Salir al mundo como niñas: La amistad como lazo libidinal y político
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Salir al mundo como niñas: La amistad como lazo libidinal y político



…Las niñas necesitan una senda al ancho mundo y la necesidad de la niña de afirmar su subjetividad no es sólo un rechazo de la actitud adecuada, inspirado por la envidia

(Jessica Benjamin, 1996).


Vivian Gornick en su libro “La mujer singular y la ciudad” habla de la amistad como un vínculo en el cual el empeño fundamental es descubrir, juntas, cómo llegamos a ser como somos. En sus palabras en la amistad “el día a día se convertía en materia prima para una perspectiva en desarrollo que estaba adquiriendo impulso narrativo”. A menudo, para comprender quienes hemos llegado a ser pensamos en la influencia de nuestra familia, nuestra generación y, quizás, de los eventos socio históricos que nos han marcado. Es menos frecuente que nos detengamos a pensar en la importancia de nuestras amigas. En esta columna queremos, por una parte, reflexionar sobre el valor de la amistad en nuestra vida como mujeres, y por otra, agradecer a quienes han sido nuestras amigas y compañeras.


El psicoanálisis, en sus inicios, propuso que el padre era quien abría a niñas y niños el camino al encuentro con el mundo y posteriormente, autoras feministas como Luce Irigaray y Jessica Benjamin, restituyeron la labor que tiene la madre como fuente de creatividad, curiosidad y agencia en esa exploración. No obstante, también desde el psicoanálisis sabemos que la familia no basta. El deseo y sus conflictos son motor del desarrollo cuya función es sacarnos de nosotras mismas y nuestros vínculos familiares para hacer comunidad, cultura y vida política. En este sentido, apostamos por pensar en la amistad como una vía de acceso al mundo.


Pensar en la amistad de este modo nos parece relevante porque en un mundo en el que el feminismo ha ido ganando espacios y los modelos de crianza tradicionales han sido cuestionados, nos encontramos con una serie de advertencias respecto a qué no hacer y cómo no limitar las potencialidades de les niñes. Sin embargo, es difícil encontrar planteamientos que permitan figurar vías de acceso al mundo más allá de modelos clásicos que ponen su foco en las funciones parentales y tienden a reforzar binarismos de género. En este sentido, nos parece que la amistad puede ser otro modelo para salir al mundo, como pares y compañeras, tanto para su exploración, como para retraerse de él cuando sea necesario.


La amistad es una de las formas de vínculo que ha sido poco conceptualizada por el psicoanálisis. Si bien desde los griegos esta ha sido pensada como modelo del lazo político, este modelo es eminentemente masculino y ha desconsiderado los espacios de politicidad no hegemónicos desarrollados por mujeres y disidencias. Esto es, esos espacios donde se realiza política de las pequeñas labores, fórmula con la que Rivka Galchen nombra a ese universo de prácticas invisibles, por fuera de la vigilancia patriarcal y la norma heterosexual, se han desarrollado prácticas y vínculos propios de la pequeña política de la vida cotidiana. Estas son fundamentales para sostener la vida común pero habitualmente son invisibles para la gran política. Por fuera y en los intersticios de las instituciones patriarcales, la historia de las mujeres y disidencias es la historia de vínculos y prácticas con las que hemos resuelto con pocos recursos enormes problemas. En su investigación sobre la historia de la amistad entre mujeres Yalom y Donovan Brown plantean que, a través de los siglos, es posible observar cuatro características constantes y definitorias de la amistad entre mujeres: la presencia de afecto, de auto-develación, de contacto físico e interdependencia. Estas características ofrecen un panorama distinto de salida al mundo, uno que no se somete a las coordenadas edípicas de la teoría psicoanalítica clásica. No corresponde al modelo del amor romántico, ni al modelo de la fratria, terminología utilizada por Freud en Tótem y Tabú para pensar la relación entre hermanos. Tampoco al modelo “hombro con hombro” de amistad masculina (como lo llamara Greif), mayormente enfocado en la realización conjunta de alguna actividad (o, en ocasiones, una competencia). La amistad puede ser otra cosa. Las amistades femeninas serían más del tipo “cara a cara” en que el énfasis está en la mirada mutua como un espacio que habilita la expresión de la propia vulnerabilidad.


