Tributo a una madre de la noche
- Diego Rossi
- hace 13 horas
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Acuérdate de tu creador
antes de que se corte el cordón de plata
y se rompa la vasija de oro;
antes de que el cántaro se estrelle contra la fuente
y se haga añicos la polea del pozo;
antes de que el polvo regrese
a la tierra de dónde salió,
y el espíritu vuelva a Dios,
quien lo otorgó.
Eclesiastés
Prefacio
Llegó al mundo bajo un cielo otoñal el 4 de octubre de 1941 en Luisiana, Nueva Orleans; la ciudad que ha sabido albergar – en sus pliegues– la vida y la muerte. En ese anochecer estuvieron presentes los crisantemos y los pensamientos. Cerca del barrio francés unas dalias moradas – que contuvieron el calor del tiempo – acompañaron junto al jazz.
Allí, en medio de un conflicto bélico; entre aviones, barcos y astilleros, un alma antigua era anunciada por el canto de los grillos: nacía una niña perfumada a melaza y naftalina.
Criada junto a cinco hermanos en una familia que comulgaba el catolicismo irlandés, la niña, quién había sido llamada durante cinco años de una forma, les dijo a sus padres que su nombre era otro: Anne.
Anne sintió en sus primeros años gran atracción por los cementerios. Caminaba con su padre por el cementerio de Lafayette recorriendo criptas, acariciando lápidas de bronce y mármol de quienes murieron de fiebre amarilla; cambiando el agua de los floreros de las hierbas y las flores. Un gesto que fundaba una muy buena relación con los muertos.
En la adolescencia, a sus catorce años, el deceso de su madre y el nuevo matrimonio de su padre, la alejaron de Nueva Orleans y la acercaron al agnosticismo; el mismo que la llevaría a preguntarse una y otra y otra vez, qué sucede con los muertos, trazando un camino de búsqueda paralelo a Dios.
Algunos desenrollan el ovillo familiar para tejer otro camino.
En Texas, en la secundaria; en una clase de periodismo conoció a quien luego sería su pareja: el poeta y pintor Stan Rice. Ambos se casaron en el año 1961.
Buscando sus pasiones, el matrimonio se mudó a San Francisco, donde Anne estudió Filosofía, obteniendo un título en Ciencias políticas y Escritura Creativa.
Fruto de la relación de ambos nació primero Michele (1966) y luego Christopher (1978). Pero la repentina muerte de Michele, a los cinco años por leucemia, envolvió a Anne entre interrogantes y tristezas. Ese tipo de tristezas que la llevarían a escribir en una noche de preguntas.
I Los Condenados
«Yo creí que a los vampiros no les gustaba la luz», le dice el periodista Daniel Molloy a Louis de Pointe du Lac, dos de los protagonistas de la novela Entrevista con el Vampiro, publicada en el año 1976.
En la historia Louis le narra al periodista su vida, su muerte y su nueva “vida” cuando era un humano de treinta y tres años, dueño de una plantación en la Nueva Orleans de 1791. A esa ciudad llega un seductor hombre de acento francés: Lestat de Lioncourt.
Ojos azules grisáceos, a veces violetas, cabello rubio sobre los hombros, de un metro ochenta y cinco de altura y uñas cristalinas es como Louis describe a Lestat, ignorando que Lestat no es un humano sino, más bien, un hijo de la noche: un vampiro.
Atormentado por la muerte de su hermano – quien le decía que se comunicaba con Dios – Louis enfurece con la iglesia católica por falta de respuestas. Lestat, entonces, le revela su identidad ofreciéndole la eternidad: convertirlo en una criatura nocturna, convertirlo en un vampiro.
Luego Louis, ya no como un ser humano, sino como vampiro se encuentra con más preguntas que respuestas. Lestat no le resuelve ningún interrogante tensionando el vínculo – de padre de sangre – de amigo – de amante –.
La relación se complejiza cuando ambos convierten en vampira a una niña de cinco años afectada por la plaga: Claudia.
A partir de allí, los tres caminarán juntos durante décadas de alegría y violencia, pues para ellos – a veces– no existe bifurcación entre una y otra.
El manuscrito que Anne comenzó escribiendo como una carta hacia su hija – y que le llevaría varios años en convencer a un editorial de publicarlo– se convertiría en una célebre saga de Crónicas vampíricas, teniendo su primera adaptación cinematográfica en el año 1994.
A Entrevista con el vampiro le seguirá Lestat el Vampiro (1985), La Reina de los Condenados (1988), El ladrón de los cuerpos (1992), Memnoch el diablo (1995), El vampiro Armand (1998), Merrick (2000), Sangre y Oro (2001), El Santuario (2002) y Cántico de Sangre (2003).
II Las Brujas
En el medio de escribir sobre los vampiros y atravesada por las lecturas de Jules Michelet, Anne se interesará por otras de sus obsesiones literarias: Las brujas.
En La hora de las Brujas (1990), la primera de la trilogía, Rowan Fielding, es una joven neurocirujana que vive en la ciudad de San Francisco interesada en mejorar la calidad de vida de sus pacientes y de su madre, pero desde que era una niña Rowan no puede evitar ocasionar heridas fisiológicas e histológicas hacia otros seres humanos cuando sus emociones mutan; infartos coronarios, aneurismas cerebrales, cólicos abdominales son algunas de las afecciones que – de manera inconsciente – provoca.
