Clara Serra: “La disputa cultural consiste en ofrecer un futuro”
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Clara Serra: “La disputa cultural consiste en ofrecer un futuro”


En mayo, la derecha y ultraderecha españolas ganaron las elecciones municipales; y cayó la izquierda, en particular Podemos. Serra, exdiputada de dicho partido, filósofa, escritora, feminista, reflexiona sobre el panorama político español y los desafíos de la izquierda: “No puede ser solo la que para el fascismo, tiene que ser la que hace a la gente creer que otra sociedad es posible”.


Después de las elecciones municipales en España, que fueron a finales de mayo del 2023 y frente a la victoria de la derecha y ultraderecha españolas, del Partido Popular y Vox, y la caída de la izquierda, en particular de Podemos, Pedro Sánchez, socialista y presidente del gobierno de coalición (PSOE-Podemos-Sumar), decidió adelantar las elecciones generales, en las que se elige a los diputados y al senado, para el 23 de julio.


Clara Serra, filosofa, escritora, feminista, autora de Leonas y zorras (2018), alguna vez fue diputada de Podemos por Madrid: “Una de las cosas más claras que se han constatado en las elecciones es el colapso y hundimiento de Podemos, de la izquierda del partido socialista, que ha desaparecido en muchos territorios. No tiene representación y no tiene presencia territorial, mantiene presencia en el gobierno, pero con esta convocatoria de las presidenciales eso podría dejar de ser así”, cree Serra. “Por otra parte, tenemos una derecha y una extrema derecha muy movilizadas, eso muestran las elecciones. Hay una ola reaccionaria que viene de lejos, se constata ahora, pero es una reacción conservadora que ya cuando el gobierno empieza a andar está girando hacia ese lugar”.


¿Cómo es eso?

En España en el año 2015 sí que hay un momento constituyente, donde Podemos tiene un protagonismo total, una hegemonía en el debate político, pero cuando arranca este gobierno la coalición ya encuentra fuerzas opositoras, y ahora se constata esta ola conservadora que viene con mucha fuerza y que se asienta también en cierto agravio que representa este gobierno, que tiene que ver con el proceso catalán. Todo lo que ha ocurrido en Cataluña hace que haya una revancha de la derecha, si bien el proceso no está ahora mismo siendo muy presente en España sigue siendo relevante y está ese deseo de revancha. Está esta ola conservadora que el gobierno de coalición no ha parado, yo diría que a pesar de una muy buena gestión, porque esto es importante decirlo, el gobierno de coalición ha tenido una muy buena gestión.


Hay políticas en materias sociales, el manejo de la pandemia, reforma en materia de pensiones, aumento del sueldo mínimo, etc.

Hay una buena gestión de la pandemia y de la crisis económica, comparado con otros países europeos. Una buena gestión de Yolanda Diaz. Frente a una derecha que decía que venía el colapso económico. Eso no ha pasado, pero esa gestión no ha sido suficiente para parar esa ola, y aquí se abre el debate que tenemos por delante en la izquierda porque a pesar de una buena gestión por parte del ejecutivo y del gobierno, aunque gracias a ciertos errores, el partido socialista no está en condiciones ni Pedro Sánchez de tener ese carisma o esa interpelación a la ciudadanía española en una clave identitaria que consiga contrarrestar la batalla cultural de la derecha.


¿No alcanza con el liderazgo de Sánchez?

Pedro Sánchez no es el político que ilusiona, es un buen gestor, pero no es un líder carismático ni mucho menos. Además, está la cuestión de la izquierda del partido socialista, y este es el debate que debemos tener las izquierdas, qué ha hecho y qué no ha hecho esa izquierda que ha llegado al poder, que ha llegado a tomar posiciones institucionales y aquí ha habido muchos errores, para empezar un ruido permanente en la coalición de gobierno es nefasto, pero también la posición de Podemos frente a este avance conservador. Yo soy muy crítica con esto, evidentemente, me fui de Podemos por un desacuerdo político, pero creo que lo que hay aquí en juego es lo que siempre ha sido de alguna manera el debate interno a Podemos, que tuvimos desde el principio.


¿A qué te refieres?

