¿Un mundo sin adultos?
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¿Un mundo sin adultos?

Hablar de los malestares y psicopatologías de los adolescentes plantea muchas problemáticas entrelazadas. Una de ellas tiene que ver con una problemática de un mundo donde parecen no haber adultos. La adolescencia es un invento moderno que sustituye los ritos iniciáticos que va de la infancia a la adultez. Aparece como un tránsito que gira en un tiempo algo indeterminado alrededor del fenómeno biológico sobre la pubertad. Para que pueda funcionar es necesario que haya un cierto corte entre infancia-adolescencia-adultez. Aunque sean transformaciones hasta cierto punto silenciosas tiene que estar mínimamente claro la diferencia entre estas tres etapas. Pienso que uno de los problemas actuales es que hay una continuidad que diluye y confunde cada ciclo. No entro ahora en el paso de la infancia a la adolescencia que también presenta algo de problemático porque quizás se avanza mucho la adolescencia y se pierde demasiado pronto la adolescencia. Entraré en el paso de la adolescencia a la adultez, Para sostener que, en cierta manera, vivimos en un mundo de adolescentes. Es decir, en un mundo sin adultos. Dicho de otra manera, en un mundo donde no aparece la promesa de ser adulto.


Ser adulto es, de hecho, la promesa de la modernidad liberal ilustrada. Se refleja muy bien en el texto de Kant “¿Qué es la ilustración? “. La esperanza de un mundo de sujetos emancipados con capacidad de criterio y de decisión, comprometidos en el respeto a los otros y a la ley democrática. Vivir sin tutores. Ser libres e iguales de derechos. El ser humano dice, llega así a su mayoría de edad. Es el fin de la comunidad tradicional con sus jerarquías, sus estatus y sus roles establecidos que dan una identidad simbólica. El filósofo francés Claude Lefort decía que la modernidad era la aparición de la incertidumbre. Completa lo que dice Kant. Llegar a la mayoría de edad, a ser adulto. También es un concepto moderno. En la Edad Media había niños, jóvenes y viejos. No es un concepto biológico sino cultural y moderno. Ser adulto significa ser autónomo y responsabilizarse de uno mismo, de la propia vida y de los propios actos. Kant ya decía que el miedo y la pereza eran los obstáculos internos. Antes que él La Botie hablaba de servidumbre voluntaria, después de él Erich Fromm del miedo a la libertad. Igual que Claude Lefort cuando decía que frente a la incertidumbre de la modernidad o aceptábamos la incertidumbre de ciudadanos adultos en una sociedad democrática o buscábamos la certeza de los totalitarismos con sus líderes autoritarios y sus dogmas incuestionables.


En contra de lo que muchos dicen no estamos en la postmodernidad sino en la modernidad. Todavía estamos en este proceso de liquidación de las viejas creencias de las comunidades tradicionales. Porque ello supone la desaparición del Otro: Dios, el Rey, el Padre. La desaparición del patriarcado supone una crisis profunda de la Autoridad. En esto estamos. Este fin del Patriarcado tiene muchas implicaciones: cae la autoridad en la familia y en la escuela. Pero crea, además, una crisis de identidad masculina. Por esto la reacción es la aparición de un machismo de manada, es decir un machismo de adolescentes. Pero el problema global es el de la autoridad con respecto a los niños y, sobre todo de los adolescentes. La autoridad no se sostiene en un lugar simbólico: ser padre, ser madre, ser profesor no da ninguna autoridad. Solo se acepta una autoridad que viene del reconocimiento. Y los adolescentes solo pueden reconocer la autoridad de alguien que tiene un saber que viene de la experiencia de quien se hace cargo de uno mismo, es decir de un adulto. Walter Benjamin dijo que de la Primera Guerra Mundial se había vuelto enmudecido, que el carácter traumático impedía que lo vivido se transformara en experiencia.


Giorgio Agamben lo comenta en su texto “Infancia e historia”, añadiendo que si hoy tampoco existía la experiencia, entendida como este saber , a la vez singular y común, que aparece a partir de lo que vivimos, era por la banalidad de nuestra sociedad. Sociedad de la insignificancia, decía también Cornelius Castoriadis. Propio de algo que también es muy moderno, que es el capitalismo. Pier Paolo Passolini lo denunciaba en los años sesenta del siglo pasado, en sus “Escritos corsarios” : la cultura de masas. Vivir en los tópicos generados por la publicidad, los mass media, el consumismo, la televisión y ahora internet, podríamos añadir. No hay tiempo para comprender. La aceleración es entonces uno de los elementos fundamentales de esta alienación. Pero si no hay experiencia tampoco puede haber adultos.


Los adolescentes necesitan una referencia. Necesitan una Ley que ponga límite a su goce inmediato y que permita que aparezca un deseo que madura desde lo que nos falta. Una Ley humanizada que permita un margen para la propia elaboración, que no nos impulse hacia la repetición sino hacia la transformación. Pero esta Ley solo puede aparecer como algo que regula el mundo de los adultos. Los adolescentes necesitan entender que les espera otro mundo, que es el de los adultos. Que hay una pérdida, como cuando dejaron de ser niños, pero que les abre otras posibilidades. Entonces ser adulto quiere decir entrar en el mundo de la responsabilidad subjetiva. Es decir, de sujetos que se hacen cargo de sí mismos, comprometidos con un proyecto ético y político. No se trata de adultos idealizados. Deben aparecer con sus carencias, con sus contradicciones, con sus defectos. Pero funcionan como un Ideal, que es justamente lo que les hace falta. Y repito que Ideal no quiere decir idealización, quiere decir una brújula que oriente.


El problema es que el mundo de los mayores no les parece como un mundo de adultos al que acceder sino como una continuidad del suyo. Los mayores son como ellos, aunque más viejos, más cansados y con más obligaciones. Esta es, me parece, una cuestión importante. A los adolescentes les falta Ideal entendido como una referencia. La adolescencia es ya de por sí una época complicada, crítica, porque sales del mundo de la infancia para apuntar hacia otra cosa. Pero si no hay la referencia futura entonces es la angustia la que se instala. Porque el propio lenguaje, la palabra, tampoco es el instrumento desde el que elaborar esta experiencia que ya he comentado que falta. Las imágenes y el bla,bla,bla que es hablar sin decir ( como se da en la mayoría de youtubers )es lo que inunda el mundo percibido. Pero faltan las palabras con sentido, capaces de articular en experiencias lo vivido. De esta manera se complica otro problema propio de las sociedades liberales que es la de diferencia entre generaciones. Solo puede ser la diferencia entre los adultos, por un lado, y los niños-adolescentes por otro. Los adultos transmiten una herencia simbólica: la lengua, los valores, las prácticas, los saberes. Si no hay esta herencia simbólica, si lo que se transmite no es algo vivo sino algo muerto, si no tiene una resonancia afectiva sino que se muestra como un discurso vacío. Entonces no hay nada que pueda mantener la diferencia generacional. Entonces todo son conflictos o relaciones de coleguillas. No hay diálogo intergeneracional simplemente porque no hay generaciones.


La vuelta a la sociedad patriarcal tradicional no es ni posible no deseable. Pero si no nos planteamos seriamente que hay que asumir este reto, el asumir nuestra responsabilidad como adultos, mucho me temo que la deriva continue y se profundice




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