De Luca: “Toda escritura es parasitaria de nuestras propias experiencias”
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De Luca: “Toda escritura es parasitaria de nuestras propias experiencias”

Me descargo el archivo que me envió Agustín De Luca hace algunos días y lo primero que leo es “Poder Judicial de la Nación”. Pienso en “Los incidentes”, su último libro, y en su carácter metaficcional. Me rio. Me pregunto si esa especie de título es un guiño o si simplemente es un mensaje automático en los mails que salen de su correo laboral. Es que De Luca escribe sobre la justicia desde adentro de la Justicia. Me encanta. La ficción sobre la ficción. La justicia desde la justicia.


“Los incidentes”, que le sigue a “El judicial”, podría catalogarse dentro del policial clásico; en concreto, dentro del policial de cuarto cerrado, pero nos quedaríamos cortos. Porque la historia que cuenta es más que un relato de la búsqueda de un culpable. Es también la búsqueda de la mejor manera de narrar esa búsqueda. Por eso, quizás sea más justo decir que es un policial cuyo tema central es la literatura, aunque quizás el autor no se haya propuesto ese desafío.

1. “Los incidentes” es tu segunda novela y tanto en “El judicial” como en esta los relatos están muy cerca del mundo de la justicia, un mundo que te resulta familiar por tu trabajo como docente de Derecho Penal. ¿Estás de acuerdo con la idea de que se empieza a escribir sobre lo que se conoce para después ir asonándose a lo desconocido?

Estoy de acuerdo, por supuesto. Creo que iría más lejos y diría que toda escritura es, de alguna manera, parasitaria de nuestras propias experiencias. Entendiendo experiencias en un sentido amplio que incluya, como mínimo, tanto lo que nos sucede como las vivencias de los otros que llegamos a conocer y lo que vivimos mediante el cine y la literatura. Toda literatura es literatura del yo, solo que los que nos decantamos por hacer ficción fundimos nuestras experiencias con la imaginación, retorcemos o deformamos ciertos hechos, jugamos con escenarios hipotéticos, combinamos rasgos de gente muy distinta. Lo que estoy diciendo, tal vez, es algo bastante básico, pero el proceso cognitivo por el cual creamos está informado por nuestras propias experiencias, y aun si escribiera una novela de ciencia ficción con mundos imaginarios, los colores y las formas de ese mundo seguramente tendrían un vínculo, tal vez difícil de reconstruir, con algo que en algún momento nos atravesó y llegó a nuestra conciencia.

Volviendo un poco a tu pregunta, el Derecho Penal es una máquina de generar historias; es una disciplina que te pone en contacto todo el tiempo con la tragedia humana; es muy raro encontrarse con una persona que haya estado involucrada un proceso penal (como víctima o como victimario) y que no haya estado en una situación trágica. Es un campo sembrado de historias de frustración, ambición, desesperación. Y todo ese material casi siempre termina impactando en lo que escribo, aunque siempre de manera bastante indirecta. Nunca me sentí tentado de contar una historia que haya conocido por mi profesión, sino que esos mismos hechos, mediante el proceso que te comentaba en el párrafo anterior, terminan informando lo que escribo.

2. ¿Cómo apareció la idea de “Los incidentes”?