El primer Podemos es una agrupación que considera que tiene que hacer una profunda disputa ideológica y cultural, pero que tiene todo el tiempo la mirada puesta en cómo seducir y cómo hablarles a las grandes mayorías, mientras que el Podemos de (Pablo) Iglesias es un Podemos del que algunos nos fuimos precisamente por estar en desacuerdo con esa estrategia de guerras de bandos permanente. Ha habido todo el rato esta cosa por parte de Iglesias de la alerta antifascista, llega el fascismo entonces hay que pararlo, una estrategia de choque directo con Vox que a Podemos o al Podemos de Iglesias en sus cálculos le beneficiaba.


¿En qué sentido?

Le beneficiaba en el sentido de que golpear todo el rato la extrema derecha, pero también la engordaba, engordaba a Podemos, pero también a Vox. Esto era relativamente bueno para Podemos, pero muy malo para todo el resto, malo para todos, malo para la izquierda, y esta cosa de que viene permanentemente el fascismo yo creo que es por una parte algo que en algunos, que en alguna parte del electorado genera al final cierto cinismo; es decir, Vox gobierna en algunos gobiernos del contexto español, porque en algunos gobiernos autonómicos Vox está en los gobiernos, y la gente no percibe que haya venido el fascismo, entonces eso genera un cierto cinismo en la propia gente que dice: “bueno, no es tan grave”. Es grave, luego lo es, pero genera un poco la normalización de hecho, y genera otra cosa nefasta que es este clima de guerra civil, que hay un enemigo a las puertas y entonces estamos en un clima de guerra que la población no percibe, lo que genera es que hay dos combatientes, dos fuerzas en un contexto de guerra civil, no solo Vox, sino el propio Podemos, y una cierta equiparación de Vox a Podemos, una cierta confrontación en donde ambos se equiparan.


¿Qué hacer, entonces?

En cualquier caso aquí la cuestión es que ha habido una estrategia por parte de Podemos en esta lógica de parar el fascismo, de parar la reacción, que está totalmente equivocada, creo que hay que ofrecer algo; la disputa cultural consiste en ofrecer una perspectiva, en ofrecer un futuro, no tanto en considerarte a ti mismo como el que viene a parar el fascismo, que está a las puertas, esa es una estrategia que ha fracasado cada vez que la ha utilizado Podemos, y más bien ha engordado y beneficiado a la extrema derecha. Pablo Iglesias ha dicho mucho que hay una batalla cultural que dar, estoy completamente de acuerdo, pero Podemos ha sido un gran aliado a la hora de perderla y, entonces, en qué consistiría ganar esa batalla es uno de los debates ahora de la izquierda.


Restaurar el bipartidismo


El llamado a elecciones ¿busca mantener el gobierno o anticipa una derrota?

Es un movimiento muy arriesgado, justo después de unos resultados electorales donde claramente el Partido Popular ganó las elecciones. Pero sí es verdad que es lo mejor para una hipotética opción de mantener el gobierno. Hipotética porque es poco probable, y en el fondo parte de un diagnóstico de probable derrota por parte de Sánchez. Asume que hay dos escenarios, ya sea la posibilidad improbable de mantener el gobierno, ya sea la probabilidad de perderlo, es mejor ahora que dentro de cinco meses o seis meses. Yo creo que Sánchez lee esta tendencia en auge de la reacción conservadora y considera que en seis meses va a ser peor.


¿Cómo peor?

La derecha ya está haciendo un simulacro plebiscitario con los resultados de las municipales, porque plantea una especie de plebiscito sobre Sánchez, donde ha convertido a este en una especie de demonio que pacta con Podemos, pacta con los independentistas, vende España, etc. En cierto sentido, Sánchez ha hecho de la necesidad virtud: “Ya que hacen un plebiscito sobre mí y a lo que voy es a eso, prefiero que ese plebiscito sobre mí sea ahora y no dentro de seis meses”. El cálculo tiene sentido, ha elegido un buen escenario para ese plebiscito, porque entre sus cálculos está el hecho de que después de estas elecciones la derecha va a tener que estar pactando con la extrema derecha su entrada en gobiernos municipales, y ya que va a haber ese plebiscito, pues que ese se plantee como “yo o la extrema derecha”.


