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La ambivalencia del espejo

Foto del escritor: Hélène PuiseuxHélène Puiseux

En En el ojo del espejo los clasicistas franceses FRANÇOISE FRONTISI-DUCROUX y Jean-Pierre Vernant escriben, en base a material literario y artístico, sobre cómo se veían los griegos a sí mismos y a las mujeres. El espejo estaba prohibido a los hombres.

 

Esta obra está diseñada como un tríptico. Un gran panel central está compuesto por el análisis de Françoise Frontisi-Ducroux del mundo que se creó alrededor del espejo en la antigua Grecia, un mundo donde el este es un objeto reservado estrictamente a las mujeres, prohibido a los hombres, un mundo donde sin embargo las fuentes solamente nos permiten adentrarnos a través de representaciones y textos de los cuales son autores los hombres. Este gran conjunto está enmarcado por dos paneles más pequeños, compuestos por Jean-Pierre Vernant, en torno a la persona de Ulises al final de su largo viaje: su imagen, su identidad y, por lo tanto, su identificación, todo desdibujado por el tiempo y los dioses, debiendo recomponerse, poco a poco, ante los ojos de los demás antes de ser autenticado por la propia Penélope.

 

La composición casi pictórica de la obra, el título En el ojo del espejo y hasta la dedicatoria (“Para Claude y Claude”), advierten al lector: entre las dos secciones exteriores que hablan de la identidad y de la pareja a través de la pareja mítica Ulises/Penélope, estamos invitados a circular en un mundo enmarcado, limitado, pero con un doble fondo, resplandeciente y desplazado al mismo tiempo en relación con nuestro propio mundo, en el que Françoise Frontisi-Ducroux nos ayudará a avanzar. Encontraremos objetos (el espejo), actitudes (la seducción), mitos (las diferentes versiones de Narciso), nociones (autoconocimiento, deseo): Françoise Frontisi-Ducroux muestra a lo largo de los capítulos que todo esto en su conjunto solamente resulta ilusoriamente familiar; los usos que se hacen, los comportamientos sociales que resultan, los deseos que allí se ocultan o exponen son histórica y socialmente diferentes.

 

Un prefacio notablemente claro y conciso es un preparativo útil para esta obra que lleva al lector a través de una larga cronología: desde el “mundo de Ulises” tratado por Jean Pierre Vernant, hasta el “mundo del espejo”, por Françoise Frontisi Ducroux, cuyo análisis se extiende desde la Atenas clásica hasta las versiones más recientes —griegas o latinas— del mito de Narciso en los primeros siglos de nuestra era.

 

Los paneles laterales ofrecen al lector el agrado de encontrarse con la escritura de Jean-Pierre Vernant. Un verdadero placer literario se combina con la belleza y calidez del análisis. En el primero, Ulises en persona, recorre las aventuras de la mirada del rey de Ítaca en las etapas de su viaje: relatando la importancia de la mirada de Ulises para protegerse de los diferentes encantamientos y peligros con que se encuentra, a pesar de las vacilaciones, confusiones, cegueras o invisibilidades temporales y de las errancias que de ellas resultan. Vernant pinta, de manera literal, magníficas escenas exteriores, los paisajes, densos, profundos, inquietantes, poblados a su vez de miradas invisibles o visibles bajo la mirada atónita del viajero. Asistimos a la reconquista y al reconocimiento de las miradas en su isla redescubierta, que se van haciendo poco a poco, paso a paso, Nausica, el perro Argos, la niñera, etc., y vemos el trabajo que se realiza en ambos sentidos: reconocer, ser reconocido, para llegar a ser. Al final de la primera parte, Ulises existe parcialmente, pero aún debe convencer las miradas y las mentes de su padre y de su esposa, pilares de su identidad como hombre.

 

Abruptamente, abandonamos las costas de Ítaca para emprender el viaje del panel central, bajo el signo del título del primer capítulo “Espejito, espejito...”, la malvada reina de Blancanieves aquí convocada para abrir el amplio dossier titulado El ojo y el espejo. Los primeros cuatro capítulos analizan con gran delicadeza imágenes y textos que presentan primero como una serie de escenas interiores, los propios espejos, luego su equivalente en el mundo femenino, la rueca, así como los vínculos del espejo y las telas con la seducción que exige el hombre a la mujer (“Los tejidos del deseo”). En este “mundo femenino”, que ningún documento se presente sin haber sido creado e imaginado por los atenienses (Esparta, en cambio, ofrece inquietantes inversiones en los ritos matrimoniales), los hombres, privados del objeto espejo, tienen acceso a sus derivados y sus metáforas que se presentan en el capítulo IV (“Figuras”): los poderes del vino, el tiempo, la historia, el amor y la amistad, los niños, las mujeres, son todos “reveladores” donde los hombres encuentran algo para dejar sus huellas o tomar modelos y así mostrarse. En estos primeros cuatro capítulos, Françoise Frontisi Ducroux establece de manera convincente que “el mundo del espejo” es un mundo cerrado y reflexivo, mientras que los “espejos” de los hombres, esencialmente los ojos del otro, hombre y ciudadano, es un mundo abierto, un mundo con perspectiva, donde el hombre se constituye a sí mismo como sujeto en un intercambio entre iguales. Las mujeres están reducidas a ser objeto, por un objeto.

