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El viaje sin retorno no es del que se va, sino del que vuelve. El infinito está en lo que deja atrás, pero sólo se hace infinito si vuelve a buscarlo. Desandar para retomar: qué brutal contrasentido. El viaje del que regresa de lejos se hace inacabable porque en el fondo no vuelve a su ciudad natal, sino a su pasado, y espera rebobinarlo hasta llegar al momento anterior a la partida. Con bastonazos de ciego, busca a Apolo entre las ruinas del Olimpo, recoge sus flechas para volver a encajarlas en las heridas que hace tanto tiempo lo hicieron partir.

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