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Desperté lleno de presagios: una odisea visual

Coco González es un artista neo conceptual y neo pop, es un creador, productor, editor y reciclador de imágenes propias y de otros: la misma necesidad de recuperar las imágenes contiene al mismo tiempo su extinción, ya no sólo como ícono, si no como materia, como cuerpo material que se desgasta. Desde la pintura al óleo y la gráfica, ha realizado por más de 30 años, obras que son retratos y autorretratos de la vida cotidiana, social, cultural y política en Chile. Es un pintor de formación universitaria en la UCH, y autodidacta de camino propio. 


Desperté lleno de presagios congrega imágenes-biografema (imágenes que marcan la vida o biografía de cada un@), como si las obras fueran “seres con vida propia” que nos acompañan como familiares en la vida personal y colectiva. Son “seres” que han perdido la clase y el origen, y ya no importa si son de alta o baja cultura, ya que todas las obras de arte, fotografías o imágenes digitales, se comportan de la misma forma en las pantallas del celular, el monitor de tv o el cine. En el ejercicio plástico de Coco González las imágenes son reapropiadas, recortadas, editadas, desmaterializadas, repintadas y rematerializadas como pinturas sobre tela, papel o muro: sin pedestal y sin autor exclusivo para una nueva existencia social.


Coco González tuvo su primera exposición colectiva en esta misma casona en 1989, junto a Jorge Herranz, Rafael Penroz y Jorge Vilches y se llamó, Contándolo todo, en el aquel entonces, Instituto Cultural de Las Condes. De ese tiempo es el óleo y esmalte sobre tela titulado Superficies de placer (1990). Los cinco ámbitos en los que se distribuyen las cerca de 140 obras, objetos de colección y videos, son de distintas formas, imágenes-materia que viajan, que, en la exposición, repasan con humor, acidez y ternura, imaginarios de la cultura occidental y por lo tanto pueden ser leídos y vistos como parte un nuevo silabario cultural. Se destaca la colaboración con palabras y objetos de los amigos y amigas del artista, como de la colaboración como editores de los videos de Gonzalo Medel y Alex Letelier, y el aporte significativo del video-del artista y realizador de Bolivia, Harold Céspedes, con su pieza Disco de piedra (2024).


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Carta de Navegación. Coco González como artista en sociedad fija su punto de partida en la primera exposición colectiva en esta misma casona en 1989, junto a Jorge Herranz, Rafael Penroz y Jorge Vilches y se llamó, Contándolo todo, en el aquel entonces, Instituto Cultural de Las Condes. Se inicia el recorrido con un óleo sobre tela donde un televidente, se distrae de la pantalla de tv ante la llegada de un extraño: de cuando la realidad o el delirio irrumpen. Una imagen de la transformación cultural en Chile, y el mundo, de cuando los hogares organizaron sus hábitos y dejaron de hablar en la mesa frente a una única pantalla, a modo de cine en su casa. Este electrodoméstico visual que es la televisión fue un primer presagio de la reproducción exponencial de las imágenes por efecto de la tecnología de reproducción e impresión, y el advenimiento de lo digital y de internet, convirtiendo a las imágenes en superficies viajeras y portátiles. 


Los presagios de Thomas Morus. En la actualidad, la batalla cultural ha devenido en la revisión y a veces, desuso de las palabras e ideas que intentaron durante siglos nombrar e imaginar momentos, mundos o sociedades donde era posible vivir mejor. La crisis del modelo civilizatorio actual, a través de la manipulación de los medios y el consumismo desatado, se ha encargado de vaciar las palabras y desactivarlas de su capacidad crítica y transformadora. Por ejemplo, la palabra Utopía, que por definición señala un único lugar (u-topos), que según Thomas Morus, era una isla donde era posible que los ciudadanos utopienses encontraron una fórmula para organizarse y decidir vivir en armonía, respeto, intercambio y equilibro. Distopía, también es una isla, pero es lo opuesto, donde se vive en una sociedad disruptiva, aislada y amenazada por la represión, la violencia de todo tipo y la degradación ambiental, donde se aspira a le mera sobrevivencia narcisista, donde lo único posible es el conformismo. 


