Patricia Erlés: conectar con la extrañeza
- Lucas Sánchez
- hace 2 días
- 10 Min. de lectura
La escritora española de narrativa fantástica y gótica, Patricia Erlés, estuvo recientemente de visita en Chile. Vino como invitada a la Cátedra Abierta Homenaje a Roberto Bolaño (UDP) a dar una charla titulada “Lo doméstico fantástico”, además de inaugurar el año académico en la Escuela de Literatura de la Universidad Finis Terrae.
Hace poco se editó por 4ta vez su libro Casa de muñecas. Sobre su visita a Chile, la nueva edición de su libro y el lugar de la oscuridad y el miedo conversamos en esta entrevista para Barbarie: “el deseo tiene que ver con la curiosidad, con el asomarse, mientras que el miedo con la prudencia. De hecho, el miedo es lo que nos ayuda a no meternos en líos. Si no tuviéramos miedo nos pasarían muchas más cosas terribles y caeríamos en peligro de forma mucho más frecuentemente”.
Te quiero comenzar preguntando por tu libro Casa de muñecas, porque aquí rastreas aspectos de la infancia que son poco comunes. Normalmente, asociamos la infancia a un periodo de inocencia y de crecimiento, sin embargo, en tú libro abordas la infancia desde la crueldad infantil y como un tiempo eterno que no es cronológico. Comencemos por aquí.
Dos apreciaciones muy acertadas. Yo he mencionado cada vez que se hace una pregunta sobre este libro y en especial por la sección que tiene que ver con la infancia, porque en realidad el libro es un artefacto que va analizando etapas de la vida a través de las habitaciones, del uso que damos a las habitaciones de la casa. Ahora, me importaba mucho contar cómo se comienza a vivir, o donde empezamos a vivir, que es la habitación infantil y el cuarto de juego.
Creo que las ambas cosas que mencionas están relacionadas. Yo no recuerdo mi infancia como ese lugar feliz, maravilloso, en el que un día con tristeza te das cuenta de que lo has abandonado y estás en la edad adulta, y lo recuerdas todo con nostalgia porque la vida era maravillosa. Yo recuerdo la infancia como un lugar de formación, como una etapa en la vida en que estás aprendiendo a ser el adulto que serás y eso tiene que ver en buena medida con las cosas negativas que también tenemos como adultos.
¿Cómo es eso? ¿A qué te refieres?
A mí no me gusta que se hable de la infancia solamente enfocando la cara soleada que sin duda la tiene, la inocencia, la belleza, la pureza, etc. Me gusta que se hable con naturalidad de la cara oscura, y la cara oscura está formada por el miedo, la traición, la mentira, aprendemos estrategias, emociones que no son agradables y que vamos a tener que utilizar, y eso aparece en el libro. A veces, con bastante humor, tampoco me interesa hacer una tragedia, al cabo estamos todos vivos, y con suerte salimos de la infancia y nos esperan muchos años de otras cosas, pero sí que considero que no es ese edén. Me interesan muchas autoras como Ana María Matute, que han hablado de la infancia como de la noche que no se acaba, y esto tiene que ver con la segunda parte de tú pregunta, con ese tiempo que da la sensación de que no tiene fin, que es una cinta transportadora, de estas de aeropuerto que te va llevando y llevando, pero de donde nunca sales.
No hay final para los días de colegio, para las veces que sufres la tortura por parte de la crueldad de otros niños, esto parece que nunca se acaba. Es un día de la marmota perpetuo donde te va a volver a pasar al día siguiente lo mismo.
Incluso se podría decir que en la propia adultez hay algo de la infancia que retorna
Yo estoy convencida de que las cosas que me obsesionaban de pequeña son las mismas que me obsesionan ahora. Estoy convencida de que somos un bonsái o que somos adultos condensados cuando niños y que nos vamos desplegando más o menos, dependiendo de la altura que alcancemos, pero yo creo que todo lo que vamos a hacer este contenido en la infancia, lo que nos va a importar, lo que nos va a obsesionar. Yo he cambiado muy poco. De hecho, recuerdo que muchas de las cosas que me interesaban antes son las mismas que ahora. y las cosas que me causaban rechazos siguen siendo las mismas.
De hecho, cuando comienzas a recorrer otras partes de la casa en el libro, al inicio de la parte adulta y aparecen los celos: ¿son un sentimiento de infancia o de la adultez?
Pensad que los celos los inventamos los adultos, aunque celos tienen hasta los perros, pero los celos, son una forma de amor muy obscura que experimentamos cuando nos damos cuenta de que aquello que más queremos pone los ojos en otro ser. Esto, nos parece la peor de las traiciones, es un veneno que te consume por dentro. A mí me interesó reflejar eso. Incluso, los celos que puede despertar una muñeca. Uno de mis cuentos habla de eso, de una niña que sabe que va a morir y no soporta la idea de que su muñeca vaya a vivir el resto de la infancia de su hermana, y prefiere llevársela con ella al otro mundo.
