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Postizo, de Gerardo Pulido: el placer de pintar/pensar con el pincel

POSTIZO
GERARDO PULIDO
MATUCANA 100 - STGO
HASTA EL 15/6


La muestra Postizo, de Gerardo Pulido, en galería Concreta de Matucana 100, reúne más de una decena de cuadros junto a algunas intervenciones murales que interrogan el formato del cuadro y los límites de la pintura. En una época en que el campo de las artes la considera superada y obsoleta, ella no cesa de regresar y de hacerse presente en las búsquedas de artistas que persisten en explorar sus posibilidades pese a su certificado de defunción. Las imágenes de Pulido, con una paleta colorida que no excluye lo chillón, presentan superficies de diversas materialidades simuladas predominantemente por el acrílico, que juega a parecer madera, mármol, metal, pixeles o telas de diverso tipo con niveles variables de realismo o artificio.


1. Vista general de exposición Postizo (2025) de Gerardo Pulido en Galería Concreta, Matucana 100, Stgo. Registro de Sebastián Mejía.

2. Intramuros (cementerio Matucana) (2025): tres de cinco intervenciones murales de Gerardo Pulido en Galería Concreta. Esmalte al agua y pintura acrílica sobre tabiquería, medidas variables; asistencia de Amparo Villegas. Registros de Sebastián Mejía.



Se podría decir que en esta exposición se hace presente, más que en otras del artista, el placer de pintar, pero sin darle nunca rienda suelta por completo. Se trata de un placer contenido, o tal vez del placer perverso de interrumpir el placer, de cortarlo: cada vez que nos maravillamos con alguna textura, técnica o simulación, el pintor hace evidente el artificio que nos había engañado en un juego muy barroco con las expectativas de nuestra mirada. Barroco es también, al mismo tiempo que pop, el juego de esta pintura con las citas: reconocemos en los cuadros imágenes del mundo precolombino, citas de otros cuadros (recuerdo, al vuelo, un bodegón de Juan Sánchez Cotán y un detalle de un cuadro del Bosco), pero también íconos de la cultura de masas como el logo de Pepsi o el rostro del profesor televisivo de pintura Bob Ross. 


La mezcla de lo presuntuoso y lo ridículo, lo sensual y lo cerebral, lo chistoso y lo solemne, lo kitsch y lo ancestral, son en esta exposición lo que nos caracteriza como cultura. Lo postizo, en el sentido de lo "imitado, fingido, sobrepuesto" (RAE) caracterizaría según estos cuadros no solo a la pintura y al arte, sino a la cultura latinoamericana, como una variante de lo mestizo, la categoría con la que se ha pensado con frecuencia a Latinoamérica. Este es uno de los temas que atraviesan la obra de Pulido, como puede verse en los títulos de otras de sus exposiciones (por ejemplo Embuste, de 2022 o Hechizo, de 2019), que también aluden a lo engañoso y lo mixto como característicos de nuestra cultura, donde la madera se hace pasar por mármol en la arquitectura de las iglesias coloniales, simulando una fastuosidad inexistente (o disimulando la pobreza real en que vivimos). 



3. Zip (clip) #1 (2022) de Gerardo Pulido. Pintura acrílica sobre algodón imprimado, 120 x 100 cms. Registro de Sebastián Mejía.


 4. Bastidor con paleta, etc., (2023) de Gerardo Pulido. Pintura “granito” (al agua) y pintura acrílica sobre algodón imprimado, 100 x 140 cms. Registro de Sebastián Mejía.


Es esta, entonces, una pintura que piensa. En primer lugar, piensa su propia condición, autorreflexivamente, y se inscribe así en una tradición que cita constantemente, la del cuadro dentro del cuadro, la inscripción de una pintura dentro de otra, que con razón el historiador del arte André Chastel llamó "el cogito de la pintura". Se alude en estas obras también a la tradición del trompe l'oeil o trampantojo, la técnica de engañar al ojo del espectador simulando un objeto que podríamos tocar, muchas veces a través de la exhibición de texturas que parecen reales y que nos invitan a tocarlas para comprobarlo, a confundir el mundo pintado y el mundo de las cosas existentes "de verdad" (como, en una anécdota famosa, el espectador ingenuo que quiso correr una cortina pintada para ver qué había detrás). Las pinturas de Pulido están repletas de bastidores, pinturas rasgadas o vueltas del revés (en un caso al menos en una cita explícita al reverso de la pintura que se nos oculta famosamente en Las meninas de Velásquez). 


