el coraje de las mujeres aún dentro de los límites del imperio de la subordinación. La escritura nos ha rescatado –si hay lectores que sepan leer lo verán- poniendo en valor los géneros llamados menores, o casualmente llamados “géneros de la realidad”. La correspondencia y el diario íntimo están a la cabeza en esa lista en cuanto al trabajo de escritura, podríamos decir que el cuchicheo es quien encabeza esa lista en el registro oral. En esos universos marginales las mujeres hemos creado discursos literarios, psicoanalíticos y filosóficos que otras mujeres, siglos después, estamos desenterrando y liberando de sepultamientos, descalificaciones u omisiones. Luego, también en los divanes de los consultorios, las mujeres con sus sufrimientos fundaron una escucha particular. A ese trabajo de escribir lo escuchado y lo leído se arrojó Marta, en este libro.


Este libro tan importante es una herramienta valiosísima para todes les trabajadores del campo de la salud mental, y para todes aquelles que quieran leerlo, pero además es una pieza de denuncia de violencias permanentes, dolorosas, atroces muchas de ellas, descarnadas. Es un libro fundamental hoy, sí, hoy mismo, en estos días nos debatimos también al filo de la amenaza fascista que nos está pisando los talones. Marta, y esto me resulta un logro central en su libro, pone el foco en el negacionismo. Diría que lo reconoce y visibiliza en tanto treta del opresor. El opresor tiene sus tretas, por supuesto, y esa es una con la que arremete, incansable. Marta es una aguda lectora de esas tretas negacionistas que no cesan, que no descansan nunca, arrasando con el lenguaje y la memoria, sembrando dudas y sombras.


Marta recupera y hace acopio de biografías en las que se tramaron padecimientos y rebeliones, de las muchas e infinitas mujeres expulsadas o atrincheradas en las fronteras de esos sitios, según la autora, en los que se construye poder y se disfruta placer. Esas biografías son el reverso del lugar que históricamente se nos reservó como “universo de lo femenino”. Pero, además, Marta Fernández Boccardo se ocupa de mostrar cómo la violencia simbólica es constitutiva de nuestros psiquismos, de cada uno de ellos, y la manera en que esa violencia nos subjetiva, armada de culpa, vergüenza, y terror, encarnada en nuestros cuerpos materiales. Esa operación de lectura restituye a los síntomas confiscados en la psicopatología su valor de salud. Otra treta del débil, porque el inconsciente también tiene sus tretas, fue y sigue siendo sintomatizar la pulcra y límpida normativización, o sobreadaptación, a la que nos encomendaron. A la que nos encomendamos.


Este es un libro de historia, y es un libro de actualidad, en esa notable paradoja cabalga la autora. Es un libro formado por historias de singularidades y de tramas colectivas, pero también sabe mostrar cómo lo colectivo late en las singularidades.


Nuestra genealogía de insubordinaciones nos ha dado todo tipo de nombres: histéricas, locas, putas, brujas, negras, chinas, tontas, peligrosas, inestables, ilícitas. Desde la expresidenta y vicepresidenta Cristina, de este país nuestro, hasta la negra Milagro. Ingratas y rebeldes, y eso que el patriarcado nos ha querido santas y madres, nos ha resguardado en el hogar, o el claustro, nos ha dado el privilegio de ocuparnos de las tareas de cuidado y con bajas o nulas remuneraciones porque claro que lo hacemos por amor. Siempre podemos soñar con que el beso de algún príncipe nos despierte, además. Hemos sido durante siglos las madres y mujeres sanas del patriarcado, las obedientes. Ahora, ojo que las ilícitas e insanas nos asociamos (Marta lee con ironía la ilícita asociación) y podemos ser marea verde.


Marta, leyendo a Rita Segato, plantea que el femicidio llegó para aleccionarnos, como herencia colonial, ya que en las sociedades indígenas no existía. La idea de género y raza resultaron ser instrumentos de dominación y opresión que gozan de buena salud. El “progreso” ha traído particulares conquistas, lo sabemos. Marta investiga en el concepto de interseccionalidad y con esa herramienta despliega su propio trabajo de pensamiento. Nos muestra cómo en los cuerpos de niñas, adolescentes y mujeres se juega con toda su crueldad la interseccionalidad de las opresiones. En particular, indaga y revela esa autóctona costumbre de algunos territorios de nuestro país: el denominado “chineo”, y que la autora nombra como etnocidio y crimen de odio. Los otros días, leyendo a Sara Ahmed, encontré esté pequeño párrafo que viene muy a cuento: “…llamar a un problema por su nombre puede sentirse como magnificar el problema: permitir que algo adquiera una densidad social y física reuniendo en una cosa tangible lo que de otro modo serían experiencias dispersas… hacemos que las cosas sean más grandes con solo negarnos a empequeñecerlas” y luego escribe: “la conciencia feminista y antirracista implica no solamente encontrar las palabras, sino entender a través de las palabras…la dirección que toma la violencia: la violencia se dirige más hacia unos cuerpos que hacia otros”.


Luego, el libro se meterá con términos menos autóctonos y sin embargo bien nuestros: gaslighting, backlash, lawfare. No es lenguaje inclusivo, es el lenguaje que importamos desde el primer mundo, porque se aplican muy bien en estos lares. Marta Fernández Boccardo rastrea los modos en que el lenguaje de la violencia, y las prácticas violentas, arraigan en el ámbito amoroso, familiar, político, judicial y mediático. También en el psicoanalítico, por supuesto, empezando por sus mismísimos orígenes.


Marta, por último, en este libro lleva a cabo un trabajo de recuperación de la historia no oficial, la historia de las pioneras del psicoanálisis, con sus nombres propios, mujeres que arriesgaron su reputación y su vida incluso, a quienes restituye con su voz y su pluma un sitio en las hojas impresas del psicoanálisis hoy. Quiero enfatizar la referencia que hace a la violencia epistémica, de la que poco o nada se habla, y la referencia al abuso sexual y la violencia emocional dentro del espacio analítico, junto a las complicidades y silencios que se ponen en juego, empezando por el mismo Freud, y Jung. De esto se habla menos aún.


Mujeres que han sido decisivas, claves en cuanto a sus numerosos y variados aportes. Sus valentías teñidas de olvido regresan hacia nosotras en estas páginas. Lo cierto es que no conocemos nuestra propia genealogía como mujeres psicoanalistas. Esa herencia, que nos legás, a la que restituís, se suma a nuestra conciencia feminista, y le hace honor a otro de nuestros legados históricos: memoria, verdad y justicia.


Walter Benjamin acuñó esa frase que hizo historia: todo acto de cultura es asimismo un acto de barbarie. Volví a esa frase al leer la historia de Emma Eckstein y releer el sueño de la inyección de Irma, sueño fundacional del psicoanálisis. Sepamos que nuestra fundación como psicoanalistas lleva también impresa su marca de violencia. La interpretación de los sueños es deudora, también, de esa historia.


La conciencia feminista me sigue enseñando a leer.

Mujeres en la mira, acertado título de este libro, y por cierto lo estamos, sin embargo, sepan que también las mujeres somos las que con nuestras armas desobedientes y creativas podemos alterar el punto de mira. Puede ser que el gran amo patriarcal quede desnudo, a la vista de todes, y caiga, de una buena vez.


"Mujeres en la mira..." pone en valor las palabras marginales, las cuchicheadas, las prohibidas, las clandestinas, las peligrosas, las dolorosas, las desacatadas y desatadas, las creativas e inventadas, la vida secreta y la vida pública de nuestras palabras.




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