El Oscar 2023
Hace tiempo que no publico nada. El silencio otorga. Al igual como le ocurre a muchos, cesé mis publicaciones, creo, debido a que hubo tiempos en que la realidad se sobrepuso a la ficción. A tal nivel que escogí el "mutismo" como mi mejor antídoto. Debo admitir que me he quedado muda desde Piñera para adelante, estallido, pandemia y bla, bla, bla.
Sin embargo después de ver esta última versión de los Premios Oscar 2023, siento el impulso de opinar, arriesgándome, obviamente, a que me ignoren o a que me increpen, "qué a quién le importa", porque creo que nada puede ser peor que querer decir algo y no hacerlo.
Creo de verdad, fervientemente, que en esta versión del Oscar 2023 se desplazó el discurso. Un buen puñado de películas lograron salirse del cliché y lo políticamente correcto, para jugársela de lleno por puntos de vista disruptivos sobre los temas que más nos convocan hoy.
"Ellas Hablan", por ejemplo, se hace cargo del tema del voto femenino, desde un lugar absolutamente nuevo. Desde la institucionalidad pro igualdad de géneros que debiera existir para siempre y por siempre, y no desde la victimización de la mujer, provocando un efectismo, ya por nosotros conocido de temprana caducidad.
"Tár", por otro lado resulta única, en su esfuerzo por debatir la nueva hegemonía de las minorías, y cómo éstas terminan influyendo y medrando nuestro legitimo derecho a la libertad de opinión y expresión frente a la vida y el arte.
"La Ballena", en cambio, habla a un nivel tan profundo de la obligación de perdonarnos a nosotros mismos, que de verdad uno sale con la certeza de que debe corregir algo. Yo no sé si el cine enseña (o si debiera ser su obligación enseñar), pero la ballena sí enseña. Es tan cruda la metáfora de Moby Dick. Es tan perfecto el ritmo como Darren Aronofsky va develando los secretos de su protagonista, que cada una de las líneas terminan resultando perturbadoras y a la vez sorprendentes.
"Los espíritus de la Isla", por otro lado, aunque desde un punto de vista temático, es menos actual que las anteriores, plantea como ninguna, el trasfondo ético de la amistad. Nos plantea una pregunta que siempre nos hemos hecho, (o que al menos yo siempre me he hecho), ésta es si acaso uno tiene o no derecho a abandonar a un amigo; al clásico amigo aburrido que jamás te ha dañado. Según el director de esta cinta, uno al menos tendría que planteárselo.
“El triángulo de la tristeza”, por último, es, creo, la mejor alegoría del mundo donde chapoteamos hoy. Si el Titanic se hundiera, indudablemente sería como esa película. En ella, de hecho, explota un crucero, (que vale millones de dólares) y terminan hundiéndose todos los ricos -literalmente en su propia mierda- y mandando los pobres. Pero los pobres no se vuelven buenos, sino que se corrompen. Se analiza el poder, más cerca de su condición de "artefacto líquido" que de reivindicación social. Los personajes, todos muy frescos y muy actuales, son la oposición misma de los estereotipos que manejamos de ellos. Son seres humanos que triunfan frente al cartón piedra de la ficción.
Y eso es lo mejor y por eso sorprende; porque en vez de recitarnos lo que pensamos, nos abre los ojos, justamente, frente a lo que no pensamos.
Lo mismo ocurre con estas seis obras. Ninguna fue creada bajo la obligatoriedad del consenso, y por lo mismo, todas sorprenden. Ninguna es completamente revolucionaria, pero igual todas resultan disruptivas en su originalidad. Están hechas desde el sentido común de directores, en su mayoría jóvenes, que examinaron cada árbol antes de crear el bosque. Quizás sea el resultado de escribir desde una pandemia, desde un lugar que lucía más distópico que cualquier ficción.