Culto al ego
- Natalia Arcos
- 28 may
- 5 Min. de lectura
El ego es una ficción social, como el dólar o la línea del Ecuador.
Alan Watts
CULTO AL EGO
JULIA TORO
07 DE JUNIO - 06 DE JULIO 2025
Después de décadas de un cuerpo de obra caracterizado principalmente por fotografías íntimas, desenfocadas y espontáneas, Julia Toro decide en el año 2023 darle un giro a la que venía siendo su reconocida y consagrada producción. Deja entonces a un lado la cámara análoga, toma dos digitales de última generación y establece un estudio de fotos en el living de su casa, con telón de fondo, luces y sillas. Explora un poco, incluso, la imagen a color.
Nació así el proyecto Culto al Ego, que fundamentalmente se trata de recibir personas en su casa para ser retratadas, en un entorno de factores lumínicos controlados.
La antigua práctica de fotografiarse, ya sea solo o en familia, ante un profesional, ha sido olvidada desde que el acceso a las cámaras fotográficas se volvió masivo y popular; además con los celulares, participamos todos hoy en día de un bombardeo constante de selfis, donde construimos rápidamente una imagen propia – a semejanza de millones de otras-, que muy pronto se desvanece en el maremágnum de las redes sociales.
Entonces ¿qué es lo nuevo de eso tan viejo que propone Julia Toro?
En Culto al Ego se localizan varios procesos simultáneos:
Uno) es el de esta escenografía que trasvierte lo doméstico hacia un espacio con intenciones neutrales, pero que aún denota hogar -no solo por el obvio contexto- sino por las dinámicas que se ciernen sobre la sesión de fotos. Este medio ambiente familiar le va a restar solemnidad al proceso de posar y ser retratado. Sin embargo, y aunque el entorno casa sigue existiendo en las fotos de Julia (como en gran parte de las fotos anteriores), este espacio va a estar de ahora en más organizado y delimitado formalmente para conseguir fotos perfectamente iluminadas y enfocadas, un ejercicio visual nuevo para la fotógrafa.
Dos) la espontaneidad de la mirada escondida -aquella que ejercía Toro anteriormente- es reemplazada esta vez por una observación inquisidora que disfruta totalmente de un sujeto dispuesto a ser revelado ante ella. Frente a frente sentados, una desnuda con la mirada al otro. Esto recuerda la dinámica de Marina Abramovic, cuando realiza la performance “El artista está presente” en la que el público se sienta delante de ella por algunos minutos. Julia va a sentarse también frente a los invitados durante las sesiones de retratos, para escudriñar activamente en el alma de la persona; y mientras les conversa y captura rápidamente, saca a relucir los personajes internos que cada persona cree que porta: porque Toro fotografía mientras invita a creerse el cuento, a creerse la muerte, a creerse importante en medio de una lucha imaginaria de Eros y Tánatos por dejar un mensaje a posteriori a través del propio autorretrato. Dice la propia Julia: “En este ejercicio de sentarme frente a otros, desarrollo una conversación mientras indago en el rostro y la máscara del personaje, para llegar a revelar alguna verdad, que puede ser la timidez, la sensualidad, la travesura o incluso el agobio y la tristeza. Pero también los motivo a posar, a desarrollar su personaje, su propio Culto al Ego. Es un ejercicio que los desafía a ellos y a mí y nos saca de la comodidad”.
En esta acción tenemos ya la oposición total a la masividad precaria de la selfi: cada retratado se ha pensado así mismo al momento de posar y ha decidido cada gesto como algo que se presenta al mismo tiempo tanto falso como auténtico, pero a condición de permanecer. Es que realmente no hay espontaneidad, sino un proceso de construcción de la imagen propia tras preguntarse: ¿Qué máscaras llevo conmigo? ¿Dónde termina mi persona y empiezan mis personajes? ¿Qué elijo develar de mí mismo: lo que se supone qué es mi persona o uno de estos otros yo?
Tres) la invitación a posar ante el lente fue extendida a familiares, amigos, vecinos y en menor medida, algunos desconocidos. A diferencia de proyectos de retratos de otros fotógrafos, acá no predomina la intención de develar la vida de las personas a través de sus rostros, sino de conducirlas a un juego de soñarse en otros planos y elevar su autoestima: es decir, posar. En la presente serie fotográfica, tenemos un abanico de artistas e intelectuales, profesionales, migrantes, hombres y mujeres de diferentes oficios, ocupaciones, etnias y edades. Hay canas, arrugas y también bellezas normadas. Y aunque Julia Toro insiste en que ha querido hacer una frivolidad, la verdad es que el despliegue de retratos nos retrotrae a la importante y humana cuestión de la construcción de la propia imagen.
Para la gran retrospectiva de Julia Toro que se realizó en el Museo de Arte Contemporáneo el año 2016, Francisco Brugnoli señalaba que la autora espiaba sus modelos desde el lente y captaba en cada pose aquello que el modelo desprevenidamente hacía, poniendo en crisis ese yo deseado de toda pose. Esta vez y a los 90 años, Julia consagra visualmente justamente lo contrario.
Cuatro) Durante más de dos años, la autora ha retratado a decenas y decenas de personas, incluyendo parejas y familias. Pero para la exposición en Galería Aninat hemos seleccionado una treintena de fotografías solo de individuos, aquellos que mejor lograron transmitir esa sensación del culto al propio ego. Hemos querido mantener una paridad entre hombres y mujeres, en el mismo fondo y similar encuadre.
Sin embargo, una de las fotos es totalmente diferente.
Se trata de un desnudo de espaldas a una mujer de edad mayor. La foto es de las primeras que realizó Julia en el estudio de su casa, y casualmente recuerda a la pintura “La Venus del Espejo”, de Velázquez. Esta imagen va a marcar fielmente una transición entre el estilo antes conocido de la fotografía de Toro, y el nuevo uso del color, de la cámara digital y del entorno doméstico iluminado de forma adecuada para fotografiar. Pervive sin embargo esta pulsión de lo no-perfecto, del ángel caído a las sábanas desordenadas.
Cinco) Para la psicología, el ego es la forma por la cual el sujeto se reconoce como individuo y es consciente de su propia identidad. Pero a veces señalamos también al ego como algo negativo, al percibir un exceso de autoestima en el otro, lo que se suele sancionar socialmente. Según Althusser, el ego es el centro de reconocimiento de las normas sociales de determinado contexto ideológico e histórico. Así mismo, para Erich Fromm, el ego convierte al individuo en un objeto que debe venderse y promoverse en el mercado social. De esta manera entendido, el ego es un desdoblamiento para plantearnos ante los otros pero dentro de determinados contextos culturales que varían históricamente.
En Culto al Ego se construye entonces un relato contrapunto de la obra anterior de Julia Toro, donde aparece esta polifonía del Chile actual, con más colores y diversidad. Si antes el entorno sombrío de la Dictadura sobrevolaba indirectamente las imágenes, hoy lo hace el sistema neoliberal altamente competitivo que nos domina. En el fondo, el “Amor por Chile” sigue ahí, adaptándose a las posibilidades actuales de la autora y a la realidad contemporánea del país. Esta radiografía cultural se encarna en rostros individuales, cuyo conjunto nos habla de las expectativas normativas que el modelo neoliberal impone globalmente.