No hubo una única idea, sino varias que se fueron concatenando para darle forma a la novela. Si no me falla la memoria, la primera imagen que tuve fue la de un sujeto registrando una sucesión de hechos ambiguos, interpretando que alguien lo perseguía y pretendía hacerlo enloquecer, en un relato que raye la paranoia y de otro personaje que leyera ese relato y fuera intentando descifrar si se trataba o no de una ficción. Luego se me ocurrió que, para que las cosas fueran más interesantes, el lector (que terminó siendo la lectora) tenía que tener algún vínculo emocional con el escritor, y al final decidí que, además de hacerlos ex pareja, también podían ser escritor y editora, para sumar las tensiones propias de esa relación profesional, tan curiosa, con las propias de cualquier pareja. Eso por un lado; por el otro, tenía la idea de hacer un homenaje a la literatura policial, sobre todo al policial "blanco" o policial clásico, que me había servido de puerta de entrada a la literatura desde muy chico y, combinado con todo lo anterior, quería jugar un poco con esta idea de la tensión entre la Literatura, con L mayúscula y la literatura de género, entre la novela como arte y la novela como pasatiempo. División que, probablemente lo hayas deducido leyendo el libro, me parece totalmente irracional y artificial. Se suele tildar a la literatura de género como esquemática o de fórmula, pero al hacerlo se deja de lado que el realismo también tiene convenciones, y que cualquier novela sigue, o dinamita, cierto conjunto de reglas y expectativas.

Por último, y en relación con esto último, tenía la idea de meter, dentro de una novela policial, una suerte de manifiesto estético. Perdón, digo manifiesto estético y suena demasiado presuntuoso, así que digamos una idea acerca de las características que más aprecio en la literatura. El discurso no está directamente en ningún personaje, pero se lo alude de manera más o menos directa todo el tiempo: la importancia de la narración, la importancia de contar una historia y de que esa historia tenga la capacidad de atraer al lector. Creo que la narración es el origen de la literatura, y que el acto de contar historias precede por milenios al arte de la novela. Eso no quiere decir que el contar una buena historia sea condición suficiente para escribir una buena novela, por el contrario, hay muchas buenas historias desperdiciadas en novelas mediocres. Lo que creo es que la narración cumple la función de columna vertebral de una obra; sobre eso se puede, y se debe, construir, pero si falla la narración, todo lo demás, para mí al menos, se vuelve insulso. Por eso me interesan las novelas que tienen una pata en la literatura popular, pero sin perder por eso la pretensión de ser un objeto artístico.

3. Al leer tu libro se nota un proceso de construcción del relato casi obsesivo, meticuloso. ¿Sos de planificar, de delinear esquemas, mapas, antes de sentarte a escribir?

Soy mucho menos meticuloso de lo que la novela puede dar a entender. Tengo un método bastante arbitrario: no puedo sentarme a escribir sin tener una idea general de lo que quiero contar, pero tampoco puedo escribir teniendo todo resuelto desde antes. Suelo empezar con un boceto, una idea general de a dónde creo que la historia me va a llevar, y luego voy improvisando por el camino, confiando en que lo que parecen decisiones arbitrarias terminen encontrando un sentido dentro del bosque narrativo. Me suele pasar que llega un momento, por lo general a la mitad del proyecto, en que empiezo a temer que no voy a encontrar buenas soluciones a los problemas que fui dejando por el camino, pero, al menos hasta ahora, siempre tuve un momento epifánico en donde entendí que había encontrado una solución satisfactoria (al menos para mí). Para hablar en concreto de Los incidentes, y tratando de mantener la cuestión libre de spoilers, acá tenía bien en claro cómo se iba a resolver el enigma principal de la novela, pero no tenía idea de cómo el lector y los personajes iban a descubrir eso que yo ya sabía. Seguí avanzando en la escritura, confiando en que la solución iba a aparecer, y finalmente apareció, por suerte, una noche mientras lavaba los platos.

4. “Los incidentes” es un policial pero también es un texto bien metaficcional. De hecho, se me ocurre que el policial se sostiene gracias al juego literario que proponés en el texto. ¿Hay algo de eso?

Sí, definitivamente. Creo que es menos una novela policial que una novela sobre el género policial, sobre la literatura de género y sobre la literatura en general. Me apasiona la reflexión sobre el acto de leer, sobre cómo nos enfrentamos a un texto, como lo intervenimos y como nos interpela. Y en lo metaficcional encontré un recurso que me permitió un montón de juegos que serían imposibles de hacer de otra manera. Me habilitaba, por ejemplo, a caer en un lugar común, porque tenía a la editora/lectora que podía marcar que se trataba de un lugar común e incluso burlarse del estilo del autor y así, de alguna manera, darle una justificación a lo que de otra manera se vería como un defecto del texto. Además, siempre tuve una fascinación por lo metaliterario, desde que leí Magias parciales del quijote a los 16 años y consideré seriamente la posibilidad de ser un personaje de ficción, me atraen mucho las novelas que de alguna forma, directa o indirecta, ponen en crisis la línea que divide el mundo de la ficción del mundo, más o menos ficticio, en el que vive el lector.