¿Cómo se recibe en Sumar y Podemos el adelantamiento de las elecciones?

Para Sánchez, sus socios a la izquierda son necesarios para gobernar. Esa ha sido la apuesta de Pedro Sánchez frente a su propio partido, o sea, frente a la oposición interna en el Partido Socialista, lo que está a la derecha del presidente; y esta le hace responsable por los resultados del pacto no solo con Podemos, sino con las fuerzas nacionalistas o independentistas vascas y catalanas, que son el gran terror para la derecha y que parte del PSOE vive algo como negativo y tóxico.


¿Sánchez le habla al PSOE?

Este movimiento es una forma de restituir la calma en su partido; los que hasta ahora han sido sus socios, esa izquierda es la rechazada, este movimiento no es una alianza, no ha contado con sus socios en ningún caso, fue muy rápido, lo decide Pedro Sánchez y a quienes siempre ha necesitado para gobernar los deja fuera; y además es una manera de decir a su propio partido “bueno, ahora quizás perdemos, pero vuelvo de alguna manera a garantizar que el PSOE se consolida como fuerza única, como principal fuerza de la oposición, porque voy a hacer un llamado al voto útil y voy a engrosar el grupo parlamentario del grupo socialista”. Así es es como Sánchez asume su salida, “me voy de aquí dejando la casa en orden y dejando el partido reforzado en ese sentido”. Al hacer ese movimiento en realidad también tiene como objetivo arrasar a la izquierda que está a la izquierda del PSOE, el hundimiento de Podemos es evidente, pero también esto se le pone bastante complicado a Yolanda (Díaz), y se lo pone bastante complicado a Sumar, en ese sentido también tiene que ser leído como un cierto cierre de ciclo, porque de alguna manera es un movimiento para restaurar el bipartidismo.


En Chile se dice que la izquierda perdió la calle, como si nos hubiésemos quedado en discusiones bizantinas sobre temas de minorías, ¿piensas que es así?

Totalmente, poca calle y conexión con el pueblo real, que a veces se ve en debates bizantinos que no se comprenden. De hecho, te hablé sobre este ruido interno y permanente en la coalición de gobierno, estas peleas entre los socios, entre el Partido Socialista y Podemos que muchas veces han derivado en larguísimos debates, y la gente no tiene nada que ver con ellos, porque muchas veces han sido debates de disputa de poder interno, y algunos de los debates que en clave política han sido importantes de dar también se han enredado en esta lógica.


¿Me puedes dar un ejemplo?

Te pongo el caso de la cuestión trans, nosotros teníamos una necesidad de aprobar una ley trans que mejorará un contexto medicalizante y una legislación anterior que obligaba a las personas trans a tener un diagnóstico médico para hacer la transición. Este es un debate en que tienes que hacer mucha pedagogía para la gente que no entiende nada de esta cuestión, o sea, es el típico debate en que la izquierda tiene que ser pedagógica, tiene que hablar hacia afuera, tiene que explicar muy bien, porque hay muchas personas que no saben ni siquiera qué es esto. Sin embargo, se han enredado durante un año y medio en la coalición de gobierno. Eso es devastador, se están hablando entre ellos, eso es letal, y además es irresponsable en el sentido de que esas políticas, porque son importantes, lo primero que va a hacer el Partido Popular y la derecha será revertirlas.


¿Con apoyo?

Podría ser, pero porque ha generado en la gente un hastío y un rechazo, La gestión de esto ha sido mala, ya está Feijóo, el líder del Partido Popular, prometiendo que lo primero que hará será derogar la ley trans. Es una derecha que ya sabemos lo que significa en términos de derechos y libertades sexuales y de la comunidad LGBTIQ+, pero la izquierda tiene que hacer la autocrítica, porque ha habido discusiones absolutamente bizantinas.


¿Por qué políticos como Isabel Díaz Ayuso, que tienen casos de corrupción, siguen siendo reelegidos en España?