Este cuento es una especie de maqueta o de versión infantil de los crímenes pasionales que se comenten, porque no soportan la idea de que otro se lleve lo que es tuyo o lo que crees que es tuyo.
Te quería preguntar por la muñeca como elección que representa la infancia. Hay un psicoanalista que se llama Winnicott que plantea un objeto que no es objetivo, ni es subjetivo, sino que está en la mitad digamos. Me parece que las muñecas operan un poco así en tus cuentos. En un territorio de intermedio.
Pues a mi es que las muñecas me fascinan, me han dado siempre una mezcla de terror y de fascinación que hasta hoy me sigue pasando, o sea cada cierto tiempo hay gente que me quiere regalar una muñeca espeluznante porque sabe que la voy a recibir con los brazos abiertos en mi casa. Ahora, en la literatura, la muñeca es como un doble del ser humano. A mí el tema del doble me interesa porque cuestiona la identidad y tu singularidad, la idea de que tu seas único e irrepetible. Hay muchas variantes del doble: el espejo, el retrato, el gemelo, etc.… y la muñeca es un doble del ser humano.
Y algo de lo que has dicho tanteo también en el libro, porque no conocía la definición de Winnicott, pero se ajusta perfectamente a mi juicio de que las muñecas no están vivas ni muertas, de que son inmortales.
¿Cómo así?
Yo me acuerdo de estos programas de chicas desaparecidas en España en donde la madre recorre la habitación de la hija con las muñecas colocadas en estanterías y te paras a pensar que estas muñecas han sobrevivido a la chica a la que vienen a acompañar. Tú te vas haciendo mayor y las muñecas permanecen inalterables, perfectas. Las muñecas son un ser que no disfruta del todo de la vida, pero que tampoco se ven perjudicada por la muerte. Es un ser que permanece al margen del tiempo. A mí me dan mucho miedo, aunque tienen una belleza extraña, la de la inmovilidad, de lo que no está vivo, pero que emula la vida. Me parece muy atractivo que cuentan con todos los elementos que tiene el ser humano, pero rígidos, son brillantes, de un material que no es la piel pero que se asemeja, tienen pelo, etc.
Esa característica de lo animado
Claro, lo animas tú con tu amor. Al final tú crees que está viva, pero eres tú quien le da vida, y cuando la olvidas se la has quitado. Me parece que hay una simbiosis aquí y un juego, una dialéctica que tiene algo de escalofriante.
¿No te parece un poco que se ha perdido el miedo a la oscuridad? Que vivimos en un mundo donde sólo hay luz, y donde la sobrexposición a las pantallas, al celular, etc., hace que todo sea un poco pornográfico. Como si el miedo estuviese en extinción.
Yo soy muy optimista. Y, por lo mismo, si bien creo que tiene razón en algunas cosas que dices, en que nos estamos acostumbrando a lo terrible y que lo hemos normalizado, y que ya no nos sorprendemos de que cada día nos lleguen cifras en donde nos digan han muerto 200 personas aquí, es decir: que despersonalizas a seres humanos y seres querido es heavy.
Sin embargo, me emociona el mundo de lo terrorífico. Yo creo que a las autoras y autores que nos dedicamos a este género literario también. En mi caso, no se hacer otra cosa. No sé contar una historia realista sin que aparezca lo extraño, lo inquietante o lo siniestro. Yo creo que hemos descubierto el mejor gimnasio para entrenar una forma de mirar al mundo que tiene que ver con la necesidad de contar esa realidad que nos da tanto miedo, pero desde una óptica que refleje sobretodo lo extraño que es el mundo.
Yo no creo que las personas que nos dedicamos al terror o a lo fantástico, seamos personas especialmente críticas de la realidad que nos rodea, y que por eso queremos escaparnos. No somos Houdini. No queremos huir de la realidad, sino que nos colocamos de otro ángulo y conectamos con la extrañeza que tiene eso que estamos viviendo, con lo raro que es el mundo.
Afortunadamente, creo que sigue existiendo el deseo, el miedo y el terror, porque estos son rasgos propios del ser humano que no van a desaparecer. A menos que tengamos la brillante idea de apretar un botón y dinamitar el mundo, pero mientras eso no ocurra, no creo que desaparezcan, porque son parte de nuestro ADN.
¿Y entonces?