 

El quinto capítulo recuerda, de forma interesante, las teorías científicas de la vista. Según la teoría atomista, la vista es un sentido pasivo (como el oído) que recibe los fragmentos de finas partículas que se desprenden del objeto visto, y el ojo únicamente recibe imágenes. Para Empédocles, Platón y los estoicos, la vista es un sentido activo, el rayo visual que surge e incide sobre el objeto. Esta alternativa entre objetos reales y simulacros, Frontisi-Ducroux la relaciona con “la ambivalencia que caracteriza la manera en que se consideran las imágenes del espejo: sin que los griegos vean en ello una contradicción, tan pronto es la realidad misma la que se encuentra en él, como una pura apariencia, ilusoria y engañosa”.

 

Los siguientes seis capítulos exploran y construyen la ambivalencia del espejo, dotado de diferentes poderes, que pueden relacionarse directamente con el mundo femenino (“Aristóteles y la menstruación”), pero sobre todo presentado como “un objeto paradójico” (este es el título del capítulo séptimo). En este despliegue de capacidades opuestas (uno mismo y el otro, semejante y diferente, verdadero y falso, activo y pasivo, sombra y luz, etc.) Frontisi-Ducroux utiliza el espejo como un abanico desde el cual presenta el conjunto de ramas, lo que le permitirá pasar "más allá del espejo", vincularse con lo invisible, analizar sus capacidades adivinatorias (en el capítulo noveno), para conducirnos finalmente hasta la orilla del agua, con el héroe esperado, Narciso. Recuerda las diferentes versiones del mito (“Narciso y sus dobles”, capítulo décimo) y se acerca en algunos puntos al hermoso análisis que había hecho Pierre Hadot, sobre la inversión que opera la versión plotiniana respecto de la de Ovidio (“El mito de Narciso y su interpretación por Plotino”, en Nouvelle Revue de psychanalyse 13, 1976). Françoise Frontisi-Ducroux, más sensible al estatuto de la imagen y a su evolución, señala y estudia a su vez los cambios progresivos de las versiones (el ahogamiento de Narciso, pasando de un castigo deseado por su negativa a haber sido el espejo de sus amantes despreciados, o de un castigo inseparable de su reclusión en sí mismo). Ella une el estudio del mito al de este particular género literario, la ékphrasis, la descripción de pinturas más o menos ficticias: el análisis que hace de estos singulares espejos del mito de Narciso (por Filóstrato y por Calístrato) es para ella la oportunidad de completar su demostración de la riqueza del objeto analizado, que da testimonio a la vez del estatuto del hombre y el de la mujer, del estatuto de la obra de arte, y del estatuto completo de la mímesis, que entreabre, en resumen, el camino a la pintura del Renacimiento.

 

En En el espejo de Penélope, Jean-Pierre Vernant nos atrapa de nuevo para devolvernos a la cuestión de la mirada que, en última instancia, define y sostiene la vida. Ya no son miradas separadas, aisladas en espejos, cautivadas por lo invisible, desdibujadas por la ilusión, sino la mirada de una pareja, Ulises y Penélope, una doble mirada que, en tiempos más antiguos y a través de la epopeya, establece un estatuto más armonioso para hombres y mujeres, una inscripción necesaria en la genealogía y la reciprocidad: el juego del reconocimiento mutuo de Laertes, Telémaco y Penélope establece una identidad completa, a la vez sobre el tiempo, el espacio y los otros.

 

Más familiarizada con las imágenes y el imaginario de nuestro mundo contemporáneo que con las imágenes y los textos de la antigua Grecia, yo añadiría que esta obra es una fuente de reflexión y una herramienta preciosa que está más allá del campo de los especialistas en Grecia. Mostrando a Hera adornándose para comparecer ante París, todavía fuera de campo, relatando las dificultades para reconocer a Ulises y Penélope, mostrando cómo creemos que las diosas emergen en el fondo de los espejos, o cómo un alfarero puso la imagen de Clitemnestra en el espejo de las Erinias que persiguen a Orestes, Jean-Pierre Vernant y Françoise Frontisi-Ducroux pertenecen a aquellos que Jean-Luc Godard, en un documental de 1975, Aquí y en otro lugar, llama la “tercera mirada”, aquella del pintor, el director o el cineasta. También la composición, la puesta en escena pictórica de la obra, como señalé al principio, me parece presentar, no una metáfora, sino la concepción misma de esta obra, los dos autores poniéndose en escena, como dos miradas enfrentadas, observando un mundo en evolución, que se ha vuelto lejano y además tan cercano: autores y actores, abren al público el acceso a algunas etapas muy finas y muy complejas de la larga historia de conquista del conocimiento de uno mismo y del mundo, con la importancia de la mirada exterior —ojos y espejo— antes de que se inventara desdoblarla por la mirada interior.

 

Este artículo apareció originalmente en “Revue de l'histoire des religions” 216-3 (1999). Se traduce con autorización de su autora. Traducción: Patricio Tapia.

 

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En el ojo del espejo
Françoise Frontisi Ducroux y Jean-Pierre Vernant
Trad. H. Pons, Editorial FCE, México, 2023, 272 pp.

 

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