Ayuso es un buen ejemplo del avance conservador donde la derecha y la extrema derecha está dando una batalla ideológica desde hace tiempo. Ayuso se dedica un 30% a la gestión del gobierno de Madrid, con errores evidentes, por ejemplo, en la pandemia, lo de las residencias ha sido tremendo. Donde ella pone la cabeza política, el otro 70%, es en a hacer una barrera simbólica y cultural de defensa de valores españoles. Ella instaló la idea de “o Sánchez o yo”. Es la adversaria ideológica del presidente, se dedica a defender los toros, a defender la caza, cosas que ni siquiera tienen sentido en Madrid. Ella convierte a Madrid en un escenario de política nacional, lleva a Madrid cuestiones que tienen que ver con el proceso independentista catalán. Esto no es asunto madrileño, pero le da igual, está defendiendo una forma de vida y unos valores. Es algo así como “yo soy la defensora de España, frente a los que quieren corromper España y quieren dividir nuestro país”. Esa es su batalla principal, es una líder profundamente ideológica, y con esto muestra que la izquierda tiene que ofrecer un proyecto, no puede ser solamente una izquierda que gestiona.


¿No ha sido esa la política de Podemos y Pablo Iglesias?

Creo que para parte del “pablismo” de Podemos dar esa batalla cultural es revivir una lógica de la guerra civil, lo que significa parar a ese enemigo que viene, una especie de dique de contención. Esto a mí me parece una tesis equivocada porque cuando simplemente te validas como reacción a la reacción, como el que para a los monstruos, no ofreces ningún proyecto en el que la gente crea.


Más allá del punitivismo


¿Falta un proyecto de izquierda?

Hace un rato leía una frase de Ken Loach, el cineasta inglés que hizo Tierra y libertad; decía que “si la gente pierde la esperanza, vota fascismo”. Esta es la anestesia social, el cinismo, o la desesperanza como caldo de cultivo de que la gente vote fascismo. Ni muy entusiastas, más bien en plan de esto no me gusta, pero no hay otra opción, esto no me gusta, pero tampoco creo en ninguna otra cosa. Por esto la izquierda no puede ser solo la que para el fascismo, tiene que ser la que hace a la gente creer que otra sociedad es posible, que otro mundo es posible. Ese es el debate de fondo que tenemos que dar y ese es el debate de fondo que estamos perdiendo; y aquí muchas cuestiones que interpelan a la izquierda, por ejemplo: los discursos ecologistas colapsistas son nefastos en este momento, es decir, los discursos donde simplemente se acaba el mundo y no hay nada que hacer, eso es desmovilizador, despolitizador; los discursos feministas punitivistas...


¿Qué son los discursos punitivistas?

El otro día, por ejemplo, leía, porque estoy muy pendiente de la política chilena, esta cosa de unas compañeras de partidos de izquierda chileno pidiendo que no fuera en las listas una persona con una acusación de algún delito sexual, pero esta acusación no había llegado ni siquiera a la justicia. Esto nos tiene a nosotras atrapadas, pedir que no vuelvan a la vida política quienes, por ejemplo, hayan podido pasar por la cárcel y cumplido sus condenas por delitos sexuales o de violencia contra las mujeres y que no puedan presentarse, este tipo de manera de mirar al mundo es funcional a la derecha.


¿Por qué?

Es que no puede ser que el Código Penal español y la constitución crean más en la reinserción que algunas perspectivas feministas. Esto es gravísimo, cuando uno ha pagado su pena tiene derecho a volver a la vida pública con todos sus derechos políticos, pero cuando las izquierdas se enfrentan a estas situaciones parece que piensan que los individuos no cambian, que no existe el perdón, la reparación, que básicamente nadie puede cambiar, ahí, tú no estás ofreciendo ningún mundo mejor; de hecho, visto así el mundo es desolador, profundamente desolador.


Entonces la pregunta es, cuando hace eso, ¿está colaborando el feminismo para ganar esa batalla o para perderla?

Esta es la cuestión, lo peor es que si no ofrecemos un mundo en el que podamos desear vivir, que sea deseable, donde el feminismo viene a traer justicia, porque creemos que la gente puede cambiar, creemos que la gente se puede equivocar, creemos que lo puede hacer mal y después lo puede hacer bien, ¿en qué sentido es deseable el mundo que ofrecemos? Si no es deseable, no hay nada que esperar. Si la Constitución española o el Código Penal son más ilusionantes, o creen más en la transformación que nosotras mismas, la gente va a votar a la derecha. El debate del punitivismo se inscribe en esta cuestión de dar esperanza y ofrecer un mundo alternativo.


