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Foto del escritorMarguerite Duras

Lo llaman el judío

Se trata de una ficción. La ciudad en donde se sitúa la acción es imaginaria. Obedece a dos poderes, a dos partidos políticos: un partido de izquierda de tipo clásico y un partido de derecha, también de tipo clásico. Dos gobiernos. Se ejercen en un mismo lugar: Staadt. La noche corresponde al Partido de Izquierda. El día al Partido de Derecha.

Un hombre es indeseable. Lo llaman el judío. Los dos Partidos instaurados quieren su desaparición, su condena, su muerte. El único error de ese hombre consiste en rechazar toda sumisión, en ser libre por su conducta y, en el suburbio obrero de Staadt, en no trabajar, en negarse también a trabajar.

El partido de izquierda será el encargado de liquidar al judío.

Un joven obrero acompañado de una mujer, Sabana, es encargado por el secretario general de ir a custodiar al judío hasta tanto, según dice, llegue él para matarlo.

La noche transcurre. El secretario general no llega.

El tema del film es la espera del judío y de dos de sus compañeros, de Sabana y del joven obrero, David.

Cuando se hace de día –por ende a la hora del traspaso de los poderes gubernamentales– el joven obrero comprende que el secretario general no llegará, y que él mismo, David, está a cargo de la ejecución del judío. Se niega a convertirse en un asesino.

[...]


Si es necesario situar el film en el espacio y en el tiempo, podemos situarlo, por ejemplo, en una democracia popular –Checoslovaquia, supongamos. ¿Cuándo? Por ejemplo, dentro de veinte años –si no cambia nada en Europa. Es decir, en una colonia soviética. Podemos imaginar a David, el joven obrero, a partir de la imagen de los soldados del ejército de ocupación soviético (Praga) en 1968: esos soldados cuyo nivel de politización es uno de los más bajos del mundo, si no el más bajo (un beninés actualmente es más consciente políticamente que un obrero ruso), que viven ante la perspectiva constante del castigo, en el terror, en quienes todo espíritu de revuelta es suprimido, que están robotizados hasta el alma, y de una indigencia mental que espantó a todos los testigos de la ocupación checa.


Es esa humanidad que tratamos de poner enfrente de otra humanidad que en ese momento, paralelamente, gana terreno en el mundo entero: hablamos de personas que han recobrado el uso de una libertad casi total tanto de comportamiento como de juicio. A esas personas las encontramos por todas partes, y representan lo que llamaremos un estado del hombre moderno.

Stein forma parte de esas personas. El Stein de Destruir dice ella.


Esas personas destruyeron dentro de sí al antiguo hombre que juntaba el rebaño, cualquiera sea, tanto el rebaño estalinista como el rebaño fascista. Esas personas están solas y juntas a la vez. No las une ninguna doctrina. No las ata ninguna ideología. Son destructoras de toda doctrina, de toda ideología, de toda estructura. No son anarquistas: la anarquía es una ideología. Son personas libres. Sin hábitat fijo.


Sin lazos de producción o de subordinación económicas. Son seres destruidos. Con ello, queremos decir judíos, personas que pusieron en cuestión no solamente los valores corrientes sino también hasta el funcionamiento biológico de su sensibilidad, de su afectividad, de su inteligencia.


¿Qué representan esas personas? La espera absoluta. La espera absoluta del hombre, de todo hombre. ¿Espera de qué? Espera de todo, del hombre mismo. Vale decir que representan un estado religioso del hombre sin Dios. Dicho de otro modo, el estadio religioso de la política fundamental: el comunismo.


Repitamos entonces: representan el estadio religioso del comunismo.

A esas personas las convertimos en judíos. No podemos pensarlas, personalmente, de otro modo que como judíos.


El judío es el primero que partió, que abandonó el lugar natal, que desertó del perímetro asignado a la nación. Esa deserción le costó un martirio sin fin.

Todo ser que rechaza, que parte, que duda de todo poder, en nuestra opinión, es un judío. El viaje es judío. La búsqueda es judía. La espera absoluta de Dios es judía. El silencio es judío. Y el amor.



[Fuente: mecanografiado de 1971, Sinopsis, IMEC, 76 DRS 3.8]


Fragmento de "Duras por Duras": escritos y entrevistas, Marguerite Duras. Ed. El Cuenco de plata, 2023


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