Sylvia Velasco Oiticica. Enhebrar y esculpir el tiempo
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Sylvia Velasco Oiticica. Enhebrar y esculpir el tiempo


Sylvia Velasco Oiticica es una artista visual francesa de larga trayectoria. Con formación en literatura y arte y avecindada en varios países de Europa y en Brasil durante más de dos décadas, su trabajo refleja ese nomadismo y una constante búsqueda de límites, formatos, materiales y soportes de expresión. La experiencia radical del encierro al que todos nos vimos forzados durante la pandemia la encontró en un pequeño pueblo de Provenza al pie de los Alpes. Allí el tiempo empezó a fluir de otra manera. Au fil du temps, esculturas de lana y alambre, algunas de ellas de más de dos metros de altura, es el resultado de su forma particular de pensar y enhebrar el tiempo.

por Silvia Veloso



A lo largo de tu obra has experimentado con distintos materiales, cera, óleo, acrílicos y numerosos elementos que se integraban también como materialidad (botones, mostacillas, cristales, cuerdas…). De alguna manera, casi toda tu obra tiende al volumen aun cuando se trate de pintura o collage. ¿Cómo llegas a estos materiales leves con los que has creado las esculturas y qué te interesó de ellos, qué encontraste que podían expresar y transmitir?

El potencial creativo que ofrece la lana tanto por su riqueza cromática como por sus características formales me ha permitido crear redes de hilos tendidos, estirados, retorcidos que van configurando superficies cuyo entramado crea volúmenes. Este enmarañado de hilos que por muy desordenado que parezca lleva su propia lógica, tiene algo que ver con las estructuras mentales, las conexiones neuronales. Es como si tradujera la imagen del propio proceso creativo. Por otra parte, la red es también símbolo de captura, de celada en la cual nuestra mente se pierde a veces.


Sobre tu obra, como dice el texto crítico del filósofo y poeta Pierre Parlant, de cierta forma hay en las esculturas una figuración del tiempo. En los últimos años hiciste un cambio de vida podría decirse que bastante radical. Pasaste de vivir veinte años en el bullicio de Río de Janeiro y después en Madrid a lo que podría denominarse casi un retiro en un pequeño pueblo de Provenza al pie de los Alpes. ¿Tiene algo que ver esta obra con ese tránsito? ¿Cómo se relaciona con el concepto del tiempo? ¿Piensas que el tiempo es siempre el mismo o en caso contrario, cómo ha ido cambiando para ti su percepción?

La serie de esculturas que estoy presentando se llama “El tiempo en hebra”. Por lo tanto sí que tiene que ver el trabajo con la cuestión del tiempo. Me ha llevado dos años finalizarlo, lo que supone muchas dudas, intentos, vacilaciones, destrozos, y también por supuesto muchas satisfacciones. A su vez, las acciones de torcer, anudar, estirar, enrollar, realizadas de manera obsesiva durante horas ha sido una experiencia que podría asemejarse a una meditación por los gestos repetitivos que suponía. Fue un proceso muy lento. Empecé esta serie durante el primer confinamiento: Momento inédito donde todos tuvimos que inventar una manera de enfrentarnos a ese tiempo suspenso. Para muchos fue doloroso y angustiante. Yo lo conseguí torciendo hilos.


Cómo ha influido en tu obra ese hecho de haber vivido en lugares tan diferentes.

Está claro que no habría pintado igual si no hubiese vivido en Brasil durante veinte años, viajado por el Nordeste al acecho de su emblemático arte popular, curtido las fiestas, los mercados, el Carnaval, descubierto los artistas coloristas brasileños contemporáneos y amado el esplendoroso Barroco tropical. En los trabajos realizados en Brasil, la cuestión bidimensional ya estaba presente en las lonas que pintaba recto verso y que llenaba de pequeños objetos decorativos. En Europa, el volumen se impuso de manera lógica. Tenía que explorar ese medio que estaba en germen desde hace mucho sin dejar de lado por supuesto mi afición por el color.


En Au fil du temps, ese anudar, torcer y retorcer de hilos, textiles y alambres al que se refiere Parlant en su análisis de la obra, se menciona que “cada escultura es el testimonio local y trémulo de una aventura duradera, de la paciencia infinita que se requiere para dar forma a un pensamiento”. ¿Dónde empieza y termina ese hilo? ¿De qué forma hilvanas un pensamiento para tirar de la hebra y llegar a una forma final? ¿Es esa forma final a la que llega cada pieza el resultado de un proceso intuitivo o te guías por ideas o conceptos previos a los que vas dando forma?

La verdad es que estoy más inmersa en un proceso empírico donde el hacer abre nuevos caminos. Si el resultado al que llego a veces por pura casualidad, no me parece satisfactorio, vuelvo a utilizar lo ya hecho dándole otro giro, y así varias veces hasta topar con algo que me convence. No me importa deshacer lo que hago, es algo muy frecuente en mi trabajo. Me acerco a lo que presiento siguiendo muchos vaivenes. No hay pues forma previa.


