Solaris
Galería 3.14
Hasta el 10 de diciembre de 2023
1. Dentro de la variedad de motivos presentes en el arte rupestre -junto a figuras geométricas y representaciones de animales- se encuentran las marcas usualmente denominadas “meandros”. Estas huellas, que datan del Paleolítico y se han encontrado en diversas localizaciones geográficas, fueron hechas con tres o cuatro dedos de una mano sobre la superficie blanda de las paredes de cavernas arcillosas. La manifestación más básica y simple de un cuerpo humano, equivalente a las marcas que las bestias hacen con sus garras, estas huellas guardarán para siempre el misterio de su origen y propósito. ¿Signos rituales? ¿Símbolos vinculados a la fertilidad? ¿Algún tipo de notación o registro de eventos? ¿Diseños decorativos? La constatación de que estas marcas -que frecuentemente se acumulan unas sobre otras en lugares de difícil acceso y total oscuridad- han sido realizadas muchas veces por niños pequeños, acrecienta su misterio y abre más preguntas sobre quiénes eran esos seres, tan remotos y distantes pero al mismo tiempo tan cercanos, tan humanos.
2. Las vasijas de cerámica provenientes de la cultura Moche -civilización pre-incaica que floreció en la costa norte del Perú entre los años 100 y 800 d.C.-se caracterizan por su notable desarrollo técnico y formal. Estas vasijas, que podían servir propósitos tanto domésticos como rituales, poseen una extraordinaria variedad de formas que van mucho más allá de la función de contener líquidos o alimentos. Frutas, animales, hombres y mujeres, divinidades con rasgos animales, cerros y modelos arquitectónicos son algunas de las figuras que los alfareros mochicas agregaron a la forma esencial de un contenedor. La enorme riqueza y variedad de estas imágenes, así como su delicadeza y perfección técnica, nos hablan de un exceso que desborda lo utilitario, de un deseo de dotar a esos objetos de un sentido que trasciende lo meramente funcional a través del juego de la imaginación.
3. El psicoanalista inglés Donald Winnicott acuñó en el año 1953 el término “objeto transicional” para referirse a aquellos objetos que, en una temprana etapa del desarrollo infantil, establecen la primera diferenciación entre sujeto y objeto, situándose en una “zona intermedia de la experiencia”. Son los primeros objetos con los que se relaciona el niño, su primera posesión "no-yo", que existe para él o ella en un espacio limítrofe en el cual la separación entre el "interior" y el "exterior" no está definida y el contacto físico es la principal forma de relacionarse con el mundo. En palabras de Winnicott: “los objetos y fenómenos transicionales pertenecen al reino de la ilusión que constituye la base de iniciación de la experiencia”. Estos objetos comparten en general la característica de poder ser poseídos y manipulados por el niño, y pueden adoptar distintas formas, desde una simple manta hasta un objeto fabricado -”juguete”- para cumplir esa función. Los juguetes que se fabrican para infantes, de materiales como plástico, silicona, madera o tela, están diseñados para ser tocados y chupados. Su forma se adapta a la anatomía y escala de las manos de niños pequeños y a su impulso natural de llevarse todo a la boca, fuente de sensaciones placenteras. Poseen una variedad inagotable de formas inesperadas y caprichosas, un exceso, derivado en este caso de la ambigüedad propia de la función que esperan cumplir: estimular y satisfacer.
GALERÍA 3.14
Av. Sta. Rosa 2260
Santiago
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