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El juego de la reminiscencia. Se presenta como la punta de un ovillo del cual podríamos tirar hasta deshacerlo y quedar de cara al origen que nos precede, ante el cual descubriríamos su don de dotarnos de sentido. Y nos tomamos de esa punta y remontamos el ovillo, pero cuando hemos terminado seguimos aquí, en la misma existencia opaca de siempre. Y sigue allí, también, la misma reminiscencia, y nosotros insistimos en reverenciarla por si nos suelta otra punta de ovillo, mientras ella insiste, a su vez, en su invitación: ven, ven, ahora sí que sí…

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