Paisajes de otro mundo
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Paisajes de otro mundo

4 Abril - 18 Mayo
Exhibición 'Ese Lugar'

 

Paisaje, pintura y cultura son -a mi juicio- tres ejes esenciales en la obra de Germán Tagle. Ya en los primeros años de este siglo sus obras combinaban con desenfado analítico la mancha expresionista y los estampados del toile de jouy, aludiendo desde una figuración sintética, al mundo de la naturaleza y la arquitectura. Distantes en el tiempo y el espacio, aquellas coordenadas formales y culturales condensaban la idea de un mundo idílico -descrito en las escenas bucólicas estampadas en las telas- con la fractura violenta y sensual que imponía la pintura del artista sobre aquel imaginario.  Una práctica, la suya, en qué el flujo pictórico sobre la tela se controlaba-en ocasiones-con técnicas propias del stencil. Otra forma de simbiosis, al interior de su práctica artística. La cultura plástica de la calle y las prácticas pictóricas de la tradición en un mismo lugar.


Cuando el río suena


Hago esta digresión inicial, porque aquellas inquietudes-aun intactas- le sirven hoy para continuar con una reflexión plástica sobre los efectos del Antropoceno en la naturaleza y en la imaginación visual. Como ya lo hiciera la ciencia ficción, particularmente en la obra de J.G.Ballard, German Tagle se ha propuesto abordar la crisis que nos rodea valiéndose de la belleza inquietante de la imaginación apocalíptica. Unas pinturas en las que el ser humano aparece deliberadamente ausente.

Y es que la presencia ubicua del cambio climático y la crisis ambiental empujan al artista a un ejercicio que quiere ir más allá de su descripción alarmista. Ya no se trata de denunciar-mediante los recursos que sean- el actual estado de cosas. Lo que el pintor nos propone es viajar más allá de la catástrofe, a un mundo en el que la naturaleza, pese al ser humano, se ha sobrepuesto. Paisajes imaginarios y resilientes también, de un mundo enteramente no humano. Un desafío que significa repensar al propio género paisajístico, cuya práctica -desde sus inicios en el s.XVII- implicó entender y ordenar la naturaleza, según criterios que de un modo u otro, obedecían en general a los dictados que guiaban su propia explotación.

Recortadas -contra aquellos fondos-con la precisión del stencil, reconocemos unas formas que semejan vegetales, pero sus contornos no parecen totalmente familiares. Se trata de injertos creados por el propio artista a partir de la fusión de las plantas que pueblan su balcón y los árboles y vegetación, que viven en el bosque milenario que visita todos los años, “estoy tomando siluetas (de dibujos y fotografías) de árboles nativos de un parque nacional en la precordillera de Chile, alojando en una casa construida en el año 1930 donde todo funciona con la misma leña que proporciona el bosque.


Este se ha transformado en mi principal foco investigación hace ya 4 años.

Las obras no sólo alteran las coordenadas botánicas, geográficas y temporales. En ellas Tagle ensaya varios cruces que extreman su práctica anterior. El color y la mancha, tributarios de las prácticas que arrancan, particularmente con la segunda generación de expresionistas abstractos adoptan aquí un carácter ominoso y referencial, muy lejano al puro formalismo que sostuvo aquella abstracción. Si en esos artistas, particularmente en Helen Frankenthaler la mancha aludía al paisaje natural, aquí -aquella reminiscencia- se conserva pero en relación a un espacio mutante. Como el propio artista señala “Todo estos ‘personajes’ (árboles y plantas) aparecen literalmente repetidos en las pinturas. Esto lo hago por varias razones. Una es poder ver un mismo lugar -de distintas maneras- algo similar al impresionismo... Segundo, quiero que el observador reconozca que esto es efectivamente solo UN lugar. La magnitud y desborde de un paisaje (plasmado en los fondos) se acota a una medida finita que habla también de una cantidad de recursos naturales finitos”

El gesto tiene consecuencias cromáticas y técnicas, y creo también, culturales. Tagle hace desde la pintura algo que intuyeron algunos ilustradores de libros pulp, que ya desde los 50ˋs introdujeron coordenadas surrealistas y abstractas en el imaginario del terror y de la ciencia ficción, insertando la alta cultura en su propio mundo: formal y narrativo. Lo que el artista hace con su pintura - y su discurso- es permitir el acceso de la imaginación e instalar aquello como un horizonte de posibilidades pictóricas y discursivas. Estas pinturas son posibles a partir de una premisa muy sencilla y dramática: el mundo que conocemos ha desaparecido, la humanidad está extinta, las plantas no. Pero en vez de lamentarlo, el artista se fascina con lo que ve, e inventa los modos de plasmarlo según su nueva lógica. No hay pesimismo y si esperanza. Para hacerlo nos ofrece un puñado de imágenes fascinantes. En estas pinturas que remiten al género del paisaje, Tagle espera que el espectador “vea esta repetición de elementos, como signos que son direcciones, una forma de volver a casa. Volver a casa visto desde lo literal a lo metafísico. Volver a estar en contacto con los ciclos de la naturaleza, lograr que el ser humano vuelva a su centro.”

El futuro en otro lugar


El camino continua al otro lado


Eléctrico

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