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Frankenstein ideológico

Hace unos días atrás, el escritor Alberto Fuguet visitó Punta Arenas. Luego de su charla, repleta de público, surgió la idea de ir a cenar a un interesante restaurant del Cerro de la Cruz. Mientras tomábamos el taxi nos fuimos alegremente conversando de cuanta cosa se nos ocurría. A propósito de escopeta nos tocó un taxista (muy distante al de las canciones de Arjona y Franco de Vita) que se arrojó una perorata gratuita en contra de homosexuales e inmigrantes ilegales: hablaba de limpiar el país de la corrupción y de los delincuentes y enarbolaba (sin máscaras) un panteón de personajes casi como si se tratara de los Avengers: Bukele, Putin, un poco Milei y veladamente Kast.


Fuguet descendió del taxi un poco contrariado.


Curioso el odio a los inmigrantes en Punta Arenas, ciudad fundada en base a la inmigración. Huelga decir que Bukele viene de inmigrantes palestinos y el padre de Kast fue un oficial del ejército nazi, al menos según la fuente del Archivo Federal Alemán (Bundesarchiv). En mi modesta opinión, desde que leí la novela Frankenstein o el Moderno Prometeo de Mary Shelley quedé con la certeza que construir un ser con partes de otros era la moraleja de una abominación. No porque no crea en el eclecticismo, sino porque tengo la sensación que la política no es un supermercado donde compro lo que quiero y omito lo que no deseo.


El plan de Bukele contra los maras que son un verdadero flagelo en Centroamérica, despierta mucha euforia en personeros del mundo conservador y derechista. Pero, omiten que el mandatario salvadoreño fue alcalde de Nueva Custaclán bajo la bandera del Frente Farabundo Martí, del que después se alejaría. Se ha declarado de izquierda y admirador de los logros sociales de Cuba. De igual manera, ha dicho que es anticapitalista porque este sistema enfrenta en forma desigual a un tigre con un venado. De repente, le salen unos arranques medio religiosos y mesiánicos a mi juicio.


En su anverso, hay quienes aseguran que Putin es una especie de jerarca colectivista, encarnación de la antigua Unión Soviética, principalmente un neocomunista. Me cuesta digerir esa expresión en alguien que siendo alcalde subrogante de San Petersburgo se declaró admirador de la dictadura de Pinochet y enfatizó que la violencia política es criminal si tiene como objetivo descartar las condiciones de la economía de mercado, «ineludible» si promueve o preserva las inversiones del capital privado. Su régimen es ultranacionalista, ultraconservador, religioso y anti-izquierdista, al punto que el Partido Comunista ruso está en la oposición y ha reclamado por persecuciones políticas. Debemos recalcar el asedio contra la comunidad LGTBI rusa, algo francamente medieval. Si tiene vínculos con gobiernos como Venezuela o Cuba es simplemente por razones geopolíticas, tal como los tuvo con Bolsonaro y con Vox. En eso veo hasta la izquierda chilena un poco perdida.


El eufórico Javier Milei se ha declarado anarcocapitalista, libertario, liberal, respetuoso irrestricto de la libertad del prójimo (aunque no lo aplica en el tema del aborto), respetuoso además de los derechos humanos (aunque cree que la cifra de detenidos desaparecidos durante la dictadura argentina es hiperbólica), dice que quiere romper relaciones con China y ha esbozado la siguiente máxima: alguien de derecha es quien no le molesta con quien comercializas pero no le molesta con quien te metes en la cama; alguien de izquierda es alguien que no le molesta con quien te metas en la cama pero le molesta con quien comercializas; un libertario cree en el proyecto irrestricto de la vida del prójimo por lo tanto no le molesta ni con quien comercializas ni con quien o quienes te metes en la cama”. También ha dicho que el Papa Francisco es el representante del Maligno en la tierra ya que promueve el comunismo y cita Sagradas Escrituras diciendo que se oponían a esas ideas estatistas y socialistas (harto curioso porque Marx es el del siglo XIX)


Y de Kast… está contra el aborto, dice que no puede ver al comunismo (pero no cortaría relaciones con China), que el matrimonio es entre un hombre y una mujer, que hay que establecer una zanja para los inmigrantes (suerte que sus antepasados no corrieron esa suerte), que se debe imponer duras penas a los delincuentes (a menos que estén en Punta Peuco), que el estado debe rescatar a las isapres, una medida casi socialista.


Bueno… ¿en qué quedamos? ¿Libertad económica, pero no en mi vida privada? ¿Arremeter contra inmigrantes siempre y cuando sean latinoamericanos o africanos? ¿Economía científica en base a textos religiosos? ¿Penas extremas a los delincuentes, pero indulgencia a criminales de lesa humanidad? ¿Libertad económica y reducción del Estado al mínimo salvo cuando se trata de salvar a los bancos y las isapres?


Raro todo. ¿sale algo de todo esto junto? Cuantas veces la historia en su apetito por el orden ha caído en abismos de irracionalidad, de callejones sin salida, de ciudadanos que piden que los gobiernos sean verdugos y no democracias. Nadie en su sano juicio defiende la delincuencia y la corrupción. Hay que condenarla y combatirla como ciudadanos de a pie incluso. Pero ¿será una solución el monstruo de Frankenstein que nuestro taxista veía como un ángel vengador?


Oscar Barrientos

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