Bueno, lo que si pienso es que cada vez la realidad nos está ofreciendo motivos más terroríficos, porque da miedo lo que ocurre, en todo tipo de ámbito. Por ejemplo, en esto que hablamos de que la realidad se haya en una pantalla y que se haya convertido en un programa de televisión macabro. O lo que ocurre con las mujeres y esta sociedad que no te permite cumplir años de una forma normal, porque la cirugía es una manera de monstruosidad en muchas ocasiones. Me refiero es como ponerse a hacer ciencia ficción, ¿dónde están los límites del derecho a vivir o a morir? O lo que se puede hacer con la ingeniería genética, en fin, el poder de las maquinas. En este sentido, yo creo que cada vez nos están dando miedos más sofisticados y enrevesados.
Hay nuevos miedos ahora, pero que parecieran estar a plena luz del día…
Está bueno eso, porque claro, el deseo tiene que ver con la curiosidad, con el asomarse, mientras que el miedo con la prudencia. De hecho, el miedo es lo que nos ayuda a no meternos en líos. Si no tuviéramos miedo nos pasarían muchas más cosas terribles y caeríamos en peligro de forma mucho más frecuentemente.
Cuéntanos sobre tu viaje a Chile. Estuviste en la Universidad Diego Portales, también en la Universidad Finis Terrae, ¿de qué se ha tratado esta visita?
Pues muy entretenida, muy interesante, porque aquí en Chile tenéis muchas investigadoras, en especial, a dos personas con las que he tratado, que son dos profesoras universitarias que están trabajando mucho el tema de lo fantástico femenino, vinculado a la casa y al ámbito de lo doméstico como museo de los horrores, como lugar de las apariciones. Y en esto, pues, hay muchísimas autoras que estamos siguiendo la estela de Shirley Jackson, que es la autora que siempre ha reconocido Stephen King como su maestra.
La casa ya no como el lugar que contiene fantasmas del pasado, sino como un lugar donde aparecen tus propios miedos y traumas que te tienen acorralada, que te generan paranoias o estados mentales de total desequilibrio. Hay en lo cotidiano, en la realidad de todos los días algo muy siniestro.
¿Cómo es eso?
La casa es un nombre, es un sustantivo muy polisémico, se puede vincular a la patria, al linaje de alguien, se puede vincular al lugar de dónde vienes, al origen, etc.
Pero, para mí la casa es un femenino, un femenino absolutamente, pero eso no es necesariamente bueno. Al lado de una casita de muñecas, una niña puede parecer una gigante, o se puede sentir una gigante. Es un micromundo que puede gobernar. Este es otro tema que me interesa, el poder mal ejercido, el del demiurgo que crea un mundo y que siente que el mundo es su casa de muñecas, donde puede jugar, romper una silla, tirar una muñequita por la ventana como una gigante. Yo creo que es un tema que he tratado en mi novela Las madres negras, donde las vidas de mujeres que viven en un orfanato son las muñecas de la protagonista. Esta es una de mis obsesiones. La casa es un lugar donde quien la gobierna puede hacerlo como un demiurgo.
En la casa de muñecas hay un incendio, se puede jugar a quien se elimina del juego, incendiar esto o esto otro, etc., hay niños que se entretienen vistiendo a la muñeca, peinándola, maquillándolas, vistiéndolas o dejándola perfecta, y también, quienes las tiran por la ventana y las queman. Hay, en el juego, un ensayo de quienes vamos a ser.
A veces tengo la sensación de que somos muñequitos.
Aterrador.
Un poco.
Tú abordaje es desde el cuento, ¿cómo fue que deviniste una escritora de cuentos?
Yo estudié filología y me di cuenta mientras iba estudiando que los autores y autoras que más me impresionaban, que más envidia me provocaban, que más admiración y ganas de ponerme a escribir me generaban eran los cuentistas. En España estudiamos muchos cuentistas latinoamericanos, porque en España no hemos podido conservar esta tradición. He escrito novelas, de hecho, a mí me han dicho en muchas ocasiones que es mejor económicamente escribir novelas, pero cuando las escribí fue porque me dio la gana, porque mi pasión es el cuento.
El cuento es un género más misterioso, tiene algo que lo vincula con la poesía en el enigma, requiere de un lector cómplice que te siga en el tono, que te siga en la atmósfera, que complete las elipsis y que sepa de dónde vienes y a dónde vas con el relato, que se quede pensando cuando termina sobre lo que ha ocurrido, sobre los personajes, en su vida, sobre qué será de ellos, etc.
¿Y la novela?
Yo creo que la novela es un género mucho más complaciente, porque lo que hace es brindarte un mundo entero. Tú te sientas y lo disfrutas, pero no te pide tanto que participes. No voy a abandonar nunca la novela, siempre estoy escribiendo textos breves junto con otros proyectos y otras cosas que me interesan, pero yo sobre todo me defino como cuentista.
El cuento es el hermano misterioso de la poesía, son gemelos que se parecen, el concepto de verdad, porque está más desprovisto de significado, lo esencial, la revelación, la epifanía está en la poesía y en el cuento.