5. Supongo que sos lector de género policial. Contame un poco acerca de tus lecturas e influencias. Cuando te leía se me vino a la cabeza “Los crímenes de la calle Morgue”, de Edgar Allan Poe…

Soy lector del género policial, pero menos de lo que se puede dar a entender leyendo la novela. Empecé, de muy chico, leyendo policiales (el detalle de la colección Biblioteca de Oro de novelas de Agatha Christie es completamente autobiográfico), pero luego fui incorporando otros gustos, sin abandonar la literatura de género. Esta novela es una suerte de recuperación u homenaje a ciertos libros que me hicieron muy feliz en algún momento de mi vida y que me convirtieron en lector.

En cuanto a influencias, soy un lector bastante omnívoro, leo todo el tiempo y varias cosas a la vez, pero si tuviera que hacer una lista de autores que, creo, impactaron en lo que escribo, no podría dejar de nombrar a McEwan, Ishiguro, Tartt, Carrère, Carver, Bolaño, Borges y King, en una enumeración claramente incompleta.


6. Aparecen en tu libro referencias a otros textos, literarios y otros más académicos, teóricos. Hay teoría detrás de la escritura. ¿Es así?

No me animaría a decir que hay teoría, porque mi formación profesional está exclusivamente limitada al derecho penal y a la filosofía del derecho, me siento más cómodo hablando de inquietudes. Con esa aclaración, sí, hay inquietudes teóricas detrás de la escritura. Creo, y me estoy alejando un poco de tu pregunta, que para mí toda escritura es un intento de darle forma a algo que me atosiga, ya sea una experiencia personal o una inquietud académica. La ficción me sirve para terminar de entender y darle un lugar a cosas que, de otra manera, no me podría sacar de la cabeza.

7. ¿Qué estás leyendo?

Bueno, como te anticipé, soy de leer muchas cosas al mismo tiempo, más que nada porque desde que tengo hijas mis tiempos son más limitados de lo que eran y no todos los momentos me permiten el mismo grado de atención. Ahora mismo tengo sobre la mesa a El jilguero, de Donna Tartt, que es una de mis novelas de cabecera y que me gusta releer de vez en cuando, La trama celeste de Bioy, un libro de epistemología jurídica que se llama Verdad, error y proceso penal y Emboscada, de Facundo Pastor.

8. ¿Estás trabajando en algo nuevo?

Tengo una novela terminada hace poco, en proceso de corrección. Es sobre un juez que se obsesiona con uno de los casos que le toca resolver, al punto de que empieza a tomar ciertas acciones que ponen en peligro su carrera. Lo curioso es que el caso en cuestión es extremadamente simple: un hombre arrojó a una mujer mayor a las vías del subterráneo. Hay testigos del hecho, el señor admite su responsabilidad y se niega a hacer cualquier tipo de declaración. Desde un punto de vista jurídico no hay mucho que discutir, pero lo que le intriga al protagonista no es el quién, ni el cómo (que suelen ser las preguntas que dominan en la novela policial) sino el por qué, porque el protagonista está convencido de que hay un porqué para ese crimen que parece aparenta ser arbitrario y eso lo lleva a cruzar la línea de lo profesionalmente aceptable. La cuestión que me interesa explorar en la novela es la de los contornos de la información que tomamos en cuenta al pensar en un caso, porque muchas veces la indagación que se hace en un proceso penal no necesariamente agota las preguntas que nuestra curiosidad nos puede llevar a formular.

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