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Zona liberada y otoñal: Anotaciones al margen de Eugenio Tironi

[Texto de la presentación que realizó el historiador Manuel Vicuña del nuevo libro del sociólogo Eugenio Tironi. Un ensayo, dice, cruzado por “cierto desencanto o lucidez sombría que se mantiene a resguardo, sin embargo, de la misantropía”. ]


Empiezo con una observación que Eugenio Tironi podría suscribir sin dificultad, y que de hecho proviene de uno de los autores citados en Anotaciones al margen. Decía Emil Cioran que el pensamiento sistemático nos vuelve prisioneros de nuestras premisas: una vez fijada la idea inicial, se impone la obligación de no contradecirse y, con ella, la falsedad frente al carácter voluble de la existencia y las tentaciones digresivas del pensamiento. El sistema, añade Cioran, siempre termina siendo la voz del embustero. El pensamiento fragmentario, en cambio, permanece libre: puede afirmar en un mismo día una cosa y su contraria, obedeciendo a la diversidad de la experiencia. Lleva el sello de una mente viva y permite representar el mundo en su complejidad dislocada, y, al mismo tiempo,  actuar sobre uno mismo.


Anotaciones al margen se sitúa justamente en esa zona liberada de la obligación de ser coherente en el sentido más limitado del término. Este libro no es una miniatura autobiográfica circunscrita a la trayectoria del yo en sociedad, no es tampoco un libro de apuntes sociológicos, aunque tiene algo de eso si escarbamos un poco. Es, más bien, la tentativa de un hombre mayor por darle forma y otorgarle sentido a eso que la vida ha ido depositando en él: recuerdos, intuiciones, pequeñas verdades, lecturas, sospechas, dudas, porrazos, irritaciones y también gratitudes. 


Todo manifestado sin pretensión, sin alardes. Y con el ánimo sosegado de quien viene de vuelta y encuentra en la escritura un tipo de gratificación asociada a la memoria que aminora las pérdidas y revive momentos que contribuyen a mantenerse en pie cuando todo se tambalea alrededor. Anotaciones al margen es, en este sentido, el texto otoñal de alguien en retirada que ensaya un conjuro para restarle dramatismo a la convicción de que la vejez, en palabras de Philip Roth, “es una masacre”. El sujeto que habla en Anotaciones al margen se muestra vulnerable sin melodrama, asume la vejez buscando acomodo con sus contratiempos, intenta gozar de los festejos de la edad tardía, conoce el valor del sentido del ridículo y por eso evita el patetismo derivado de la incapacidad de estar a solas consigo mismo. Eugenio Tironi acusa los golpes de la vida, pero sin hacerse la víctima, esa pasión contemporánea que ha dado paso a una nueva aristocracia del sufrimiento, como ha advertido Pascal Bruckner. 


Estamos, entonces, ante un conjunto de fragmentos. Pero aquí la fragmentariedad no es un capricho ni una concesión al gusto contemporáneo por lo breve y los atajos. Adoptar la fragmentariedad es una manera de responder a lo inmediato, y a la vez de atrapar eso que nos ronda a diario. Eugenio Tironi parece asumir que lo vivido no se deja encerrar en un discurso continuo sin alguna forma de violencia, y que hay aspectos de la experiencia —los más delicados, los más difíciles de nombrar, los más perturbadores— que solo soportan la luz oblicua que arroja un puñado de palabras. 


De ahí que cada anotación se presente como una isla de pensamiento: autosuficiente, pero conectada con las otras. El libro tiene la forma de un archipiélago de momentos de toma de conciencia. Entiendo que Chamfort afirmaba que los fragmentos son la forma natural de quien piensa rápido, observa mucho y desconfía de los sistemas. El fragmento no es una facilidad estilística, sino una postura vital que transforma la interrupción en método y combina la expresión directa con los rodeos. Escribir en fragmentos es aceptar que la experiencia moderna se sostiene sobre piezas que nunca encajan del todo, aunque nos esforcemos al máximo por engranarlas. 


Anotaciones al margen es, entre otras cosas, un diario de lectura, o eso que se llama marginalia. Edgar Allan Poe terminó publicando en los periódicos las reflexiones que anotaba en los márgenes de los libros. Eugenio Tironi hace lo mismo. Detrás de sus párrafos se encuentra el trajín de la vida cotidiana y los ecos de época, pero sobre todo, según él mismo cuenta en la nota introductoria, las palabras inspiradoras de autores como Elias Canetti, Úrsula K. Le Guin, Fernando Pessoa, Cioran, Natalia Ginzburg, Claudio Magris o Margarite Yourcenar, lumbreras que sabían destilar en una frase lo que otros escritores apenas insinúan en un libro, y que a veces hicieron del fragmento la unidad mínima de una sensibilidad a veces austera, a veces suntuosa. 


