Refugios para el tiempo, sobre la obra de Sebastián Donoso
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Refugios para el tiempo, sobre la obra de Sebastián Donoso

Es el año 1982, Sebastián tiene 24 y ya lleva tiempo haciendo fotos e intentando descubrir los códigos de su propia mirada. Lejos del fotógrafo “cazador de imágenes”, él intenta ignorar su propia ansiedad, ser fiel a su intuición, vagar, mirar, esperar el nacimiento de la imagen.


Cada imagen es singular, llega porque tiene que llegar y no puede ser producto de un acto forzado, tal como ocurre con el amor. Son estas búsquedas las que hoy vemos integradas con excepcional honestidad y rigor en el trabajo de Sebastián Donoso. Sus fotos que se mantienen leales al lenguaje análogo y al blanco y negro son resultado de una observación y un oficio paciente y sensible. A diferencia de la práctica digital (donde se disparan miles de instantáneas) Sebastián entiende cada fotografía como resultado de un proceso reflexivo. Esta postura artística y filosófica se traduce también en un posicionamiento respecto a su propia identidad como fotógrafo y al circuito de la fotografía: afirma la necesidad de la reserva. Sebastián casi no ha mostrado su extensa obra y él admite que le gusta ese ocultamiento, que no se siente cómodo con la actual superabundancia de imágenes que se despliegan por las redes.


Ahora, tras más de 40 años de ejercicio, en esta exposición emite su particular lenguaje mostrando, precisamente, nidos. ¿Y qué es un nido? Un lugar de reserva, espera, procreación y maduración: un refugio construido, ramita a ramita, por el tiempo; un lugar, también, para aguardar el paso del tiempo. Es la antesala del vuelo al mundo. Sale ahora Sebastián a mostrarnos un trabajo nutrido por un profundo conocimiento de la técnica fotográfica y, al mismo tiempo, por una poética visual propia y personal.


Encontrados en distintos rincones del campo y la ciudad, estos nidos son huellas materiales de un habitar frágil. Refugios abandonados por pájaros chilenos que siempre conmueven a quienes los descubren y toman sigilosamente entre las manos, para conservarlos intactos. Así los llevan, muchas veces, al estudio de Sebastián quien los observa, los ilumina, los pone en escena, para luego registrar cada uno con cámara análoga de placa de 4 por 5 pulgadas y revelarlos uno por uno utilizando el laboratorio químico con cubetas para generar ampliaciones con sales de plata en blanco y negro. En cada foto, el nido emerge como una aparición completamente ajena a su contexto de procedencia: una presencia hiperreal, tierna y perturbadora a la vez, llena de detalles y sutilezas.


Utilizando la técnica fotográfica más tradicional, Sebastián Donoso ofrece una obra de voltaje contemporáneo. De este modo desenvuelve el poder acumulado de una imagen que ha madurado en silencio. Su trabajo encarna la coherencia interna entre mirada, gesto y pensamiento.




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