Quizás podemos asomarnos con una imagen. En la saga Dos amigas de Elena Ferrante la amistad aparece como el lazo más fundamental en la vida de dos mujeres de un barrio pobre en la ciudad de Nápoles. Su amistad funciona como un espacio otro, diferente de la familia, del amor romántico, diferente del barrio y las normas de clase, que habilita la expansión de la vida para cada una. No siempre estuvieron juntas ni de acuerdo, sus trayectorias están atravesadas por todo tipo de diferencias y también, en ocasiones, una presentaba a la otra algún rasgo que se volvía insoportable. Pero esa amistad funcionó como un espacio de resistencia para resguardar la vitalidad de cada una ante las violencias, las del mundo y también las propias. Esta amistad funciona como un espacio que habilita lo que Elena Ferrante define como “lo contrario del cuerpo aturdido”. Se trata de mirar y mantener en la mente a la otra, con atención, pero sin una mirada policíaca que supervisa, controla o juzga. No es una vigilancia de la mirada ni especular, sino que es más bien cuidar mutuamente una disposición afectiva de todo el cuerpo. Se trata de un espacio para compartir, a veces en una diferencia muy radical, una al costado de la otra, atentas a la expansión de la vida y de todas las actividades que hacen expandir la vida, incluso en sus momentos más difíciles de acompañar. La amistad entre Elena y Lila funciona como un espacio amplio para cultivar la propia expansión y la expansión de la otra, cada una en sus propios términos. También les ofrece un espacio para el abatimiento y la retirada.


Hace algunos meses, la poeta estadounidense Claudia Rankine, abogó en una conferencia por la necesidad de apropiarse de la expresión “colapsar”. Partiendo desde el análisis de una serie de performances artísticas, planteaba que colapsar visiblemente, dejarse caer, podía ser una forma de subvertir el mandato capitalista de seguir produciendo a toda costa. Se preguntaba también por las condiciones mínimas para que dejarse caer no sea un evento del lado de lo mortífero, sino que habilite espacios de descanso y reencuentro con una misma. Escuchándola esa tarde, no podíamos sino pensar en lo que había significado la amistad para nosotras, en cómo, las amistades que hemos construido son un espacio donde sistemáticamente podemos permitirnos no sólo “mostrar la hilacha” sino de frentón colapsar, casi deshacernos, auto-develando nuestra vulnerabilidad sin temor al juicio. En ese sentido, pensábamos cómo nuestras amigas y amigues nos habilitan para explorar caminos hacia el mundo que también son caminos hacia nosotras mismas. Caminos que tienen que ver con la expansión de fronteras de lo que pensamos posible. Ya sea para hacer más y pensar en grande, apropiándonos de nuestra ambición, o para permitirnos colapsar, hacer menos o hacer cualquier otra cosa. En este sentido, nos parece que la experiencia de amistad, lejos de la caricatura de la competencia y la envidia, puede asemejarse bastante más a lo que Muriel Dimen sitúa en el corazón del proyecto feminista: mejorar lo que hay y redefinir y ampliar lo pensable, imaginable y deseable.


Pensamos que la amistad puede ser un espacio alternativo ante el disciplinamiento de la norma binaria cisheterosexual, que habilita a las niñas el encuentro con su deseo por fuera de la maternidad, el matrimonio y la familia. En este punto es un vínculo con un enorme potencial libidinal y político. Concordamos con Adrienne Rich cuando propone que la amistad y el amor entre mujeres ofrece una multiplicidad de intercambios de prácticas y afectos que van abren los límites heteronormados sobre lo erótico. Y sabemos que el erotismo liga e inventa mundos. La amistad, entonces, puede ser una alternativa para el desarrollo de formas creativas de trabajo y de pensamiento que puedan desarrollarse con mayor amplitud, resistiendo a la subordinación de las normas e instituciones patriarcales, incluso si estamos al interior de estas. La amistad y su potencia erótica puede inventar formas de parentesco, de intimidad, de cuidado, de trabajo, de creatividad y de responsabilidad mutua.





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