La exposición es un llamado de atención y de esperanza para recuperar la capacidad de soñar a través de gestos de recomposición creativo-emocional que son utilizados como metáforas del mundo. Por ejemplo, la colaboración de amigas y amigos que enviaron la primera palabra que se les venía ante presagios, provocó una nube de palabras que ahora están grafiteadas.  Sobre el bien que no se nota, es de algún modo la banalidad del bien, o lo poco relevante de la ética en contextos distópicos actuales, para lo que Coco construye diagramas visuales, fuera de marco y regla, con pigmentos, palabras pintadas, repisas y objetos recolectados.


Bitácora de Viaje. En el pasillo de la casona, a modo de viaje que se registra materialmente, se presentan dos videos que están en los extremos de la galería: en el muro oriente Terroristas y en el muro poniente Abundancia (editados por Gonzalo Medel y Alex Letelier). Por lo tanto, la pared que media entre ellos, está intervenida con óvalos de color y objetos viajeros. Los óvalos tienen la función indicial: señalan y activan el potencial expositivo de los muros. Los objetos, al igual que las imágenes, viajan como cuerpos en potencia, que se van intercambiando, coleccionando y exhibiendo en estanterías y repisas temporales, según las relaciones y narrativas del momento, y la extensión del muro. Son imágenes-materia abiertas a la resignificación en la medida que por su forma, color, textura o función son ubicadas en contigüidad o distancia con otros objetos, en los que se reconocen nuevos sentidos.


Aquí hay una segunda colaboración, esta vez al público general, invitado para que aporten con un objeto para las repisas que hay dispuestas en el muro, activando esta colección itinerante, que en las próximas exhibiciones en Chile y el extranjero, irán tejiendo nuevas audiencias y contextos. Al fondo del pasillo, el mantra “har, har, har…” anuncia con humor y tenacidad el ingreso a la próxima sala. 


Tierras lejanas En el suelo, se extiende una cordillera de Los Andes, realizada en una multiplicidad de piezas de cerámica de pequeño formato, atravesadas por unos arrieros en miniatura, mientras los visitantes levantan el pie para atravesar los volcanes por arriba. El video Cuando la emoción mueve montañas (editado por Gonzalo Medel) dispuesto en el muro del fondo de la sala y a su lado un el políptico de treinta y siete piezas Las imágenes ya no nos miran compuesto por pinturas callejeras, políticas, culturales, televisivas y googleadas. Tierras lejanas y Lejos de casa, son los presagios del pasado y futuro, que te llegan de todos lados y que no se advierten, que no se ven, ni escuchan ni palpan. Este despertar que propone Coco González, se proyecta en la sala como una pequeña escultura que nos recuerda los rayados callejeros con la sugerente palabra Ego, dos dibujos Todo y Nada y un políptico de siete piezas en torno a uno de los tópicos recurrentes en Coco González: el paisaje chileno.


La llegada. La última sala está reservada para alcanzar la cima o la sima, las alturas o profundidades del que ha viajado y ha regresado al origen. Las pinturas de esta sala retornan al paisaje, nos llevan al territorio, como ese telón de fondo urbano, que nos tapa la vida urbana. Aquí se llega al territorio como espacio mental y emocional en el que habitan las imágenes-materia con las que vivimos y nos sobreviven, donde lo corpóreo es la huella física de ese viaje a través del tiempo y el espacio que determina la existencia y el olvido de algo o alguien. 


Nada más elocuente y profundo que presentar en el contexto de las imágenes y objetos viajeros el video ensayo Disco de piedra (2023), del cineasta boliviano, Harold Céspedes. En este, de un único disco de cerámica que ha quedado de testimonio en el Museo de Oruro, se aprecian una serie de fragmentos de piedras y objetos viajeros, a las piedras en el mundo andino se les llama “abuelas” porque viajan contando historias de la tierra y de los seres vivos. En este caso, el disco patrimonial gira y va fusionando los objetos, es el sentido de estos discos de piedra que se realizaban cuando las comunidades del mundo andino se reunían ritualmente, y cada uno y una llevaba un testimonio de su región. Luego, estos fragmentos se ponían sobre un disco de arcilla fresca, que, al terminar el encuentro, se rompía en señal de continuidad del camino o la vida sin retorno.


Curador: Ramón Castillo



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