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Elecciones en la Frontera


Me tocó ir a cubrir las elecciones a la frontera. Un lugar donde amanece más tarde y oscurece más temprano (por ahora), donde el "que se apura pierde el tiempo", un lugar limpio donde todo se detiene cuando el viento sopla demasiado fuerte… básicamente, me tocó cubrir las elecciones en otro planeta, pero ese planeta también es Chile.

Los árboles siempre de lado dan testimonio de lo que ha sido resistir en esos territorios. El mar negro, a veces calmo, muchas veces picado, sin duda es hogar de monstruos marinos y despeñadero de barcos.

En ese sur - sur, el viento, la luz, el frío y la falta de cordillera siempre me han llevado a un rincón interno que me deja más callada, pero con los ojos un poco más abiertos.La República independiente de Magallanes guarda algunas cosas de un país que fuimos y de otro que jamás hemos sido. La gente es amable y acogedora con "los del norte" y tiende a evaluar a las personas por lo que sabe de ellas. Esa disolución del individuo en eslóganes y pactos, allá no vale. A cada patagón que le pregunté por su voto, me respondió con largas historias sobre sus candidatos y candidatas. De qué familia venían, si eran trabajadores y buena gente, si habían ganado su voto con respeto, porque “acá si uno hace las cosas mal, todos se enteran”. Esa escala, aún humana, ese valor de la honra que se analiza para dar el voto, es un tesoro muy antiguo que ha quedado resguardado por el frío patagónico. Quién sabe por cuánto más…


El 7 de mayo amaneció en el estrecho, a eso de las 8.30, entre nubes violeta y el océano negro. Esperábamos el voto del presidente, en un ritual que la prensa conoce de memoria, pero lo que no esperábamos es la forma en que lo hace Boric. Si, venía con su familia, pero una que sale de los arquetipos y tiene otras reglas y originalidades. El presidente viene con su pareja, que no es su esposa.

Camina delante suyo su madre con un niño al que cuida de unos 7 años, vestido de Spiderman (María Soldad Font es guardadora temporal), pero este hombre araña tiene capa y coche, y, dentro del coche, tiene una guagua. Ella le acomoda la máscara con cuidado y ternura varias veces. Es una imagen original y conmovedora.

Luego, tras el Presidente y su pareja, viene su hermano Simón, que también trae un coche. Esta vez la guagua es real. Al final camina el papá. Esa postal es la deconstrucción patriarcal hecha familia. Todos, con gran naturalidad, votan y acompañan al mandatario luego al punto de prensa.

Al igual que el año pasado, el niño maneja, ya no una bici sino su coche durante las palabras del presidente. Mientras sigue la ceremonia de la elección, pienso en este Chile de frontera donde una madre cría hijos propios y ajenos, los hombres llevan los coches y cuidan guaguas al mismo tiempo que se sienten superhéroes, y el padre camina al fondo, tranquilo. Acá no es impresentable que un niño juegue como niño, mientras los adultos hacen cosas de grandes: todos coexisten.

Un Chile de frontera.


Durante la tarde, Magallanes logra protagonismo porque sus mesas cierran antes. Sin querer, con el cambio de horario, los magallánicos pusieron los ojos del centro en la última de las regiones, y entonces, miramos en cadena nacional ese ritual electoral de conteo de votos que sabemos no van a ser representativos necesariamente.

Allá se inscribe un candidato independiente y es uno de los que tiene individualmente más apoyo. Solo en Magallanes podía tal vez alguien sin lista, ganarle a ese sistema de amarres que se eligió para proteger a los pactos y dar estabilidad. Es que Magallanes es siempre Magallanes.

Sin embargo, la gloria de las regiones se acabó cuando se abrieron las mesas de Santiago y comenzó la avalancha de reportes capitalinos que siempre ha inundado e indignado a las audiencias regionales.

Pasa la aplanadora de Providencia y Puente Alto, y quedan las regiones y sus particularidades en silencio. Inmediatamente, los equipos que fuimos destinados a esta cobertura sabemos que no nos volverán a preguntar cómo va la elección y en esa pausa nos enteramos de la muerte, a los 84 años, de Patricio Bañados. Un ícono del periodismo y de la historia muere el año en que se cumplen 50 años del golpe, el día en que se elige un nuevo grupo de personas para redactar una propuesta de Constitución que reemplace a la que fue redactada en dictadura. Dios es un guionista. Ya lo sabemos.

Aun así, sabemos que esta historia no es exactamente un círculo. Vivimos en un país 50 años diferente, y se redactará la nueva propuesta en un órgano paritario, con un escaño para un representante de los pueblos originarios. El destino de este documento lo conoceremos en otra votación a la que acudirá este joven presidente, acompañado de su madre y un niño vestido de superhéroe que sabe cuidar guaguas. Vivimos igual en otro Chile, de eso no hay duda.



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