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Foto del escritorAlvaro D. Campos

17 de noviembre de 2022

Leo un artículo sobre el cine de Bergman, luego algunos pasajes de "Senderos", el diario íntimo de su esposa, la actriz Liv Ullman. Me sorprende una entrada donde habla de su felicidad, de que ella ha amado y también la han amado, etc, etc. De pronto escribe algo extraño:

"Nunca he sentido hambre: solo algunas veces he tenido que contar el dinero para ver si podía comprar mantequilla en vez de margarina."


La compleja felicidad noruega. Es sorprendente que los nórdicos padezcan tan dramáticamente esta diferencia, que yo creía que solo pasaba en Chile. Ahora sé que la diferencia viene de Napoleon III, que ad portas de una guerra contra Prusia, en 1869, creó un concurso para invitar a los químicos para que inventaran un sustituto barato de la mantequilla, orientada a las clases bajas y fuerzas armadas. Así nace la margarina. Mucha gente pobre al comprar le dice margarina a la mantequilla y cuando ven la diferencia de precio se desilusionan. Pero en el futuro igual seguirán pidiendo la margarina como mantequilla. No se resignan a que están en una guerra franco-prusiana.


“La presencia de margarina en la mesa provinciana es un indicio del predominio creciente de la ciudad sobre el campo”, escribe Federico Schopf en un estudio sobre los antipoemas de Nicanor Parra. La margarina es la ciudad sintética, industrial y abaratada, la mantequilla es el campo artesanal y más costoso.


Acá en mi barrio, Pudahuel, la margarina promedio cuesta $500 y la mantequilla $1500. Me gustaría también saber cuánta era la diferencia en plata entre ellas en Noruega. Imagino a Liv Ullman juntando esos $1500. Existencialismo.


Yo desde niño comí mantequilla (por una serie de variables familiares). Siempre sentí que esa diferencia podría constituir un factor existencial. Ahora lo confirmo. Esa diferencia de valor siempre me ha parecido que tiene un contenido dramático. Bastaría una seria reflexión sobre las gentes de margarina y las de mantequilla (incluso las margarinas que han ido incorporando leche y que matan cualquier reflexión existencial), para comenzar un buen guión de cine, una novela o cualquier cosa que se titule simplemente así:


“A mil pesos pesos de distancia. Historias de margarinas”.

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