      

5. Comedia del arte #4 (2023) de Gerardo Pulido. Pintura acrílica con espesante y lámina metálica sobre algodón imprimado, 140 x 100 cms. Registro de Sebastián Mejía.


6. Bastidores (nocturno) (2022) de Gerardo Pulido. Lámina metálica y pintura acrílica con espesante sobre lona imprimada, 177 x 275 cms. Registro de Sebastián Mejía.

La de Postizo es también una pintura que nos piensa como espectadores, que juega con nuestras expectativas y hábitos visuales, con nuestros deseos e ideas preconcebidas. Puede ser una pintura frustrante en su negativa a simplemente darnos a ver algo, proponernos una presencia simulada en la que complacernos (como sucede en la pintura figurativa) u ofrecerse simplemente como una superficie plana en la que comparecen colores y formas que no representan nada (como ocurre en la pintura abstracta). Esta pintura juega, en cambio, con fintas que entremezclan lo abstracto y lo figurativo, la ilusión de la profundidad y la sensualidad de la superficie, el placer del color y la mancha con la cita y la parodia. Este juego requiere un oficio consumado, que el artista sin duda tiene. Requiere también una inteligencia, erudición y astucia que Pulido ha desplegado no sólo en su obra sino también en sus libros de ensayo (Composiciones bajo tierra. Abstracción prehispánica en el arte reciente, del 2017, y Hacer pedazos. Iconoclasia contemporánea y una miniatura de pan, 2022). 



7. Zip (capitoné) (2025) de Gerardo Pulido. Pintura acrílica con espesante y arena sobre lona estampada e imprimada, 100 x 80,5 cms. Registro de Sebastián Mejía.

  
8. Contrapuntos #2 (2023) de Gerardo Pulido. Pintura “granito” (al agua) y acrílico con espesante, arena y glitter sobre lona estampada e imprimada, 120 x 160 cms. Registro de Sebastián Mejía.

Pero una gracia del arte es que no solo nos ofrece pensamientos ya listos, proposiciones conscientes u opiniones sobre el mundo, sino también pulsiones inconscientes, visiones de sentido confuso, iluminaciones inesperadas a través de los sentidos. Hay en esta muestra varias capas de sentido no completamente programadas, o trabajadas desde la intuición antes que desde el intelecto, como la tensión entre el indudable deseo de reconocimiento por la maestría técnica y la persistente destrucción de esa maestría a través de la exploración de lo feo, lo tosco, lo inacabado, el mal gusto. Hay también en Postizo una sensualidad latente en los cierres que se abren, las cortinas que prometen correrse, las telas que caen sin nunca revelar más que otras telas y nunca una piel, un cuerpo en cuya apariencia se pueda regocijar la mirada. Son cortinas detrás de las cuales no hay nada, cortinas que en vez de ocultar algo tras de sí se muestran a sí mismas como superficies. Estos cuadros son el paraíso y la pesadilla del voyeur que somos todos y al mismo tiempo una lúcida exploración de las perversiones del ver, de las pulsiones del mirar. Son una exploración de las elusivas y engañosas promesas de felicidad que capturan constantemente nuestra atención en las pantallas con las que convivimos cotidianamente, de los peligros y posibilidades del mundo virtual y de las posibilidades liberadoras del humor y la ironía.


Son además, como el arte barroco, un recordatorio de que nada dura en este mundo, de que la ilusión se desvanece tarde o temprano y de que todo cuerpo hermoso y atractivo se volverá cadáver, cráneo, alimento de gusanos. Son imágenes que nos confrontan con la muerte en un engaño colorido, en la cripta subterránea de concreto de una galería de arte a la que descendemos como a una catacumba y de la que salimos más lúcidos, más despiertos, más vivos ante la conciencia de la mu

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