Doble
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Doble

Nadando en la amniótica oscuridad los embriones gemelos se rozan y se apartan. Sus anatomías ínfimas, casi invisibles, ya son expertas en maniobras de pareja. [Catalina Mena]

                                                                                                                 

Clones fabricados sin la ayuda de los científicos: eso son los gemelos univitelinos. La historia comienza cuando un óvulo fecundado decide copiarse a sí mismo y duplicar, con maravillosa precisión, cada eslabón de la cadena del ADN.

 

Son dos seres genéticamente idénticos, que alguna vez fueron uno solo. Y quizás ese crucial instante de la partición haya quedado oscuramente registrado. Destinados al paralelismo, los gemelos describirán una trayectoria amorosa que los mantendrá siempre en el límite del acoplamiento o la disolución. Por algo la tradición astrológica asocia el signo de los gemelos con el matrimonio.

 

Desde su nacimiento los gemelos surgirán como dos figuras absolutamente sincrónicas. Si uno pide alimento, inmediatamente el otro lo pide; si uno se enferma, es seguro que el otro se enfermará. Ambos lucharán desde el principio por sus propias necesidades, pero durante la niñez vivirán su sincronía como un romance fraternal. Enredados en un juego simbiótico, los niños gemelos serán dos amantes inocentes, que olvidan pronto sus peleas y no toleran por mucho tiempo la distancia.

Marjorie Wallace, una periodista inglesa, estudió el caso de June y Jennifer Gibbons, unas hermanas que llevaron su condición de gemelas hasta la patología. Wallace las conoció en un hospital siquiátrico. Las Gibbons actuaron, hasta adultas, de manera sincronizada. Realizaban los mismos movimientos, exactamente al mismo tiempo, manteniendo un estricto control mutuo. No hablaban con nadie, ni siquiera con sus padres y hermanos, y entre ellas utilizaban un extraño dialecto que luego, al ser grabado y escuchado detalladamente, se descubría como un inglés pronunciado a máxima velocidad.

 

Más o menos sofisticados, con frecuencia los gemelos elaborarán algún tipo de código privado que puede ser un lenguaje gestual o un juego verbal. También será común que digan o hagan lo mismo simultáneamente. Incluso cuando estén separados las coincidencias se repetirán a cada rato, hasta en los detalles más triviales e insignificantes. Un gemelo hará un comentario y, al rato, llegará el otro y hará el mismo comentario. O ambos, en distintos momentos, se pararán frente a la misma vitrina de una calle cualquiera y al llegar a casa comprobarán que han comprado el mismo objeto: una velita rosada.

 

Pero si el humor no es uno de los rasgos dominantes, este paralelismo se volverá karmático. La familia y otros adultos que rodeen a los gemelos jugarán un papel definitivo en el desarrollo de su relación. Desde su cochecito doble las criaturas serán asaltadas por miradas curiosas que se divertirán comparándolas y sumando coincidencias. Les regalarán ropitas repetidas y, más tarde, bajo el rótulo de “los mellizos” se evitarán el trabajo de distinguirlos. Los gemelos se pasarán el resto de la vida rectificando, majaderamente, su propio nombre.


Para los gemelos ser confundidos puede significar un pequeño fastidio que podrán saldar con sabia indiferencia o sutil sentido sarcástico. Las gemelas Gibbons, ante las observaciones de los curiosos, giraban la cabeza lentamente para mirarse entre ellas y emitir, simultáneamente, una risita tonta. Sus compañeros de colegio las llamaban “los pájaros burlones”.

 

Las permanentes confusiones serán el estigma de la adolescencia. Comienza entonces el clásico período de la crisis de identidad y cada cual quiere reafirmar su diferencia. Según cómo haya sido el trato familiar y dependiendo de los egos individuales, la lucha por la individualidad será más o menos intensa. Las peleas suelen incluir violencia física, sobre todo si continúan durmiendo en la misma pieza y la familia nunca ha entendido su necesidad de separarse. Junto con la disputa por la primogenitura (los cinco o diez minutos de diferencia al nacer) aparecerá el fantasma del útero materno. Entonces un gemelo le recordará al otro que ya en la vida intrauterina lo tenía arrinconado o le robaba la comida.

 

Si los gemelos no logran un acuerdo satisfactorio la situación se complicará y entonces surgirá la alternativa de la separación física. Pero, como en todo hay excepciones, tampoco faltan las parejas que optan por la alternativa opuesta y deciden anular las causas del conflicto. En el extremo figuran los gemelos miméticos, que visualizan la posibilidad de volver a ser uno solo, viven en casas vecinas y siguen vistiéndose iguales hasta entrada la adultez.

 

Los gemelos necesitan subrayar sus individualidades pero, al mismo tiempo, conservar una estricta equivalencia. De modo que el inconsciente siempre se las arregla para que no se diferencien demasiado. Nada pueden hacer contra la mutua dependencia: cada cual se refleja en el otro y ninguno de los dos soporta ver desfigurada su imagen. Por ello sus estrategias serán siempre fallidas. Aunque intenten proyectos distintos terminarán en lo mismo o en cosas parecidas; por más que cambien de peinado o ensayen nuevas apariencias no podrán deshacerse de la sombra del otro. Todo será inútil: el corte de pelo pasará inadvertido y en la calle seguirán gritándole un nombre que no es el suyo. 

 

A estas alturas muchos gemelos ya habrán realizado algunas negociaciones, repartiéndose ciertos roles que actuarán hasta sus últimas consecuencias. Uno ha decidido ser el atrevido y el otro el recatado; uno el ordenado y el otro el caótico; uno el solitario y el otro el sociable. Los gemelos respetaran algunas normas tácitas, a fin de mantenerse en los justos límites de la distancia. Si se acercan hasta el acoplamiento, desaparece cada uno; si se alejan demasiado, desaparecen los dos.

           

 

Imagen: Juan Domingo Marinello     


Identical twins - Diane Arbus 1966

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