La situación da un giro el día que, durante la noche, salva la vida de un hombre en la playa. Además de infligir daño – como cualquier mortal – también su reverso.
A partir de un evento trágico Rowan heredará una mansión – cubierta de flores y plantas – en Nueva Orleans. Al decidir mudarse a esa ciudad ella descubre que desciende de un linaje de trece brujas a lo largo de los siglos; comenzando por unas mujeres que utilizaban las hierbas para aliviar a las personas en el siglo XVI: Las Sanadoras. Cada una de ellas; cada una de estas mujeres; cada una de estas brujas, serán nombradas de manera colectiva: Las Brujas Mayfair.
Pero no hay nada más escurridizo que acercarse a un origen.
A través de ciertos relatos, muñecas, relicarios, pinturas y objetos mágicos Rowan desvelará que ser una Mayfair, y más aún, una de las elegidas Mayfair, implicará llevar consigo una misteriosa fuerza mística que las ha acompañado durante cientos de años: Lasher.
Lasher (1993), será la continuación de la novela. Siendo Taltos (1994) quien le dé un “cierre” a la llamada trilogía de las brujas.
Aunque, a veces – como una sinapsis neuronal–, una historia está relacionada con otra historia.
III Los Ángeles
Se puede cambiar por un desgarro.
Habían transcurrido varios años desde que Anne fuera alcanzada por un coma diabético y que su marido, Stan Rice, falleciera en el año 2002. Ante ese clima personal surgieron las llamadas Crónicas Angélicas.
En La hora del Ángel (2009) Toby O’Dare, un joven de veintiocho años, lleva diez años trabajando como sicario. En su última misión, Toby es interceptado por un misterioso ser: el Ángel Malaquías. Una vez que Toby se convence – que está frente a un Ángel – es enviado al siglo XIII para ayudar a una familia judía en la antigua Londres, quienes son acusados de haber matado a su hija. Sin la ayuda del ángel, Toby deberá proteger a la familia para lograr desvelar la verdad y evitar así una masacre.
La prueba del Ángel (2010) concluye la secuela.
IV Viejas Verdades
Había transcurrido mucho tiempo desde que Anne decidiera alejarse de los personajes que la dieron a conocer en el mundo de la literatura gótica y que la convirtieron, junto con Sheridan Le Fanu (Carmilla, 1872) y Bram Stoker (Drácula, 1897), en una novelista de seres de la noche. Seres que no son demonios sino, mejor dicho, seres condenados; eróticos, seductores; padecientes de la eternidad y la soledad.
Cada uno de ellos – a diferencia de la obra de Stoker – interiorizando el conflicto del bien y el mal: portadores de una voz. Una voz eternamente condenada por un deseo: el deseo de muerte que no puede satisfacerse.
Años antes, en una conversación, afirmó que no estaba interesada en escribir sobre los asuntos que le interesaron de niña.
Aunque la infancia es un estado que no se va de una vez y para siempre.
Un día, en otra entrevista, le comentó al entrevistador que estaba escribiendo de vuelta sobre los bebedores de sangre: los vampiros. Todavía tenía un trayecto que recorrer y lo haría con el personaje que gestó en la oscuridad: Lestat.
El Príncipe Lestat (2014), El Príncipe Lestat y los Reinos de la Atlántida (2016) y La Comunidad de la Sangre (2018) serán las novelas de la partida.
Y quien mejor que Lestat, con su voz poética, describa la composición de su obra:
«Viejas verdades y magias antiguas, revoluciones e inventos, todo conspira para distraernos de la pasión que, de un modo u otro, nos vence a todos.
Y cansados finalmente de esta complejidad, soñamos con aquel tiempo lejano de nuestra existencia, cuando nos sentábamos en el regazo de nuestra madre y cada beso era la consumación perfecta del deseo.
¿Qué podemos hacer sino tender las manos para el abrazo que ahora debe contener el cielo y el infierno: ¿nuestro funesto destino, repetido una y otra vez?»
V La Inmortalidad
Vampiros, brujas, hombres lobo, dioses, ángeles, e incluso una bella durmiente (esta última bajo el seudónimo de A. N. Roquelaure) han sido la reinvención de estos arquetipos populares, desarrollados en su compleja narrativa; siendo la gran zona de su escritura el sinónimo universal de la vida humana: la sangre.
Si bien fue llamada por algunos la reina del terror y la madre de los vampiros por otros, lo cierto es que Anne Rice no fue alguien que sólo haya parido la noche, sino por lo que su mirada hizo de ella: fue una de las disruptivas de una nueva religión estética del siglo XX.
Anne Rice muere en California el once de diciembre de 2021 a los ochenta años. Sus restos descansan en el mausoleo familiar de Metairie, Nueva Orleans. Su hijo, el escritor Christopher Rice, sigue promoviendo en la actualidad la obra de su madre, adaptando en series televisivas Entrevista con el Vampiro (2022) y Las Brujas de Mayfair (2023).
Algunos de sus lectores se acercan al mausoleo dejándole flores y velas encendidas. Cuentan que durante la noche llevan violines para entonar una canción. Dicen que la noche la llama de regreso.