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Escritura y dinero



Es curioso que con mi caso quizás, pueda iniciarse ¡oh paradoja! una nueva moda marxista en las entrevistas con los escritores chilenos. Preguntar primero como estos se ganan la vida. Y la auditoría podría ser aún más exhaustiva. Bueno, usted se gana la vida en el campo de la literatura, que así en genérico puede abarcar desde el mundo editorial hasta la docencia, pero se ve que eso no cuadra para sostener su estilo de vida ¿Cómo lo hace? ¿Qué patrimonio tiene? ¿Cuánto hereda? El periodista cultural tendría que venir acompañado con un funcionario de impuestos internos en su equipo.


Hubo un tiempo en que los programas de farándula comenzaron a filtrar los sueldos de los actores top. Estos nunca se habían enojado tanto con el periodismo, porque ese dato podría hacer tambalear su progresismo y desentonar sus cánticos de Victor Jara en las marchas.


Que la pregunta a las influencias literarias de lo escritores, viniera irremediablemente unida a la de cuantas propiedades tiene, sería algo de rutina. Es demoledor constatar que la mayoría de los escritores consagrados tienen un sostén propietario detrás, desde una ferretería paterna, hasta una inmobiliaria, los más afortunados. Los casos de pobreza campesina o delincuencial, como Rimbaud o Genet, son un fenómeno de otro siglo. Hoy un escritor sin ocio y solo con octavo básico es imposible. Todo ronda el azúcar. Y el azúcar espiritual es el mundo burgués. Yo también vendo azúcar. 


Primera exigencia de los lectores en las entrevistas a sus escritores favoritos: la materia y al final, si queda tiempo, los "sueños", esas pinturas abstractas que el cerebro teje cuando se tiene mucho ocio. En la URSS de Stalin estaba clara y exagerada esa categorización económica de las plumas. De hecho, para el gendarme no para el crítico, era vital saberlo o inventarlo. En la Francia de posguerra también, donde los escritores burgueses eran fácilmente identificables y repudiables.

En mi caso, todo el entorno marxista de las condiciones materiales de existencia, parece ser exigido y toma tal protagonismo como el propio estilo de escritura. No me molesta, los sueños no me importan porque no tengo.


Dicen que fue Balzac el primero que exigió a sus personajes el detalle de como se ganaban la vida, escribiendo en un mundo anterior a él, donde todos parecían vivir de aire. Marx, en el fondo un vividor de aire, fue un atento lector de Balzac.


Existe un hermoso libro que habla de este tema, hojeándolo me dio risa enterarme, por ejemplo, que Colette abrió un salón de belleza ¿Tomaría en serio a una escritora que hoy hiciera eso? Probablemente no, como a mí tampoco deberían tomarme en serio cuando se enteren de que vendo super 8. El libro se llama Trabajos forzados de Daria Galateria, pero es en otro libro, titulado Todo a mil, del filósofo Javier Gomá Lanzón, donde encuentro este párrafo, que se ajusta perfectamente a lo que digo:

 "La locución «ganarse la vida» indica que la vida no es un regalo. Soñamos, sí, con una «vida regalada», pero en la inmensa mayoría de los casos pesa sobre nosotros la obligación de trabajar para lograr una posición en el mundo. Durante algunos años, la infancia y la adolescencia, vivimos en una situación de ociosidad subvencionada por los padres, por el Estado. Pero la educación que recibimos tiene la finalidad de hacernos autónomos, dotarnos de los instrumentos para valemos por nosotros mismos.

Esa es la paradoja que sienten los padres cuando de verdad se comprometen en la formación de sus hijos: su extraña misión consiste en crear individuos distintos de ellos, independientes. Sabemos que hoy a la juventud le resulta difícil y costoso obtener ingresos para pagar esa independencia —piso, alimentos, ocio— y eso explica actitudes dilatorias que prorrogan la permanencia en el hogar familiar y que permiten a esa juventud la aplicación compatible a menudo con una reclamación de libertad sin límites en lo tocante a los estilos de vida, no solo independientes sino muchas veces contrapuestos a los de los padres subvencionadores de las otras dos partidas (piso, alimentos). Pero hay también que reconocer que el imperativo de «ganarse la vida» y de desarrollar alguna especialización profesional ha carecido, desde el Romanticismo a esta parte, de todo prestigio cultural y moral. El Romanticismo nos ha legado al menos dos duraderos errores: el primero, comprender la subjetividad según el modelo del artista; y el segundo, comprender al artista según el modelo del genio. El resultado es la extendida creencia de que el verdadero hombre es aquel que, como el genio, vive exclusivamente para su propio mundo y sus necesidades interiores. En consecuencia, el modo de ganarse la vida se le antoja a este sujeto moderno —artista genial en potencia— algo enojoso, indigno de él, un accidente de la vulgar exterioridad ajena a su mundo. Si abandona su vida regalada, será sin convicción y forzado por pudor...

Yo leería con avidez —y creo que proyectaría nueva luz sobre el fenómeno creativo— una historia de la cultura desde la perspectiva de cómo se ganaron la vida poetas, novelistas, dramaturgos, pintores, filósofos y músicos, y de su propia disposición íntima de identificación o rechazo hacia el modo elegido o impuesto de hacerlo, que incluyera extensas y minuciosas precisiones sobre cómo ambos aspectos —modo y disposición interior— determinaron el tipo de hombre que el artista en último término es, y cómo contribuyeron decisivamente a conformar su mentalidad, su sentimentalidad y, en suma, su mundo personal. La usual exposición de un resumen de sus obras, su contexto y la cadena de influencias entre creadores sería aquí secundaria".

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