Formas de Aparecer: rondando la fotografía de Francesca Woodman
- Paulina Amenábar
- hace 3 días
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1
El cuerpo ocupa un lugar, más que eso, lo constituye.
Es el punto cero desde donde experimentamos la existencia.
Hay cuerpos que se despliegan en espacios grandes, se desenvuelven,
se expanden, como si el paisaje estuviera siempre abierto.
Otros, resignados a lo pequeño, piden permiso para habitar, para poder ver, verse.
Hay cuerpos desnudos, que quieren pasar a ser otra cosa, como el de Francesca,
una pared, un trozo de puerta, árbol, corteza, bruma,
existir sin tener profundidades, ser sin honduras, como piel sin carne.
Respirar en la cáscara del mundo.
2
“Me duele ser tan evidente, no sé qué hacer al respecto, quizás un sombrero con un velo”-escribía Francesca en su diario.
¿Y si descanso de mi piel rendida, de mi sexualidad abierta, de este dolor inútil?
¿Cómo sería ser ese papel en la pared, por ejemplo?
Me pliego al interior de ese espacio,
entre el muro y lo áspero del reverso del empapelado,
Soy una imagen evanescente, una liviana nube, neblina gris,
lo que queda de un cuerpo en fuga soy, estela,
y en el monocromo me pierdo,
por unos segundos de la mirada inquisidora de mi amante.
3
¿Cómo podemos saber, al mirar una imagen con veladuras,
si el objeto que vemos está entrando en escena o mas bien desapareciendo?
Eso que vemos, ¿esta viniendo o se está yendo?
Las fotografías de Francesca Woodman encarnan ese espacio liminal,
el espacio de la duda, del “in betweenness”.
El ojo no se decide, el cuerpo no termina de anclarse.
No hay contornos, ni bordes. Hemos llegado, al fin, a la frontera.
4
¿Cómo se ocupa ese lugar?
El de la insinuación, del ímpetu vital del que sabe que es libre,
el de quien se precipita con todo el cuerpo a lo que está haciendo,
el de la provocación, el de la fragilidad del artista.
Parece que se está siempre escapando, y en ese destierro nos observamos
a través de la propia mirada. Autorretratos. Barridos de mujer, personajes,
cuerpos desmembrados que se desarticulan en ese arrastre.
Aparecemos solos ante nosotros mismos, rotos, una escena, luces,
el acto liberador de desnudarse y el “finale” de una única epifanía:
Revelarse frágiles, puramente bellos.
¿Por qué la muerte entonces?
“No quiero leer, ni dibujar, ni hablar, no quiero ni mirar esta noche” (F.W)
5
A veces se llega al mundo sabiendo. La niña que toma la cámara
como si su mano la recordara desde antes,
como quien no puede más que obedecer al llamado.
Como si su estar fuera solo forma de su destino. Un designio le dicta el gesto,
la urgencia, la improbabilidad de ser otra cosa.
Entre cucharas, telas, tapices, se es ángel, cisne, cuartos abandonados.
Un sombrero y peinados de caracola.
Espejos, piernas entreabiertas, levitaciones y fantasmas.
Reminiscencias de un cauce vivo que se maravilla del rastro que deja.
6
Pienso en la escena póstuma.
En la intemperie de su propio cuerpo, el padre de Francesca lee
los mil doscientos poemas de Emily Dickinson.
Deshabitado, aturdido,
raspando las palabras para ver si sangran, por si en alguna letra encuentra
rastros del espanto de esta muerte.
«No es que morir nos duela tanto.Es vivir lo que más nos duele.Pero el morir es algo diferente,un algo detrás de la puerta”.
(Emily Dickinson)
*Documental The Woodmans 2010

Francesca Woodman, Untitled, Providence, Rhode Island, 1976

Francesca Woodman, Autorretrato (Hablando con Vince) , 1975-1978,
impresión en gelatina de plata, 10 x 8".

Francesca Woodman, house #4, Providence Rhode Island, 1976

Francesca Woodman, From the angel series, Roma, 1977-78

Francesca Woodman, Untitled, Providence, Rhode Island, 1976