Siguiendo esos pasos, Eugenio Tironi transforma cada anotación en un ejercicio de vigilancia dirigida tanto hacia el mundo como hacia sí mismo, exhibe una mezcla lograda de observación del panorama circundante y un agudo sentido de auto escrutinio. Así como excava en su psique sin levantar polvo, alza la vista y escruta el entorno con una curiosidad poco intrusiva. Alumbra las zonas de sombra que se ha encontrado en el camino, y que recortan su paisaje interior.    


Pero Anotaciones al margen no sería lo que es si se limitara a esa arqueología personal. A este libro también lo caracteriza su entonación. Su tono es certero, sin por eso incurrir en el gesto rotundo de las actitudes pontificadoras. La sabiduría que asoma en estas páginas es discreta. En el fondo, se trata de la sabiduría sin ampulosidad de quien ya no necesita demostrar su inteligencia ni defender su posición ni robarse la película, y puede, por lo mismo, mirar el mundo y escarbar en sí mismo con una mezcla de ironía retraída y gusto por los matices, de falta de soberbia y reconocimiento de los límites. Cuando las recetas del pasado han caducado y los destinos cancelados obligan a reconsiderar si se tomó el camino adecuado en la vida, es mejor poner todo en perspectiva, cuidarse del autoengaño y no olvidar que somos animales más racionalizadores que racionales.   


Esta modestia deliberada de Anotaciones al margen tiene una consecuencia decisiva: abre espacio al lector. No estamos ante un texto que se imponga; estamos ante un texto que abre conversación. Las anotaciones breves de este libro no se roban la palabra. Nos involucran a la manera de esos escritos a los cuales podemos regresar, porque trazan un espacio donde la propia historia del lector puede encontrar algo propio. Hay una especie de hospitalidad en Anotaciones al margen: eventualmente, sus pasajes le permiten al lector encontrar no solo la vida del autor, sino también la suya. Anotaciones al margen está escrito desde un yo que busca apertura, no encierro.


Hay, además, en el libro, un desplazamiento sutil pero elocuente del lugar que ocupa el autor. Eugenio Tironi, protagonista de la sociología pública chilena, acostumbrado a escrutar la sociedad con el aval de un saber especializado, se permite aquí una aproximación distinta: deja que la sociedad aparezca desde sus bordes, filtrada por impresiones, por recuerdos que no aspiran a ser ejemplares, por pensamientos rumiados. 


Todo lo relativo a la relación con los otros es significativo en esto de sondear las mascaradas sociales y las relaciones de poder que se resuelven a ras de piso, en medio de diversas formas de impostura. 


Más que mostrar apuntando con el dedo, el autor deja entrever la complejidad de las relaciones humanas, lo que está en juego en el trato que nos damos, los puentes que tiende el lenguaje y los caminos que corta, y las trampas abiertas bajo la hojarasca de los diálogos. También están presentes la displicencia de los jóvenes, la soledad experimentada en compañía y la vanidad de los narradores pegajosos. Tampoco falta el comentario sobre la coreografía de los gestos ínfimos pero significativos que acompañan el intercambio de palabras, los simulacros de la atención y la gravitación de la mirada en conversaciones que tienen algo de duelo, a pesar del tono cordial en que se desenvuelven. Cruza Anotaciones al margen cierto desencanto o lucidez sombría que se mantiene a resguardo, sin embargo, de la misantropía.  


Quizá por todo ello Anotaciones al margen exige un tipo particular de lectura. No es un libro para devorar de corrido. Pide ser leído despacio, con pausas, aceptando que cada fragmento puede tener una vida propia. Algunos quedarán flotando, otros se hundirán sin dejar rastro; unos pocos se incorporarán silenciosamente a la forma en que pensamos. 


Para terminar, tal vez baste con decir que este es un libro que, fiel a la intuición de Cioran, se atreve a ser honesto, aunque eso implique contradecirse; que desconfía de la comodidad de los sistemas y apuesta por la intemperie del fragmento; que repasa una biografía con varias vidas en el cuerpo sin dejarse seducir por la tentación de una voz confesional egocéntrica; y que encuentra, como el propio autor, su energía vital en el miedo al vacío y, por otra parte, en el deseo. Anotaciones al margen recuerda la importancia, más discreta pero no menos radical, de saber encontrar la palabra justa; y luego, simplemente, callar.


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Anotaciones al margen: convivir, dominar, envejecer
Eugenio Tironi
Hueders, 2025, 152 páginas

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