Si hay un ascenso de la extrema derecha ¿qué estrategias le caben al mundo de las izquierdas?

Hay que recuperar el proyecto político, un tipo de sociedad, una perspectiva más utópica. Mark Fisher tiene esta expresión de “realismo capitalista”, con la que explica cómo el capitalismo ha logrado instaurar una especie de realismo en el cual es imposible imaginar nada más, donde la gente puede decir “a mí esto no me gusta, pero es lo que hay, no hay alternativa”. Ese es nuestro adversario, ¿cómo construir un futuro? Esta es la pregunta. ¿Las derivas identitarias en la izquierda abren futuro? Las derivas en clave de agravio permanente, de búsqueda de reconocimiento frente al dolor, de búsqueda de reconocimiento como víctima, ¿abren algún futuro? ¿O, al contrario, son lógicas son profundamente conservadoras?


¿Cómo abordar este asunto sin dejar de reconocer a la víctima?

El reconocimiento de la víctima es imprescindible en una sociedad civilizada, pero como perspectiva política la cuestión es dejar de ser víctimas, y ¿en qué mundo dejamos de ser víctimas de esos dolores y de esos agravios? Hay un cierto derrotismo en esta política esencialista en la que estamos, y creo que superar eso es nuestro gran reto. Mira, pensando en esto, me acordaba de un texto que hay de Günther Anders. Este es un filósofo que es marido de Hannah Arendt, él tiene un texto precioso que se llama Más allá de los límites de la consciencia. La historia es así: en Estados Unidos hay un caso muy interesante, Günther Anders se entera un día de que hay un expiloto de Hiroshima que está detenido por robar a punta de pistola en una gasolinera en Estados Unidos. El caso es rarísimo. Entonces Anders se interesó mucho en plan “pero y esto ¿qué es?”. El piloto está recluido en un hospital psiquiátrico en Waco, y entonces cuando se pone en contacto por carta con este tipo descubre toda la historia que hay detrás. Este tipo es el que tira la bomba atómica en Hiroshima, y cuando vuelve a Estados Unidos y le van a condecorar con todos los honores como héroe de guerra y tal, él se niega a recibir honores, se siente culpable, tiene un montón de pesadillas, y dice que no puede recibir ninguna medalla porque él es culpable de una masacre terrorífica y que él tiene que ir a la cárcel. O sea el tipo quiere pagar. Entonces qué hace el Estado Americano, meterle en un hospital psiquiátrico.


¿A un psiquiátrico?

Para el Estado Norteamericano este tipo es un loco que está produciendo la locura colectiva de su país. Es muy interesante porque él no quiere estar en el psiquiátrico, quiere ir a la cárcel y acaba robando para que le detengan y le manden preso. La correspondencia entre Günther Anders y él es preciosa, una especie de “yo quiero mi responsabilidad, yo quiero ser un sujeto responsable”. Pero lo más interesante es que él es la verdadera bomba atómica para la política norteamericana, para la política armamentista yanqui. Porque es tener a un tipo que siendo el verdugo se arrepiente de lo que ha hecho. Cuando salió de la cárcel se dedicó a hacer activismo contra la política bélica norteamericana. Fue un tipo importante, siempre fue amigo ya de Günther Anders. Y yo pensaba en eso, ¿por qué es un ejemplo tan destructivo para el Estado Norteamericano? Pues precisamente porque es el tipo que tiró la bomba y, no obstante, fue capaz de enfrentarse... fue capaz de cambiar y eso puede destruir a un gobierno.


¿Qué puede ver ahí la izquierda?

Ese tipo de demostración de que otra cosa es posible, de que incluso el verdugo puede acabar cambiando, eso es lo que está a nuestro favor y eso es lo que la derecha tiene absolutamente que sepultar. Yo me preguntaría ¿por qué es imprescindible meter en un hospital psiquiátrico a un tipo y qué demuestra ese tipo? Demuestra que otro mundo es posible. Esto es lo que las izquierdas tienen que representar. Esto es exactamente.

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