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Lo que otros no saben

Anoche me desvelé subrayando citas del diario de Lord Byron. Siempre cuando hago estas cosas termino preguntándome lo mismo ¿Por qué lo hago? Siempre sintiéndome un poco estúpido, avergonzado. Cosa que nunca he sentido con un trabajo manual . Cuando, por ejemplo, en alguna ocasión he tenido que palear un montón de tierra, termino tan satisfecho, como si estuviera haciendo algo clave para la supervivencia del universo. En el momento que agarro la pala inmediatamente creo en el alma. Está de moda ese dicho, muy usado por los fachos no administrativos a los progres: "tiene alergia a la pala". Bueno, reconozco que yo también desconfío de los hombres con manos pulcras, de doncella. Muchos revolucionarios estaban obsesionados con las manos de los obreros. A Rimbaud las manos le sacan un verso, traicionero a sus callos de campesino y a Tina Modotti toda una serie de hermosas fotografías en blanco y negro. Es impresionante ver un desfile de manos de obreros posando en los fierros de las micros, sobretodo después de venir de la universidad, plagada de manos pálidas y vírgenes, llenas de versos, silogismos o humo intelectual.


Quizás la respuesta mas rápida a la motivación absurda de los subrayados de Byron, sea la vanidad. Para saber lo que otros no saben. La curiosidad, que decía La Rochefoucauld, que "procede del deseo de saber lo que los demás ignoran". Pero en general las citas que subrayo son puras nimiedades, nada de sabiduría. Por ejemplo, el problema que tenía Byron con la comida ,("Lord Holland me invitó hoy a cenar; pero cenar tres días seguidos sería mi destrucción. Así pues, sin comer nada desde ayer, me dirigí a mi palco en Covent Garden”), el miedo a engordar (que también sufriera Nietzsche) como si estos pensadores temieran que sus ideas perdieran respeto al ser lanzadas desde un cuerpo obeso.


Prefiero ser flaco a ser famoso, anotó una vez Kerouac. Los hombres que tras su matrimonio engordan en total indolencia, desconocen el poder y la fragilidad del mercado sexual, en el fondo son anticuados aristócratas y por eso el mundo moderno en algún momento los castiga, partiendo por su mujer.


Subrayo las vidas de los demás para sentir con mayor documentación la omnipotencia de la cotidianidad, y porque no, la estupidez de todas las épocas. Solo la cotidianidad derrota a los dioses. El monoteísmo la evita. La pregunta de que si Cristo cagaba, hecha efectivamente por algunos teólogos como Valentín el Gnóstico o Clemente de Alejandría, puede llegar a disipar la fé.


El aburrimiento que no desespera es una bendición. Sobretodo después de vivir, y leer en las vidas de otros, un aburrimiento que obligadamente lleva al vacío. Un aburrimiento maquinalmente soltero.


A menos que les falte comida o salud, es imposible desesperarse con hijos. Una hija de Byron, Allegra, murió de tifus a los 5 años. Aunque uno lo desee de vez en cuando para byronizar un poco la vida, no el tifus, sino esa desesperación artificial e infantil de los poetas.


Y termino como escribe Byron el 23 de noviembre de 1813:

"Algunas cosas del pasado me han dejado insensible, y lo único que ahora puedo hacer es convertir la vida en diversión y observar mientras otros actúan...Nunca seré algo, o más bien siempre seré nada. A lo máximo que puedo aspirar es a que alguien diga de mí: «Quizá podría, si él quisiera»."

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