Debe ser difícil poner término a una obra cuando lo que las guía es una hebra de tiempo que va hilvanando un pensamiento que puede saltar de un lado a otro, volver sobre sí mismo o proyectarse infinitamente. ¿Qué define para ti o cómo decides que una escultura está terminada?

Cuando ya no dudo sobre cómo dialogan entre sí, los volúmenes y los colores, cuando añadir algo más supondría destruir una armonía. Después de haber tanteado, explorado opciones diferentes, cada obra acaba imponiendo su lógica y dinámica propia cuya aparición marca el fin del trabajo.


A diferencia de muchos artistas, no tienes miedo al color. En general, cualquiera que sea la materialidad o soporte de trabajo, se aprecia en gran parte de tu obra una experimentación constante a partir del color. ¿Qué hay en esa búsqueda y experimentación?

El color como decía Matisse “toca la profundidad de nuestra alma, nos conmueve, nos pone en movimiento y nos hace entrar en la felicidad la más pura. Dejar el color venir hacia nosotros, es dejarse llenar por la vida”. Hago propias las palabras de Matisse en lo que se refiere al color, el cual guía y da sentido a mi trabajo. Obvio que la exuberancia tropical junto a la luz del Mediterráneo han sido determinantes en mi manera de utilizar el color como condición estructurante de mis obras.


Estas esculturas transmiten una sensación de querer llevar el volumen a su esencia, de descargarlo de todo lo accesorio y dejarlo en su arquitectura primaria. ¿Hay intencionalidad en esa levedad que a su vez funciona como esqueleto sólido y sustentador del volumen que propone cada obra?

Me interesa la idea de unir contrarios. El hilo que sugiere delicadeza, se vuelve a su vez, cuando se va asociando a otros, la base para crear redes muy solidas, invasoras, amenazantes al igual de las telarañas. La sutileza de un hilo que evoca fragilidad y vulnerabilidad se transforma pues en un volumen cuyos entrelazados tienen algo que ver con las relaciones y dependencias complejas de las cuales se nutre la mente humana.


Decíamos antes que has trabajado diversos formatos de expresión visual, pintura, escultura, tapices, collage… En cuál te sientes más cómoda, cuál es más desafiante y cuál el más satisfactorio y por qué. Qué te permite expresar y transmitir cada uno de ellos.

La pintura fue mi manera de interpretar el impacto fuertísimo que tuvo Brasil en mi percepción de una realidad exultante, ajetreada y jubilosa. Actualmente, mi vida se ha calmado y la cuestión del hilo, que tiene que ver con el tiempo me interesa y me fascina. El hilo representa el agente que liga todos los estadios de la existencia. Las parcas, estas hilanderas dueñas del destino, no sólo hilaban, medían y cortaban el hilo de la vida, sino que también entremezclaban los hilos de lana blanca, hilos de oro y de lana negra, símbolo de los momentos dichosos y tristes de la existencia humana.


¿Encuentras alguna conexión entre esos diferentes formatos de expresión y son de alguna manera parte de una misma búsqueda o tus trabajos en cada disciplina responden a búsquedas diferentes?

Coser es decir unir partes unas con otras ha sido la cuestión subyacente a todo mi trabajo. Cuando pintaba una tela la recortaba, juntaba los pedazos de manera aleatoria, volvía a pintar por encima y así sucesivamente hasta llegar a un resultado satisfactorio. Me gusta la idea de rapsodia que en la música significa etimológicamente costura y canto. Los rapsodas, en la Antigüedad, eran cantores itinerantes que declamaban pedazos de obras escritas por otros. De ahí la idea de juntar partes diferentes. La costura nos une a la idea del cuerpo como ropaje de la psique, al concepto de enhebrar la vida con los hilos del destino. Actualmente, mi trabajo está directamente relacionado con esta cuestión.


Enhebrar el tiempo me parece que puede ser una tarea inagotable e infinita. ¿Vas a seguir enhebrando estos hilos de tiempo o estás ya con la cabeza y las manos en otro proyecto?

Sigo con la idea de enhebrar pero investigando otros caminos. Así, empecé a interesarme por el bordado cuando vivía en España y ahí descubrí que cada cultura desenvolvió este tipo artesanía desde los tiempos más remotos. Enhebrar es una afición humana muy antigua que empieza en el paleolítico hace 30000 años y se va desarrollando hasta llegar a una práctica cada vez más refinada de bordado que ya se encuentra por primera vez en Egipcio. Me quedé fascinada por la cuestión y fui indagando hasta darme cuenta que, más allá de los tradicionales puntos de bordados, propios a cada pueblo, existen tantos puntos cuanto bordadores. El bordado pues, representa un mundo infinito de posibilidades plásticas. Es muy estimulante meterse en este universo creativo y tratar de invertir lo aprendido en proyectos personales. Ahora mismo, empecé una serie de bordados de 100 cm por 150 cm cada uno, con hilos rojos, inspirándome en las diez plagas de Egipto. La idea es traducir con puntos delicados y frágiles grandes relatos devastadores y espeluznantes.








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